Un ángel en alquiler

Capítulo 3 - A solas contigo

“¿Cuanto por un privado?”

“Realmente no lo había pensado, en realidad jamás creí que llegaría tan lejos.” Pensó la rubia.

-¿Qué tal unos 500 dólares muñeca?- preguntó suavemente aquel misterioso hombre, quien no había alejado sus ojos jade del ángel.

La joven no pudo evitar que su rostro se contorsionara en una expresión de incredulidad al escuchar ese monto, estaba segura que sus compañeras no cobraban tanto la hora de baile privado.

Sentía que lo estaba estafando si aceptaba esa oferta, quizás era un sujeto ingenuo o hasta desesperado, pero el rostro del hombre demostraba seguridad, como si para él solo fuera un vuelto y quizás la ingenua era ella.

-¿Qué dices?- insistió Thomas extendiendo su mano hacia la rubia, deseando agarrarla y no soltarla más, temiendo recibir un “no” por respuesta.

Celeste observó la palma extendida hacia ella y solo pudo pensar en Tati y en sus medicamentos, acercó lentamente su pequeña mano hacia la de quien sería su primer cliente, pero sus dedos no llegaron a tocarlo, porque un agarre inesperado en su muñeca se lo impidió.

-No lo harás-

Ambos jóvenes se giraron hacia la voz ronca y llena de ira del intruso.

-Dany…- exclamó Celeste al ver a su jefe mirando al hombre como si quisiera comérselo vivo.

-Ella no irá contigo- sentenció colocándola detrás de él pero sin soltar su muñeca.

Thomas sentía que iba a perder todo control de sus emociones en ese mismo momento. Siempre había sido un hombre sensato, que elegía la diplomacia antes que la violencia, pero en ese momento sentía que había perdido las palabras y que la única manera de ganar era aplastando a aquella alimaña que lo separaba de su Ángel.

Estuvo a punto de darle un puntapié y huir de allí con la joven, pero al ver su rostro lleno de sorpresa y sus ojos celestes tan suaves y cariñosos, se contuvo y se tragó la ira. Ella conocía al idiota, lo había llamado por su nombre, por lo que ponerse en su contra solo sería peor.

Solo rogaba que no fuera su novio, no podría soportar que esa mujer ya fuera de alguien más.

-Disculpe…- comenzó a decir escondiendo su ira- Pero la señorita puede decidir por sí misma.

-Yo soy su jefe y el dueño de este lugar y puedo echarte con un chasquido de mis dedos, así que ¿Porqué no te vas por tí mismo? Antes de que lo hagan mis hombres. Ellos no son muy cariñosos.

Thomas estuvo a punto de contestar con su lengua afilada, cuando Celeste salió de detrás de su jefe y se soltó de su agarre en un rápido tirón.

-Vámonos- exclamó tomando al hombre desconocido de la muñeca y arrastrándolo a través de una cortina dorada que llevaba hacia los privados.

Dany se quedó atónito y congelado por lo que acababa de pasar, pero no era el único, Bruno había presenciado desde lo lejos toda la escena con curiosidad, el remate lo dejó con la quijada contra el suelo, no reconocía a su jefe, estaba fuera de sí. Sin perder más tiempo tomó su celular y marcó un número.

-Hola…- susurró mirándo hacia todos lados- ¿Qué crees? Tengo novedades de tu querido rival. Si, voy para allá.

Thomas estaba aturdido y aún más cuando el ángel lo metió dentro de un privado y trastabillo hacia uno de los mullidos sillones quedando con las piernas abiertas y mirando hacia la rubia que se cernía delante de él como si fuera su dueña y señora. En ese momento sintió que sería capaz de decir “Si” a todo lo que ella le pidiera.

La joven extendió su mano abierta y él la miró con confusión.

-El dinero que prometiste- exclamó con seriedad- Sino, no hay baile.

Celeste podía ser ingenua en muchas cosas, pero cuando se trataba de negocios era todo lo contrario, hasta que no viera los 500 dólares en su mano y pudiera olerlos para saber que fueran reales no podía confiar en él. Quizás simplemente era un estafador que estaba jugando con su desesperación.

Thomás palpó su pantalones con desesperación hasta que sacó su billetera y le entregó varios billetes de 100 que Celeste revisó con sospecha. Si, eran genuinos, había conseguido 500 dólares en tan solo una hora.

¡No lo podía creer!

Los guardó dentro de su vestido y se alejó del hombre sin dejar de mirarlo.

Por un momento Thomás pensó que se iría y lo dejaría como un estúpido necesitado, pero la joven se deslizó con gracia hacia el caño que estaba en medio de una tarima que atravesaba la habitación y comenzó a hacer su gracia al ritmo de la canción que salía de un parlante en una esquina del techo.

Thomás se acomodó en el sillón, reconstando su hancha espalda contra el respaldo, pero no se sentía cómodo, el picor en sus manos era insoportable, todo su cuerpo quería estar cerca de esa rubia que parecía volar como un gorrión que escapaba de sus ataduras.Su danzar era mágino, exótico y no podía creer que se desperdiciara en ese horrible lugar. Ella merecía más que eso.

Sin poder resistirlo más el azabache se levantó de su asiento sin dejar de mirarla fijamente.

Los ojos celestes de la joven no le quitaron la vista en ningún momento ni siquiera cuando giraba alrededor del caño. No le dijo que se alejara, lo dejó acercarse como un carnívoro que se deslizaba con cuidado hacia su presa, pero a diferencia de un animal asustado por la muerte, ella quería ser devorada, como si su cuerpo hubiera tomado dominio de su mente.

“A la mierda todo” pensó a sus adentros.

Kristel se encontraba limpiando la barra por culpa de un torpe cliente que había derramado su cerveza cuando vio a su jefe atravesar la cortina dorada echando humo y eso no era nada bueno.

-¿Me cubres un momento? Debo ir al baño- le dijo a su compañera de barra y siguió apresurada a su jefe.

-Ey Dany- exclamó atravesando la cortina- ¿Qué ocurre?

El nombrado se frenó de golpe y se volteó hacia Kristel, su rostro estaba rojo y su mandíbula apretada. La mujer no tenía que preguntar más nada para deducir que era algo que tenía que ver con Celeste, siempre se ponía de esa manera cuando algo ocurría con la rubia.




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