Un ángel en alquiler

Capítulo 9 - No te vayas

-Krys… ¿Sabes dónde está Cele?

La mujer ya estaba cansada de estos interrogatorios inesperados que la tomaban desprevenida, lo bueno es que estaba aprendiendo a ocultar su nerviosismo y mentir sin que su ojo comenzara a titilar o sus manos sudaran.

-No se sentía bien y se fue a casa antes- dijo mientras limpiaba el borde de un vaso de cristral, alejando su mirada de la de su jefe.

Sin decir más nada, Danny se dio media vuelta hacia la salida.

-¿A dónde vas?- preguntó en pánico.

-A ver si necesita algo…

-Me dijo que no la mlestaran, que no quería visitas.

Danny se volteó hacia ella con molestia y preocupación en su rostro, haciendo suspirar a Kristal. -Danny… Déjala respirar un poco, dale su espacio ¿Está bien?- casi que suplicó.

El hombre estuvo a punto de discutirle, pero por primera vez recapacitó, recordando lo que había ocurrido en casa de Celeste.

-Si sabes algo de ella me avisas- le ordenó volviendo a su oficina.

Apenas se fue, Kristal pudo volver a respirar.

Celeste agradeció que Thomas le diera tiempo de cambiarse antes de salir. Sin embargo, cuando llegaron al restaurante donde iban a cenar, ni con su ropa informal se sintió cómoda.

La joven llevaba puesto un pantalón deportivo de rayas blancas a los costados junto a un buzo color gris de tiras ajustables en el cuello y un gran bolsillo tipo canguro en su frente, convinando con unas zapatillas tupper que en algun momento fueron negras.

Escondió avergonzada sus manos debajo de las mangas del buzo y por un momento estuvo a punto de ponerse la capucha para esconder su rostro enrojecido de vergüenza.

No se sorprendió cuando las mujeres y algunos hombres la observaron de arriba hacia abajo desde su mesas.

Simplemente no encajaba con la estética fina y sofisticada del lugar. Se sentía sapo de otro pozo. El patito feo rodeado de cisnes hermosos y esbeltos que la juzgaron con la mirada.

-Buenas noches señor ¿Tiene reservación?- dijo un hombre de traje que los recibió en la entrada.

-Una mesa para dos a nombre de Thomas de Anchorena- Apenas dijo su nombre en alto los murmullos y las sonrisas comenzaron a escucharse de fondo. Celeste notó con una rabia inesperada como las mujeres miraban a su hombre con ganas de comérselo entero.

¿Su hombre? ¿En qué estaba pensando? Solo era una dama de compañía, una que estaba muy mal vestida y parecía una pordiocera.

El hombre los dirigió a una mesa al lado de un gran ventanal donde se podía ver la hermosa ciudad nocturna.

Thomas le acercó la silla para que se sentara, un gesto que no se esperaba pero se sintió bien, calentando aún más sus mejillas. Luego, el joven se sentó a su frente y la joven sonrió con nerviosismo, aun sintiendo las miradas indeseadas hacia ellos.

-¿Todo en orden?- preguntó Thomas, notando la incomodidad en su ángel.

-Emmm- dijo nerviosa- ¿Porque no vamos a otro lugar? Quizás a uno mucho más….

-¿Mucho más que?

-M-mucho más ¿Normal?- dijo incómoda.

-¿Normal?- repitió el azabache, sin entender a qué se refería.

-Si… tu sabes…- dijo mirando su propia ropa- Simplemente no encajo con la decoración- dijo en broma pero era cierto.

Thomas observó en silencio la vestimenta de su cita y luego las miradas del público indeseado que fingieron mirar hacia otro lado cuando se cruzaron con los ojos oscuros y amenazantes del joven.

El CEO volvió su mirada hacia la joven que estaba cabizaba y escondía sus manos en el bolsillo delantero de su buzo que la hacía ver aún más diminuta de lo que era. En ningun momento había pensado en que estaba mal vestida, no hubiese querido que llevara ninguna otra vestimenta, simplemente le parecía adorable

Pero aún no se atrevía a decir algo así en voz alta.

Sintió una punzada de dolor en su pecho al ver a su ángel incómodo por su estúpida idea.

Thomas se levantó de golpe de su asiento, asustando a la rubia, pensando que su lengua larga había arruinado todo. Que su cliente se iría de allí sin dirigirle la palabra y la dejaría allí sola con esas hienas chismosas.

¿Quién le hizo pensar que tenía derecho a opinar si él era quien pagaba por su tiempo?

Pero sorpresivamente Thomas la agarró de la manga grande y larga de su buzo y la jaló fuera de allí.

-¿Thomas? ¿A dónde vamos?

-Fuera de este lugar.

Ambos salieron corriendo del restaurante, ante la mirada sorpresiva de los comenzales que exclamaron un suspiró dramático por la uída de los jóvenes.

Celeste no dijo nada, se dejó tironear por Thomas quien parecía que no iba a dejar de correr nunca. La brisa fría de la noche golpeó su rostro y sus cabellos rubios volaron en el viento. El joven azabache se giró hacia ella con una sonrisa de ojos chinos que le contagió la risa.

Thomás se sentía libre, se sentía un adolescente rebelde huyendo de sus padres como nunca había hecho. Corrió y corrió sintiéndose vivo, hasta que sus pulmones comenzaron a arder y se detuvo de golpe. Sintió el peso ligero de su ángel chocando contra su espalda y aferrándose a su cintura evitando caer al suelo.

-¡Lo siento!- exclamó la joven, alejándose de Thomas como si quemara.

El joven se giró hacia la muchacha, ambos respiraron agitados por un largo rato.

-¿Qué fue eso?- finalmente pudo decir la joven, cuando recuperó el aliento.

-No lo sé, solo quería irme de ahí.

-Yo también- dijo divertida.- Entonces… ¿A dónde vamos?

Thomas observó el lugar, no supo cuanto corrieron ni donde estaban, el anterior restaurante se lo había buscado su secretaria, porque hacía poco que se había instalado en Argentina y no sconocía mucho más que su oficina y el bar de su ángel.

-Esperaba que tu supieras- dijo avergonzado, rascándose la nuca.

Celeste estuvo a punto de decir que decidiera él, que él había pagado por la noche. Pero por primera vez en su vida tomó valor y lo tomó de la mano y corrió hacia el otro lado sin decir nada.




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