Un ángel en alquiler

Capítulo 10- Como la primera vez

-¿Quieres pasar?- preguntó con sus ojos de cordero, que parecían temblar en la ténue luz del pasillo.

-Yo…- dijo Thomas, sintiendo su corazón golpear con dolor su pecho- No me malinterpretes ángel… pero no pagué por esto, no quiero que creas que…

-No pensé en eso…

-No quiero aprovecharme de tí- susurró cercándose lentamente a la rubia, quien se movió hacia dentro del apartamento que los recibió con su oscuridad.

-No lo haces… es lo que quiero- ronroneó más cerca del rostro de Thomas, pudiendo sentir el calor excitante que emanaba ese cuerpo fornido- Es lo que en verdad quiero… está fuera del dinero- susurró dulcemente apoyando sus manos en el pecho del hombre- ¿Tú también quieres?

Celeste pudo ver los ojos negros del joven que se ponían aún más oscuros, con sus pupilas dilatadas y una mirada llena de deseo. Avanzó más, y sin dejar de mirar a su hermoso ángel cerró la puerta detrás de sí. Dejando la habitación en penumbras.- Claro que quiero… lo he deseado desde la primera vez que te vi- gruñó en la oscuridad.

Las manos temblorosas de Celeste se deslizaron lentamente hacia el rostro del joven, tanteando su piel suave y caliente, hasta que sus tímidos dedos palparon con sus yemas los labios del joven, luego, sin poder resistir más el deseo, se paró en puntas de pies y selló un beso hambriento.

Un beso voraz, cargado de deseo se consumó en esa habitación oscura. Thomas apretó la estrecha cintura de la joven y la acercó más contra su cuerpo, para que sintiera que tan excitado estaba por el contacto.

-Mmmm- murmuró Celeste, al sentir la dureza del hombre, excitándola aún más- Llévame al cuarto- suplicó con la voz llena de deseo.

Thomás no tardó ni un segundo en alzarla contra su pecho, haciendo que la rubia rodeara su cintura con sus piernas y se colgara de su cuello continuando con el beso caliente y húmedo.

El joven avanzó por el pequeño apartamento, tropezándose con todos los muebles que se interponían en su camino, haciendo reír a ambos entre el beso.

-A la derecha- balbuceó la joven, sin querer dejar de besarlo por un segundo.

Thomas obedeció y entró a un pequeño cuarto, iluminado por la luz azulada de la luna que entraba por la ventana enrejada que hacía brillar la cama donde harían en amor en instantes.

Las rodillas del joven chocaron contra la cama, y con delicadeza se deslizó hacia abajo, depositando a su ángel en la cama.

Aunque una parte de él gritó cuando dejó de besarla, supo que había tomado la decisión correcta cuando se alejó a contemplar el desastre que era la bailarina.

Con sus cabellos rubios alborotados en la cama, sus ojos celestes ahora oscuros casi tanto como los suyos, sus mejillas sonrojadas, su boca entreabierta, húmeda y de respiración agitada. Con su cuerpo bañado por la luz de la luna, haciéndolo desear verla desnuda, como un ángel nocturno.

Sin poder resistirlo más, comenzó quitándole los zapatos, arrojándolos lejos de ellos. Luego, le quitó el buzo que ocultaba su delgada figura, dejándola con una camiseta blanca desde donde se marcaban sus pezones duros que tuvo que contenerse para no morderlos. Con sus manos calientes y algo temblorosas de la emoción, deslizó por encima de su cabeza la tela de la camiseta, dejando al descubierto su pecho desnudo y hermoso, que subía y bajaba de excitación.

Estaba hipnotizado por la belleza blanquecina de su ángel, sus ojos negros deboraron cada curva, cada textura, su piel de gallina, sus pequeños pechos rosados, su cintura estrecha, su vientre plano y sabroso.

-Thomas…- susurró su ángel- Por favor…

Celeste no tuvo que decir más nada. Thomas se alejó unos centímetros de la joven y tomó los bordes del joggin junto con la ropa interior de su ángel, deslizándolos con desesperación por sus hermosas piernas blanquecinas, dejándola completamente desnuda frente a él.

-Eres… hermosa- dijo en un suspiró, viendo como el rostro de la joven se tornaba rojo de la vergüenza e intentaba cubrir sus partes privadas con sus manos- No, no lo hagas, por favor- pidió sin dejar de observarla.

-N-no es junto- dijo en un hilo de voz- yo también quiero verte- suplicó.

Thomas se mordió el labio inferior con fuerza, sintiendo que moriría ahí mismo de un paro. Apresurado, arrojó toda su ropa a un costado, quedando completamente desnudo frente a Celeste, que poco a poco bajó, desde el rostro de su cliente, luego a su cuello, luego a sus pectorales fornidos con algunos bellos negros como decoración, luego a su vientre, que le daba la bienvenida con una línea de bello azabache que bajaba y bajaba hasta….

-Oh dios mío- dijo en voz alta al ver la gran virilidad del joven alzarse en alto, latir con fuerza y hasta humedecerse en su punta rosada. Se relamió los labios al ver semejante grandeza que entraría dentro suyo como una bestia que la iba a partir en dos, pero no le importaba.

-¿Te gusta?- sonrió de lado el CEO, inclinándose hacia adeante, cerniéndose sobre el pequeño cuerpo de su ángel, que respondió a su pregunta abriendo sus piernas y abrazando la cintura del joven- Así me gusta- gruñó vibrante, posicionándose en la entrada, sintiendo que su miembro iba a estallar si no recibía atención cuanto antes.

-Espera…- murmuró la joven, odiando romper el momento, pero había prioridades y una de ellas era no quedar embarazada, no cuando su cuerpo era su ingreso de dinero, aunque se moría de que esa monstruosidad entrara en su cuerpo así, desnudo, tenía que ser precavida.

La joven se estiró hacia el cajón al lado de su cama y sacó un preservativo, que abrió con avidez- ¿Puedo?- preguntó tímidamente, pero con un tinte de picardía.

Thomas asintió frenéticamente, deseando que lo hiciera de una vez. El simple tacto de esos dedos apenas rodeando su miembro lo hizo palpitar cuando deslizó el látex por toda su extensión.

Por un momento Celeste temió que el preservativo no fuera lo suficientemente grande para cubrirlo por completo, era la primera vez que veía uno tan grande. Ninguno de sus anteriores amantes había sido un problema. Para su alivio, si cumplió con su trabajo.




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