Un ángel en alquiler

Capítulo 21 - Te extrañé

-Está bien, es un trato.

Celeste extendió su mano abierta y la acercó al joven, esperando que la estrechara como sello de su contrato sin papel.

Thomas observó la mano y lentamente acercó la suya, pero no la apretó, sino que sus dedos se deslizaron entre los de ella y se entrelazaron. No se atrevió a decir nada en voz alta, sintiendo que sobraban las palabras.

La rubia observó sus manos entrelazadas y como el pulgar del joven acariciaba su piel con cariño. Sintió su corazón latir de la emoción por un simple roce cargado de cariño y deseo. Poco a poco, sus ojos zafiros se elevaron hasta los oscuros del hombre, viéndose reflejada en aquel cielo nocturno.

-Quieres….- soltó tímidamente- ¿Quieres pasar a casa?- dijo sin alejar su mirada.

Thomas respiró hondo y mantuvo el aire en su pecho, tratando de tragar su emoción y sus ganas de saltar de alegría ante la propuesta. Claro que quería pasar, se moría por estar solo con su ángel, poder besarla, tocar su cuerpo, hacerla suya una vez más…

-Me encantaría…

Sus cuerpos calientes se entrelazaron y se fundieron en uno solo. No hubo palabras, no hubo nada que decir, apenas se cerró la puerta del pequeño departamento de la joven, se unieron en un beso salvaje, mezclado de labios hambrientos, dientes chocando y risas divertidas avergonzados por la desesperación de volver a estar juntos.

-Ángel- susurró a su oído besando el área con deseo.

La voz grave y vibrante de su amante le erizó la piel y la hizo gemir tímidamente. Mientras deboraba vorázmente el cuello vulnerable de su amada, sus manos grandes, suaves y fuertes tocaron cada rincón de su piel desnuda, marcándola como de su propiedad, dejando algunos moretones leves, por la fuerza y la desesperación.

-Ah… ah…- gimió la joven, levantando sus caderas en lo alto, para sentir el miembro duro y necesitado en su entrepierna.- Thomas….

-Si, lo sé, ángel - murmuró besando sus labios una vez más- Yo también te deseo- dijo colocándose mejor en medio de las blancas piernas de su amada, posicionando su miembro duro y viril en su entrada, jugueteando con la punta húmeda y roma de arriba hacia abajo, provocando gemidos agónicos en la joven.

-P-Por favor…- sollozó al santir los latidos de su cuerpo, pidiendo que ese gran miembro la atravesera de una sola estocada, la partiera al miedo, tocara aquel punto que le hacía ver las estrellas.

-Si, mi ángel- obedeció metiendo la punta en la entrada apretada de Celeste, entrando poco a poco, sintiendo como lo abrazaba, lo envolía y lo recibía con alegría.

-Ah…- gimieron los dos al sentir que había llegado hasta el fondo, con la pelvis marcada del CEO contra los glúteos temblorosos de la bailarina.

Thomas se mantuvo en el fondo, moviendo su cadera de un lado al otro en una danza placentera, acostumbrándose al calor y también tratando de enviar su mente lejos, porque esa mujer lo volvía loco y aún no quería acabar, no todavía.

-T-Thomas- sollozó la joven, con los ojos cerrados, la boca entreabierta y húmeda. Sus manos acariciaron la ancha espalda del hombre, presionando sus uñas en su piel, como una exigencia silenciosa pero desesperada para que se moviera de una vez, que la rompiera, que la desarmara con violencia, como tanto ansiaba.

No tuvo que decir más nada. El CEO salió de su amada hasta la punta y entró con fuerza, sacudiendo el pequeño cuerpo de la joven, golpeando su cabeza contra el respaldo de la cama, sacudiendo sus pechos hacia arriba y provocándole un grito de placer y locura.

Luego de la fuerte embestida, vinieron un sin fin de golpes que enloquecieron a Celeste, gritó y gritó el nombre de su amante, rasguñó su espalda dejando marcas rojas, y se abrazó con fuerza con sus piernas a su cintura, pegándose más, para que entrara más y más profundo.

Cuando finalmente llegó la descarga de amor, ambos gritaron al unísono y Thomas cayó rendido sobre su amada, pero con sus brazos a los costados del pequeño cuerpo, temiendo aplastarla. Ambos se abrazaron con cariño pegando sus cuerpos sudorosos hasta que lograron respirar con normalidad.

-Y-yo…- comenzó a decir la joven, volviendo en sí luego de que la nube de lujuria se disipara.- Necesito saber cómo está Tati… si Krys necesita ayuda, quizás una muda de ropa. También podría hablar con el médico. - exclamó volviendo a la realidad.

Thomas asintió comprensivo y se vistió lo más rápido que pudo, aún se sentía en las nubes por la sesión de sexo con su amante que era como afrodisiáco para él.

-Déjame que te lleve- le dijo, luego de que Celeste terminara de cambiarse.

El chofer del CEO se detuvo en la puerta del hospital.

.- Ah y ten…- dijo el joven sacando de su billetera un fajo de dólares- No es por lo de recién- le advirtió antes de que lo malinterprera- Es un adelanto por nuestro trato, para que Tati pueda comenzar con el tratamiento cuanto antes.

Celeste tomó el dinero y lo guardó en su vieja billetera- Gracias- Tímidamente.

-No hay de que, apenas tengas novedades me lo haces saber ¿Está bien?- dijo seriamente pero con su mirada cargada de emociones y de deseo.

-Si, tú… cuando me necesites también… Espero tu mensaje- dijo sintiendo que ya lo extrañaba.

-Sí.- dijo el joven.

-Si- dijo ella, antes de salir del coche y desaparecer dentro del hospital.

Luego de varios días en el hospital, las cosas mejoraron, claro que Celeste lo sabía, porque ella misma se había encargado de pagarle las primeras sesiones del tratamiento de Tati por adelantado, con un poco más de dinero por detrás para que el médico mantuviera el secreto y siguiera su juego. Krystal no tenía que saber nada, ella no debía preocuparse más por las deudas.

Aunque la rubia no aceptaría que su amiga le devolviera el dinero, sabía que insisitíría en hacerlo aunque no tuviera como.

-¿Cómo está Tati?- preguntó Celeste cuando llegó al hospital- Te veo mejor Krys, ¿Hay buenas noticias?




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