Un ángel en alquiler

Capítulo 22 - No es lo que parece

Celeste se encontraba preparando una bebida no tan complicada, o por lo menos eso había creído, Krystal lo hacía parecer tan fácil y ahora estaba luchando con que saliera un trago que pudiera beberse sin vomitar en el intento.

-Aquí tiene- le dijo al cliente, luego de luchar con los ingredientes- Lo siento por la demora.

El hombre tomó el vaso, le pagó y caminó hacia una de las mesas. La joven suspiró agotada, limpiando el sudor de su frente.

-¿Todo bien Cele?- preguntó Danny, apareciendo por detrás.

-El trabajo de Krys no es nada fácil- protestó mientras limpiaba la humedad de la barra.

Su jefe rió divertido- Ella es muy buena en esto.

-La extraño- dijo haciendo un puchero.

-Yo también, pero luego de lo de Tati, merecía aunque sea un día de descanso por lo menos. No sabes cuanto chilló, no quería aceptarlo.

Celeste puso los ojos en blanco- Esa mujer…- Dijo y ambos rieron.

Luego el silencio, uno algo incómodo, hasta que el hombre habló.

-Cele… por cierto.- dijo moviéndose de un pie al otro con nerviosismo.

-¿Si?

-Pensaba que quizás, hoy, después de tu turno, podríamos, no sé, ¿Ir a cenar?- dijo esperanzado. Con lo de Tati, no habían podido hablar y Danny sabía que las cosas habían acabado tensas entre ellos y no quería, simplemente no quería perder a la joven, no cuando el idiota de De Anchorena estaba zumbando alrededor de ella.

-Danny yo…

-Prometo no hacer nada que no quieras- se apresuró a decir.

-Lo siento Danny, pero estoy ocupada hoy- dijo mordiéndose el interior de la mejilla. No podía decirle de su segundo trabajo y menos que Thomas era su jefe, peor aún, la clase de trabajo que era. Simplemente no quería lidiar con un Danny molesto, y que arruinara el trato. No hasta que Tati estuviera fuera de peligro.

-Oh… ¿Tienes algo importante que hacer?- dijo decepcionado.

-Eh yo…- Celeste miró hacia todos lados, buscando una buena excusa- Voy a visitar a mi padre, le prometí que iria, no quiero defraudarlo.

-Pero…Es lunes- dijo enarcando una ceja- Las visitas…

-Lo sé lo sé, pero es una excepción que me dieron… ya sabes- mintió.

“Eres una pésima mentirosa” Se dijo a sí misma.

-¿Quieres que te lleve?

-¡No! ¡No hace falta!- exclamó levantando la voz más de la cuenta.

Danny entrecerró los ojos con sospecha, pero no insistió- Está bien, tan solo avísame cuando llegues a casa, y no olvides poner el cerrojo a la puerta- dijo preocupado.

-Si…- dijo sonriendo lo mejor que pudo.

-¿Hay más pendientes Ceci?- preguntó Thomas asomándose desde su oficina.

-No señor De Anchorena, no hay más por hoy- sonrió su secretaria.

-Puedes irte entonces- Le ordenó antes de cerrar nuevamente la puerta de su oficina.

El azabache suspiró pesadamente, había sido un día largo, para nada diferente a los días anteriores. Solo que esta vez su mente se había fragmentado en dos: las imágenes de su ángel debajo de él, gimiendo su nombre en su oído, se cruzaban con sus pendientes.

Por suerte, ya eran las seis de la tarde, faltaba muy poco para volverla a ver.

Una sonrisa tonta se dibujó en su rostro que no luchó por ocultar.

-Alguien está de buen humor hoy- Exclamó Bruno, entrando a su oficina.

Thomas no protestó, ni siquiera gruñó por la intromisión del joven. Ni siquiera escondió su sonrisa. -Lo estoy- sentenció.

-¿Es por Pilar? Es una bella mujer, aunque sea un matrimonio arreglado, por lo menos te tocó una linda esposa- exclamó el joven, sentándose de piernas cruzadas en uno de sus sillones.

-¿A qué viene eso?- dijo esta vez con un tono de amargura. La imagen de su prometida no era algo agradable en su mente. Era un tema que aún no había podido resolver, no con la campaña de su futuro suegro a la vuelta de la esquina, quien era uno de sus mayores inversores y el futuro de su empresa dependía de que ese poderoso político estuviera de su lado.

Bruno enarcó una ceja con curiosidad- Vi su coche en el estacionamiento. Un Camaro color rojo sangre no se ve todo los días.

-¿Ella está aquí?- palideó.

-Señor de Anchorena- dijo su secretaria, asomándose por la puerta.

-Ceci, ¿No te dije que fueras a descansar?

-Si, señor, es Pilar Mitre, dice que tiene una cita con usted. Perdón señor, pero no tengo anotado que usted…

-Está bien Ceci, déjala pasar y ve a acasa con tu familia- dijo tragando amargamente.

Bruno miró la interacción con curiosidad. Quería hacerse piedra, no mover ningún músculo y observar lo que estaba por ocurrir. Su telenovela favorita.

La secretaria asintió y salió. En su lugar, apareció una colorada despampanante. No necesitaba mostrar mucho para que cualquiera supiera que era una hermosa mujer. Alguien de su clase, debía verse como una mujer refinada, a su altura, y lo estaba logrando con su vestido negro rígido y de tubo hasta las rodillas, su coleta alta bien peinada, sin ningún pelo suelto, sus grandes anteojos del sol negros que cubrían casi toda su cara rígida y sus accesorios dorados de miles de dólares.

-Thomas, querido- exclamó la mujer quitándose los lentes, con una sonrisa que encegueció a Bruno.

-Pilar… no esperaba verte hoy- exclamó el azabache, tratando de no sonar muy desubicado, aunque estaba seguro de que no lo había logrado.

La pelirroja no pareció notarlo, o quizás no le dio importancia y caminó hacia su prometido, ignorando completamente a Bruno. -¿Estás listo cariño? Nuestra reservación es en media hora.

-¿Reservación?

La mujer rió divertida, aprovechando la situación para apoyar sus manos contra el pecho del hombre.

Thomas se tensó, su respiración se cortó, pero no de la misma manera que cuando su ángel lo tocaba, sino con desprecio, deseando tomar esas manos frías y largas y alejarlas de su cuerpo, un cuerpo que ya tenía dueño. -Veo que te has olvidado. ¿Has estado muy ocupado últimamente?




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