Un ángel en alquiler

Capítulo 24 - Noche salvaje

Celeste hundió su rostro en la almohada y lloró. Lloró por la rabia, por ser una ilusa, por creer que un hombre como él la vería más allá de un producto, un envase vacío al cual usar y descartar. La última vez que había llorado tanto fue cuando le arrebataron a su padre de sus brazos hace más de diez años. Luego de eso su corazón quedó con una herida abierta pero controlada, jamás pensó que volvería a sentirse así, como si se estuviera muriendo.

El dolor de cabeza se asomó, pero eso no detuvo sus lágrimas amargas.

Su jefe la habia estado llamando desde que había huído del restaurante.

¿Acaso los hombres no entienden? Solo juegan con los sentimientos de las mujeres. Pensó colgando una vez más la llamada. De repente, se escucharon golpes ansiosos en la puerta de su departamento y agradeció esta vez haberle puesto candado a la puerta.

-¡Déjame en paz!- chilló levantándose de la cama. -¡Quiero estar sola! ¿No lo entiendes?- La rubia corrió furiosa hacia la puerta, aún con el rostro rojo y el camino húmedo de lágrimas en sus mejillas- Te dije que…

Se congeló en su lugar, enmudecida y sorprendida. Del otro lado de la puerta no estaba Danny, sino Thomas. Con una expresión de culpa en su rostro y un ramo de hortensias azules.

-¿Qué?...- dijo en un hilo de voz.

-Cele…

La joven intentó cerrar la puerta. Casi lo logra, de no ser por el agarre firme del joven.

-Vete, por favor- suplicó tratando de contener un nuevo mar de lágrimas.

-Déjame explicarte todo, y luego me iré. Por favor- pidió asomando su rostro en la abertura. Celeste tendría que haber bajado la vista, no mirar esos ojos negros que brillaban por perdón. Sabía que no podría resistirse, después de todo era una simple humana que deseaba ser amada.

La joven dejó de forcejear y dio mediavuelta hacia el living, abrazando su cuerpo. Aún llevaba su vestido y la noche comenzaba a ser fría, o quizás era su corazón que se estaba congelando.

-No tienes que darme ninguna explicación- exclamó girándose hacia el hombre con los brazos cruzados.

-Quiero hacerlo…- protestó con su mirada de cordero.- Ten…- Dijo extendiendo el ramos de flores azules hacia la joven.

Celeste vaciló, quería arrojarlas por la ventana. Sin embargo, tomó las flores con cuidado y las dejó a un costado, tratando de no reaccionar ante el aroma dulce que estaba bañando el pequeño departamento.

-Cuando las ví… pensé en tus ojos- dijo el joven mirándola fijamente.

-Por favor, sé rápido- exclamó mirando hacia otro lado, fingiendo que una parte de ella no deseaba que se quedara para siempre.

El joven asintió lastimosamente y la siguió a los sillones. Ambos se sentaron en el gran sillón viejo. Manteniendo la distancia entre ambos, aunque sus rodillas se rozaban de vez en cuando. La joven no podía ignorar como la piel desnuda de sus piernas gritaba por el tacto del CEO sobre su piel.

-Yo…- dijo frotándose las piernas con nerviosismo- Esa mujer que viste conmigo. Se llama Pilar Mitre.

Celeste sonrió de lado con ironía- Lindo nombre… una chica de clase.

Thomas se mordió el labio con fuerza- Ella es…. mi prometida.

Celeste asintió con la cabeza mirando sus propios pies, sintiendo como sus ojos se humedecían ante la confesión- Bien, te felicito, hacen una muy linda pareja- Exclamó con la voz más quebrada de lo que hubiera deseado.

¿Acaso podría humillarse más?

La joven se levantó de golpe del sillón y se dirigió hacia la puerta de salida.

-Espera Cele… aún no terminé.- dijo levantándose de su asiento.

-Oh sí, terminaste. Te pedí que seas breve. ¡No quiero saber los detalles de tu boda o cuando la amas!- gritó sintiendo que las lágrimas estallaban en su rostor- ¡Ya entendí que no soy nada para tí! ¡Solo una bailarina! ¡Solo una acompañante! ¡Alguien a quien compras por lástima!

-¡Eso no es cierto!- exclamó acercándose hasta la joven.

-¡Lo es!- sollozó quitándose con fuerza las lágrimas del rostro- Así que vete ya, por favor…

-No.- sentenció acercando su pecho contra el de la joven, haciendo que se presionara contra la puerta.

-Por favor- suplicó, alejando su mirada oceánica de esos ojos como la noche- ¿Qué más quieres de mi? Ya me quitaste todo, ya tomaste todo lo que querías…- dijo con la voz quebrada.

Thomas tragó saliva pesadamente y sintió su propio corazón partirse en mil pedazos. Con cuidado, temiendo ser rechazado, tomó el mentón de su ángel y levantó su rostro para que lo mirara. Limpió las lágrimas de aquel hermoso rostro y prometió que esta sería la primera y única vez que esos ojos zafiro llorarían por su culpa.

-Yo te quiero a tí…- susurró acercándose más a su rostro hasta que sus narices se rozaron- Ella es solo una pantalla, un trámite más y ella también lo sabe…- susurró acercándose peligrosamente a los labios de su amada- Pero tú, tú eres más que eso, y si inventé lo del contrato fue porque moría por seguir viéndote, mi ángel….

-Thomas…- susurró, cerrando los ojos, sintiendo la suave piel de los labios del joven apenas rozando los suyos. Deseando que sellaran la distancia de una vez.

-Cele… es a tí a quien quiero, jamás… sentí algo así antes- murmuró dándole un tierno beso. Celeste se acercó pidiendo que el beso fuera más profundo. Pero Thomas se alejó y apoyó su pulgar contra el labio rosado de su amada- Creeme por favor… siempre has sido tú…

Celeste se mordió el labio con fuerza, sintiendo su cuerpo febril ante la cercanía del hombre- Yo… no sé si creerte- dijo cerrando los ojos, sintiendo las caricias del joven en su labio.

-Prometo demostrarlo, moriría si te llegara a perder- susurró acercando una vez más sus labios, cerrando los ojos al sentir el cuerpo de su amada pegado contra el suyo. Su cuerpo también reaccionó ante el roce, ante esos pechos apoyados contra su cuerpo, ese vestido fino y suelto que lo volvía loco y el aroma natural y dulzón de la piel que se moría por probar.




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