Un ángel en alquiler

Capítulo 28 - Amenaza

Thomas estaba observando en su móvil el carrete de fotos Celeste de su última cita, fotos que él le había sacado desprevenida, justo cuando una llamada entrante de Bruno tapó el rostro de su amada. Puso los ojos en blanco, fastidiado por la interrupción. Levantó la llamada inclinándose en su asiento de cuero, girándose hacia el gran ventanal desde donde disfrutaba las luces nocturnas de la gran ciudad.

-¿Qué?- dijo con fastidio.

-Jefecitooo, ¿Cómo estás?

-¿Que quieres Bruno?-

-Yo estoy bien gracias- bromeó- Bien, supongo que voy al grano, sino me vas a cortar…

-Estás tardando demasiado…- dijo con impaciencia.

-Quería que fuéramos a tomar algo…

-No gracias- lo interrumpió.

-¡Déjame terminar de hablar!

Thomas bufó pero no dijo nada.

-Sé que aún estás en la oficina, como siempre, haciendo horas extras hasta tarde. No te haría mal distraerte un rato, hay un lugar nuevo que quiero que conozcamos juntos. ¡Prometo que nada de strippers ni ninguna sorpresa!- chillo del otro lado.

El CEO estuvo a punto de cortar la llamada y apagar el móvil, pero la verdad era que esa noche no iba a encontrarse con su ángel, ella ya tenía otros planes con Krystal y Tati. Algo así como una noche de películas y pochoclos.

Suspiró contra el teléfono- Está bien, pero nada de sorpresas. ¿Me oíste?

-¡Te mando la ubicación por mensaje, nos vemos en un rato!- gritó haciendo doler su oído.

-Ese niño…- bufó agotado, cuando la llamada finalizó.

-¡Thomas! ¡Aquí!- gritó el joven saludándolo efusivamente con la mano desde la mesa.

Thomas quiso que lo tragara la tierra, arrepintiéndose de haber ido.

-Pense que me ibas a dejar plantado- dijo con un puchero.

-No sé porque no lo hice- bufó sentándose frente al joven- Aunque aun estoy a tiempo, así que no me fastidies-

Bruno sonrió divertido e hizo una seña al mozo- El mejor vino que tengas, por favor.

-¿Pagas tú? O vas a hacer como siempre y fingir que dejaste la billetera en tu casa- Lo molestó.

Bruno puso los ojos en blanco- Relájate, yo pago, así que pide lo que quieras, cariño.

-¿Puede dejar de coquetear conmigo?- exclamó con fastidio.

-Bien…- exclamó bufando- ¿No está bueno el lugar? Me lo recomendó una amiga.

Thomas observó el lugar sin mucho interés, no le veía la gracia. Era igual a todos los demás: Luz tenue, una barra en el medio, mesas de hierro, sillones privados como segunda opción.- Si, está bien-

-¿Y la vista?- exclamó algo nervioso- No por nada me costó encontrar una mesa disponible-

Los ojos aburridos del CEO se movieron hacia la ventana. ¿Qué tenía de bueno? Era practicamente la misma vista que desde su oficina.

“Un momento” Pensó a sus adentros frunciendo el ceño.

-¿Qué…?- exclamó sintiendo que se le cortaba la respiración.

Al otro lado del cristal, en el techo de uno de los edificios había un gran cartel con…- ¿Celeste?- exclamó sintiendo con comenzaba a ver todo rojo.

En aquel cartel publicitario, uno con una muy buena posición, donde cualquiera que pasara por la calle o tuviera una ventana hacia esa dirección podría ver a su amada, posando de forma provocadora en ropa interior, dejando casi nada a la imaginación.

-¿Todo bien?- preguntó Bruno, removiéndose en su asiento.

Thomas no lo escuchó, sus oídos zumbaban y palideceó, porque no entendía porqué Celeste estaba allí en ese cartel.

Sus ojos rojos de la ira y los celos recorrieron cada centímetro del gran cartel, hasta que llegaron a la esquina inferior derecha, donde estaba el nombre de la marca.

“Ropa interior femenina: “Sueños nocturnos” By César Cáceres.”

Todo fue borroso después de leer aquellas dos palabras que tanto lo enfurecían.

Su ángel + Su peor enemigo, la peor combinación, la que jamás pensó que pasaría. Ese maldito había puesto sus manos en su amada sin que él se diera cuenta. La maldita serpiente se había arrastrado sigilosamente hasta ella y la había mordido en un momento de distracción.

Con razón había estado tan callado últimamente. Podría perdonarle cualquier cosa. ¿Pero meterse con su vida privada? ¿Con su amada? Había pasado un límite, había roto un código nunca dicho pero que estaba claro que no debió haber cruzado.

Thomas sabía dónde estaba esa rata que jugó sucio. Si no lo encontraba en su sucio bar ilegal, entonces se iba a atrincherar en la entrada de su empresa hasta cruzarse con él y hacerlo pedazos.

Entró a un bar desagradable, con olor a humo de cigarro, rostros buscados por la ley y adictos a sustancias uilegales. Empujó a la gente sin cuidado, hombres, mujeres, no le importaba una mierda, para él, todos ellos eran escorias de la sociedad. Sus ojos negros ahora rojos por la ira tenía un solo objetivo en la mira, el líder de todos ellos.

Subió unas escaleras de hierro que iban solamente al VIP privado de Cáceres. No se sorprendió cuando un hombre corpulento se atravesó en su camino. Pero Thomas no podía pensar ni ver que la diferencia de tamaño podía ser una desventaja, el odio por aquel hombre lo volvía loco. Lo tomó de los hombros y lo corrió hacia un lado como si fuera una pluma y avanzó sintiendo que el hombre lo perseguía de cerca.

-¡No puedes entrar ahí!- gritó el hombre justo cuando abrió una puerta de un salón privado que olía fuertemente a sexo. Allí, frente a sus ojos cargados de venganza, estaba su enemigo, sentado en medio de dos bellas mujeres que lo alimentaban y le daban de beber en la boca- Señor, lo siento…- dijo el hombre corpulento, pareciendo pequeño al lado de su jefe.

-No te preocupes, es un amigo- dijo con desinteres- Chicas… ¿Nos dejan a solas?

Las mujeres sonrieron y cada una de ellas lo besó en los labios para desagrado de Thomas- Luego continuamos- exclamó dándole una nalgada a una cuando salieron de allí.- Thomas… tanto tiempo. - Sonrió de forma burlona.




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