Un ángel en alquiler

Capítulo 31 - Verdades

Bruno leyó las noticias furioso. César se había pasado de la raya. Pensó que solo sería esa estúpida publicidad en ropa interior para molestar un rato a Thomas y que después de todo no era tan malo, porque era un trabajo noble y Celeste había recibido una buena paga por ello.

¿Pero pagarle a periodistas de mala muerte para que los persiguieran? Y lo peor de todo, esos artículos que hablaban horrores de la mujer que, aunque él no era quien para defenderla, sabía que no tenía nada que ver con la inmadura disputa entre Thomas y Cesar. La pobre había quedado en medio de la boca de los lobos.

Bruno irrumpió en el pent house de César furioso.- No puedo creer lo que hiciste- protestó encontrando a su amigo en lo que parecía una fiesta privada.

El joven se tuvo que morder el interior de su mejilla con fuerza para no exteriorizar sus celos al ver a aquellas dos mujeres semidesnudas una de cada lado del hombre tocándolo en partes que él se moría por hacer.

-Hola Bruno… llegaste a tiempo- exclamó con una amplia sonrisa. En una se sus manos llevaba un vaso de whisky y en la otra un habano que había llenado todo el lugar de un humo nauseabundo- Ven, únetenos.

El joven se cruzó de brazos con molestia- No veo que es lo que hay que festejar- se quejó.

César le hizo señas con la cabeza a una de las muchachas quien se deslizó fuera del sillón y se contoneó hasta el joven.- ¿Tú qué crees? ¿No te enteraste de las buenas nuevas?- dijo tomando un sorbo de la bebida dorada- Las acciones de mi empresa subieron a un número récord y claro… las del idiota de Thomas comenzaron a bajar. ¡Eso merece un festejo! Vamos, suelta ese ceño y relájate…

Bruno se alejó del toque de la mujer con molestia- Sabes que esto no es lo mío-

-¿Quieres un chico entonces?- dijo con su sonrisa grotesca- Puedo llamar a uno si quieres, o a dos o tres… lo que quieras.

-No, gracias- sentenció con dureza.- Lo que quiero es que pares con todo esto.

-¿Parar? Si yo no hice nada…

-Deja de hacerte el tonto, te conozco muy bien…

-¿Te refieres al escándalo de Thomas y su noviecita?- sonrió divertido- No sé que pueda tener que ver yo con las metidas de pata de ese niño malcriado, él la cagó y yo me beneficié, así de simple. Ahora déjate de sermones y relájate de una maldita vez.

Bruno sintió que las estúpidas lágrimas querían salir de sus ojos. Estaba cansado de todo este circo. Quería que Cesar dejara de correr hacia una meta sin sentido. Ya tenía todo lo que había soñado desde que no era nada más que un simple empleado, ahora era el dueño de una maldita empresa multinacional, pero no parecía suficiente. Había creído que se detendría y porfin podrían disfrutar juntos de su éxito. Pero bueno, esa parte jamás se la había dicho a César, sólo estaba en sus más secretas fantasías. Esas que no se animaba a confesarle a su amigo por miedo a que lo rechazara y peor aún, que le tuviera asco.

Lo observó furioso y lleno de impotencia. Si, lo amaba desde siempre, pero este idiota que actuaba como un niño inmaduro peleando con otro niño inmaduro por el último juguete de la góndola, no era de quien se había enamorado. Cesar estaba ciego y se estaba corrompiendo por el poder y Bruno no sabía cuánto más podría soportar.

Suspiró pesadamente y pegó media vuelta hacia la salida.

-¿A donde vas?- preguntó el CEO, borrando la sonrisa de su rostro.

-Ya no voy a ser más tu títere obediente y sumiso- dijo dándole la espalda.

-Entonces estás despedido- sentenció con dureza.

Bruno no pudo evitar negar con la cabeza y reír mientras sentía las lágrimas amargas de decepción caer por su rostro.

-Sabes…- dijo volteándose hacia Cesar- Sabes muy bien que tengo dinero, mucho dinero. Mi familia es millonaria y no necesito trabajar- dijo con una sonrisa amarga en su rostro.

-¿Entonces…?- preguntó levantando una ceja con confusión, especialmente por las lágrimas que caían por el rostro de quien siempre había sido su amigo. César no sabía por qué, pero aquel rostro triste y desconsolado lo hacía sentir incómodo y hasta culpable, aunque jamás lo admitiría.

-Para ser alguien que empezó desde la nada y tuvo la suficiente inteligencia como para llegar hasta aquí, me sorprende que no te dieras cuenta…

-¿De que?

Bruno suspiró pesadamente, bajando sus hombros derrotado- No importa César, ya no tiene caso. Solo… Ten cuidado ¿Si? No hagas otra locura- finalizó saliendo de allí de un portazo.

Una semana pasó encerrada en las cuatro paredes de su pequeño departamento, sin encender el viejo televisor ni revisar las redes sociales. No quería saber lo que estaba ocurriendo en el exterior, no quería saber que Thomas se había casado y olvidado de ella, simplemente no quería afrontar la realidad.

Agradeció que Danny le trajera una bolsa de comida suficiente como para sobrevivir por un tiempo, pero ni siquiera lo dejó pasar y tampoco quiso saber si Krystal la había perdonado. Estaba segura de que no. Ni siquiera Tati se había escapado a escondidas de su hermana para visitarla.

Ahora era una loba solitaria que tendría que sobrevivir por su propia cuenta, aunque sabía que no podría vivir por siempre escondiéndose en la oscuridad de su habitación. Danny había sido amable en pagarle una licencia, pero sabía que eso no podría durar para siempre y tendría que volver al trabajo.

“O podría buscar otro trabajo” Pensó a sus adentros. La idea de huir a otra ciudad era tanteradora, pero sabía que era imposible. Su padre aún estaba en la cárcel y no podía irse lejos y abandonarlo, era lo único que le quedaba. Por primera vez en toda su vida agradecio que estuviera encerrado e incomunicado con el exterior, por lo menos de esa forma no podría sentirse decepcionado por las cosas que había hecho, era mejor que siguiera creyendo que era su niña pequeña y perfecta como un ángel.

-Si claro…- se rió con sarcasmo.

Mientras se sumía más y más en un profundo agujero depresivo, escuchó que la puerta de entrada de su hogar sonaba.




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