Un ángel en alquiler

Capítulo 33 - Reencuentro

Celeste se bajó del taxi, sosteniendo entre sus manos la dirección que le había dado Bruno.

-Supongo que es esta…- pensó mirando un complejo de edificios muy nuevos delante suyo. Entró sin problemas y se encontró con el encargado del lugar.

“Bueno… Esto es algo que no esperaba” Pensó nerviosa.

-Buenos días…- saludó al hombre.

Para su suerte, era un anciano amable- Buenos días señorita. ¿En qué puedo ayudarla?

-Bueno…- exclamó moviéndose nerviosa-¿Aquí vive el señor Burno Cipolletti?- dijo leyendo la tarjeta.

-Si, él señorito vive aquí- dijo sonrtiente- Usted debe ser Celeste ¿verdad?

-¿Cómo…?

-El señorito me dijo que vendría- exclamó sacando de la pared un juego de llaves- Estas son las llaves de la entrada y del apartamento.

La joven las tomó sorprendida.

-No se preocupe, que aquí va a tener privacidad al cien por ciento- exclamó tranquilizándola- Bueno vaya señortira, no se tarde mucho que ya la están esperando.

El corazón de la rubia comenzó a golpear con fuerza su pecho. “¿Thomas?” pensó a sus adentros, sintiendo que se le cortaba la respiración. Se estaba haciendo realidad, volvería a ver a quien le había robado su corazón. Agradeció al amable hombre y subió al ascensor, sintiendo que, por cada piso que ascendía, los nervios más y más la abrumaban.

Llegó a una puerta y se quedó allí, sosteniendo la llave cerca del cerrojo. Luego de respirar profundamente, metió la llave. Antes de que pudiera girarla, la puerta se abrió en sus narices, encontrándose cara a cara con el hombre de sus sueños y de sus pesadillas. Antes de que pudiera reaccionar, fue tomada del brazo y arrojada contra el pecho cálido de aquel hombre. La puerta se cerró detrás de ella y el silencio abrumó el departamento.

Sus brazos estaban rígidos a los costados de su cuerpo, aun sin poder entender lo que estaba pasando. Sintió esos brazos firmes y pesados removerse en su espalda, envolviéndola en un abrazo protector. Pudo sentir el latir de un corazón ageno en su oído y el aroma familiar a café y pino que finalmente la embriagó y la relajó. Tímidamente, sus manos se elevaron hasta envolver el torso de su amado. Se apretó contra su pecho, hundió su nariz en las finas telas del joven y respiró, deseando que ese abrazo nunca se terminara.

-Celeste… mi amor- escuchó decir al joven, sintiendo como su pecho vibraba- Te extrañé…

Pudo oír el dolor en sus palabras. Ella quería decir lo mismo en voz alta, que también lo había extrañado, pero que también lo había odiado, se había sentido traicionada y engañada, y que aún así no había dejado de amarlo. Pero en vez de eso, comenzó a llorar, humedeciendo la camisa finisima de su Thomas, que, en vez de molestarse la apretó más contra su pecho y se movió suavemente de un lado a otro, acunándola con cariño- Shhh… shhh… está bien, ya estamos juntos otra vez- la consoló, posando su mejilla contra la cabeza de su amada- Lamento….

-No…- murmuró contra el pecho del CEO.

-¿Mmm?- Exclamó el joven, deteniendo su suave balanceo.

-No digas más nada…- suplicó descubriendo su rostro lloroso y mirando por fin aquel rostro divino que tanto hacía temblar sus piernas y desbordar amor en su corazón- Tan solo bésame… por favor- suplicó con la voz rota.

Thomas bajó sus ojos negros, llenos de amor y tristeza a la vez, hacia los labios rodados y temblorosos de su amada que se habían bañado en lágrimas.

¿Quién era él para negarle aquel pedido? Él también se moría por besarla. Las últimas semanas habían sido agónicas, y había comenzado a creer que se volvería loco si no veía nunca más a su ángel. Pero aquí estaba, y no en sus sueños, estaba frente a él, con su pequeño y frágil cuerpo, su aroma a shampoo de jazmines y por supuesto esos ojos que sostenían todo un cielo despejado observándolo con impaciencia.

Sin perder más tiempo, unió sus labios con los suaves de su amada en un tierno beso lleno de amor y perdón. Pronto, ese casto beso se sintió insuficiente y sus bocas comenzaron una danza de deseo y desesperación acumuladas por semanas.

Las manos de su ángel se entrelazaron detrás de su cuello y se pegó más a su cuerpo con desespero, pidiendo más cercanía, que la ropa no les estaba permitiendo. Sin dejar de besarse, se movieron con cuidado hacia la cama de Bruno y cayeron con sus cuerpos entrelazados sobre el colchón.

Las manos de Thomas se movieron por todo el cuerpo de su ángel, removieron su cabello dorado, sus dedos trazaron su pequeño rostro, pincelearon sus pechos con cariño, abarcaron todo su vientre, saltaron hasta sus piernas y las recorrieron de punta a punta hasta llegar a su entrepierna, tocando tímidamente la zona, provocando un gemido suave que él tragó con devoción en su boca.

-Thomas…- apenas pudo decir, entre las respiraciones del beso salvaje.

-Quiero hacerte el amor…- dijo soltando el beso pero manteniéndose cerca de su rostro para que no pensara que se iría de allí- Quiero hacertelo suave…- murmuró besando su frente con cariño- Quiero demostrarte lo que eres para mí… que este tiempo sin tí me ha matado… pero que no eres solo sexo… que esto es más que eso…

-Thomas…- dijo desde su corazón- Si…. quiero que me hagas el amor.- suplicó rodeando la cintura de su amado con sus piernas- Quiero que me demuestres cuánto te dolió todo esto, si fue tanto como a mí…- dijo con un nudo en la garganta.

-No sabes cuanto…- exclamó volviendo al beso, esta vez más tranquilo, más sentido, con más amor.

Se besaron por un rato, como si volvieran a repasar cada centímetro de sus bocas y el sabor de sus labios. Mientras tanto, las manos del CEO trabajaron en su propia ropa, arrojándola lejos, luego continuó con las prendas de su amada, hasta que ambos quedaron desnudos sobre la cama, envueltos en piel y manos juguetonas por todos lados.

Celeste se envolvió más al cuerpo caliente y sudoroso de su amado, suplicando que continuara, que ya estaba lista para subir de nivel, que el beso era hermoso, pero ya no alcanzaba. Thomas entendió y obedeció, enviando dos dedos dentro de su ángel, presionando suavemente dentro para luego entrar y salir con cuidado, provocando pequeños gemidos en su amante. Dos dedos se convirtieron en tres y los gemidos de la joven se convirtieron en una súplica silenciosa, ya no era suficiente con los dedos, quería más, quería a su amante dentro suyo luego de tanto tiempo vacía, quería sentirse llena de él una vez más.




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