Un ángel en alquiler

Capítulo 43 - Cámara de tortura

Cuando César le dijo que irían a una casa en la playa, realmente no pensó que sería literalmente sobre la playa a muy pocos metros del mar bravo que podría tragársela, solo que la infraestructura moderna estaba a unos metros de altura por encima de la arena, sobre unos fuertes hierros que la cernían en lo alto.

No solo era fabulosa por fuera, por dentro era aún más manífica, tenía una gran sala de estar con sillones mullidos, hermosas plantas exóticas por doquier y una luz tenue y cálida que devoraba el lugar, la verdadera protagonista era la luz de la luna llena que ingresaba por el ventanal que daba directo hacia el mar oscuro y que ocupaba casi toda la pared.

-Wow…- No pudo evitar decir cuando contempló las olas nocturnas chocar debajo de la casa. Celeste se sentía en medio del océano y deseó haber estado allí con su familia.

-¿Increíble no?- dijo el hombre, acercándose a la barra de bebidas- El diseñador es francés, vino desde allí solo para diseñar una única copia, mi casa es la única en la Argentina con este estilo.

-Eso es….increble- exclamó sin poder comprender cómo había gente que podía diseñar cada rincón de su casa a su gusto mientras otros tenían que conformarse con un 2 x 2 donde apenas entraba un sillón pero no una mesa.

-Me trajo de Francia este whisky- exclamó abriendo la rosca- Nunca tuve la oportunidad de probarlo, no había encontrado el momento especial para hacerlo. Como es solo una botella no quería desperdiciarlo…- srivió un poco en cada vaso de cristal- Creo que no hay noche mejor que esta para saborearlo- murmuró acercándose hasta el ventanal donde estaba la Celeste.-

La joven tomó uno de los vasos y juró que por un segundo los dedos de César acariciaron su mano, o quizás solo fue por el movimiento y se estaba imaginando cosas, de todas formas su tanto frío y hasta rasposo no fue agradable- No soy muy exigente con las bebidas- exclamó bebiendo del líquido amargo que le hizo quemar la garganta- Siento que no soy la indicada para beber algo como esto, es un desperdicio- dijo queriendo tomar un vaso de jugo para sacarse el horrible sabor de su inexperto paladar.

-Eres la indicada- sentenció y bebió todo el contenido de la bebida dorada- Es exquisito- murmuró saboreando cada ingrediente- Pero no tanto como tú.- Coqueteó.

Celeste sonrió solo porque sentía que debía hacerlo, no porque se sintiera cómoda con el descarado halago. De repente se sentía pequeña y vulnerable entre el hombre de mirada penetrante y el vidrio que la separaba del abismo. No pudo evitar mirar por sobre el hombro del CEO y ubicar la puerta de salida por si necesitaba salir corriendo.

¿Qué le estaba pasando? Ella misma había accedido a tomarse un avión privado junto al hombre, a ella fue a quien le pareció buena idea pasar una semana lejos, muy lejos de su padre, muy lejos de su familia, más lejos de lo que nunca había estado desde que se había mudado a la Argentina.

De repente sintió sudor frío en el cuerpo. Una sonrisa afilada se dibujó en el rostro de César al darse cuenta de su incomodidad. Para empeorar las cosas, se acercó más a ella- Tienes algo…- murmuró acercando su mano a su rostro.

La rubia cerró los ojos con fuerza, se pegó más al vidrio y sintió los dedos del hombre rozar su pómulo- Tenías algo- murmuró.

Su voz grave la estremeció. -G-Gracias- respondió incómoda, deslizándose hacia el costado lejos del hombre- V-Voy a ir al baño. -se excusó.

-Es la segunda puerta a la izquierda- le indicó mirándola divertido- Mientras, voy a pedir la cena. ¿Te apetece un pescado fresco del puerto? Son los mejores… siempre me guardan los mejores…

-¡Si claro, lo que tu digas!- exclamó a lo lejos mientras se apresuraba a entrar a la habitación que le había indicado. O eso creía. Porque cuando cerró la puerta detrás de sí y se apoyó contra la misma, se dio cuenta de que se había equivocado de cuarto.

-Mierda…- murmuró al ver que estaba en un dormitorio, seguramente el del CEO. Se sintió avergonzada de irrumpir en su privacidad. Bueno, cualquiera podría confundirse. Solo tenía que dar media vuelta, salir de allí antes de que lo notara y entrar a la puerta correcta.

Solo que lo que vio allí la inquietó.

¿En qué momento había preparado todo eso? ¿Acaso había enviado a algun empleado a prepararlo antes de su llegada?

Todas las esquinas de la habitación estaban iluminadas con velas blancas de diferentes tamaños. La cama, vestida con sábanas de seda roja brillante, estaba decorada con pétalos de flores y un ramo de rosas rojas descansaba en medio.

“Que romántico” Podría haber pensado, de no ser porque en las puntas del respaldo de roble de la cama habían esposas color con felpudo color rojo, un antifáz de cuero rojo, una mordaza con una bola en medio, y lo peor de todo, aquello que se le heló la sangre y le humedeció los ojos, una cámara filmadora sobre un trípode apuntando hacia la cama.

Celeste sintió que se le revolvía el estómago.

-No…- murmuró al darse cuenta de sus enfermizas intenciones.

No quería ser su juguete. La sola idea de imaginar las manos frías y ásperas de ese hombre sobre su piel desnuda la hacía querer tirarse por la ventana y morir ahogada en el mar. Parecía un mejor destino que caer en manos de César Cáceres.

Sintió su corazón latir con fuerza por el pánico de imaginarse atada contra la cama con los ojos vendados y la boca amordazada sin poder escapar, sin poder gritar, sin poder ver lo que ese hombre podría hacerle.

En ese momento se arrepintió de ser tan ingenua.

—-

Cuando ni Danny ni Krystal supieron decirle la dirección de César, Thomas soltó al hombre y salió corriendo dejando atónitos a la pareja.

Se abalanzó sobre la calle, tirándose sobre el capot de un taxi. No le dio opción al chofer para negarse que ya estaba dentro indicándole la dirección de su departamento. Sin embargo, el lugar estaba abarrotado de paparazzis hambrientos por una nueva noticia recién salida del horno.




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