Un ángel en alquiler

Capítulo 44 - Asesino

Thomas corrió hacia el estacionamiento del edificio de Bruno y apretó la alarma del llavero haciendo sonar el coche. Corrió el último tramo con el corazón en la garganta y se metió en el asiento del piloto.

No esperaba que su pecho se presionara contra sus costillas en lo que parecía el inicio de un ataque de ánico. Su estómago se revolvió y sus manos se congelaron sin poder acercarse al volante, como si este estuviera ardiendo en llamas. Estaba petrificado en su lugar, sintiendo que sus oídos zumbaban, solo podía escuchar el ruido de un coche estrellándose, los gritos de la gente, el llanto y la desesperación en sus voces.

Sintió que los recuerdos que había intentado borrar lo abrumaban y comenzó a hiperventilar con fuerza mientras el sudor bajaba por su frente. Observó cómo el volante se distorsionaba y parecía burlarse de su debilidad.

“Era un maldito cobarde.” Le decía la voz cruel de su mente.

Apretó con fuerza la manbíbula mientras sus manos temblaban de terror. Nunca pensó volver a sentarse en este asiento y volver a conducir un coche. Pero ahora era distinto, tenía que dejar de lado sus miedos o sino se arrepentiría toda su vida.

-Celeste…- murmuró en un sollozo.

Con el poco valor que le quedaba, rodeó el volante con sus dedos y apretó con fuerza, cerró los ojos y respiró profundamente unas cinco veces antes de abrirlos de vuelta. Con su mano temblorosa, encendió el motor, las vibraciones lo hicieron querer vomitar- Tú puedes…- se dijo a sí mismo, tragándose las naúseas, mientras tomaba la palanca de cambios, sin dejar de pensar en su amada qué era lo único que lo mantenía en una sola pieza.

Si tenía que volver a manejar, solo lo haría por ella.

El viaje por la carretera fue una tortura, los recuerdos que rondaban en su mente, cada auto que pasaba a su lado amenazando con estrellarlo, cada curva pronunciada, la velocidad al máximo, todo lo aterrorizaba.

Pero nada le daba más miedo que imaginar a ese hijo de puta a solas con Celeste.

Su teléfóno sonó y sonó, Bruno lo estaba llamando, pero prefirió ignorarlo, porque si levantaba la llamada lo mandaría a la mierda. No podía creer que quien había considerado su único amigo, en realidad era un infiltrado de su enemigo. Había sido traicionado por todos lados y lo único que quería era conservar y cuidar lo único que le quedaba. El amor que sentía por Celeste, aunque ella nunca lo perdonase.

Celeste retrocedió hasta que sus rodillas chocaron contra el colchón. Asustada, miró hacia atrás, sintiéndose acorrada- N-No es lo que parece…- dijo nerviosa- Me equivoque de habitación.

-Por favor ángel- sonrió el hombre, dando un paso más hacia la mujer- Sé que me deseas desde siempre, no lo niegues. Se te nota.

Celeste sintió que sus ojos se humedecían y su pecho se contraía del terror- L-Lo siento si te hice creer eso…- trató de razonar, aunque sentía que no tenía sentido calmar a una bestia hambrienta con palabras suaves- Y-Yo no debí venir- dijo moviéndose lentamente hacia un costado para poder salir corriendo de la habitación a la primera oportunidad que tuviese.

Los ojos oscuros llenos de perversidad del CEO la siguieron sin mover un músculo y eso la perturbó aún más. Pensó que podría salir de la habitación, que había comprendido que todo había sido un error. Pero él solo estaba jugando con su presa. Apenas le dio la espalda para salir por la puerta, fue tomada con fuerza del brazo- ¿Crees que puedes jugar conmigo? ¿te parece divertido todo esto?- exclamó furioso.

-¡Lo siento!- exclamó tratando de zafarse, pero el agarre era muy fuerte y estaba completamente asustada, podía sentir el castañear de sus muelas-

-Unas disculpas no bastan, linda- gruñó atrayéndola hacia sí, apoyando su espalda contra el pecho del hombre- Te di un costoso collar que ni siquiera veo que lo uses…eres una desagradecida. Te di trabajo, te hice conocida, ¡te traje hasta aquí para que dejes de pensar en ese idiota! ¿Y así me agradeces?

Celeste se sintió culpable, una mierda. Era cierto, lo había estado utilizando todo este tiempo. Por su dinero, por su atención para así olvidar a Thomas.

No era tan buena persona como había creído que era. No era muy diferente a él.

-Y-Yo… no debí venir- Murmuró con la garganta congestionada- L-Lo siento, te juro que te voy a compensar todo esto, pero ahora q-quiero volver a casa- sollozó.

Pudo sentir un gruñido en su nuca y como los labios y el calor del aliento del hombre le hacían erizar la piel en esa zona- ¿Cómo vas a compensarme eh? No tienes nada, no tienes dinero, propiedades… solo tu cuerpo…- gruñó de una forma que hizo que sus piernas flaquearan. Hubiera caído rendida de rodillas de no ser porque la estaba sosteniendo con fuerza de su brazo.- ¿Es así cómo vas a pagarme? ¿Con tu cuerpo?

—-

Bruno manejó lo más rápido que pudo por la ruta, aún así, no lograba alcanzar a su jefe. Su coche de alta gama llegaba hasta casi 300 kilómetros por hora, en cambio, el coche de su conserje, llegaba a 180 como mucho y peligrando que el motor se fundiera si lo exigía mucho.- ¡Mierda mierda!- gritó frustrado, golpeando el volante.

Ni Thomas ni César le habían atendido el teléfono y Celeste al parecer tenía el teléfono apagado porque lo llevaba directamente al buzón de voz. El joven estaba preocupado, no solo por lo que pudiera hacer Thomas con César cuando irrumpiera en su hogar, sino lo que César pudiera estar haciédole a Celeste con tal de torturar a su enemigo.

“¿Acaso sería capaz de…?”

-No, no, él no es así- dijo negando con la cabeza- ¿O si…?

Bruno ya no reconocía al amor de su vida en ese monstruo en el que se había convertido. Siempre había sido un hombre de mal carácter, orgulloso y hasta narcisista por momentos, pero hasta una persona como él tenía sus límites, ahora ya no estaba seguro de cuáles eran o si tenía alguno.

-Mierda… no ahora- murmuró el joven al ver por el espejo retrovisor como se acercaba una patrulla de policía que le hacía señas para que se detuviera al costado de la ruta-




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