Un ángel en alquiler

Capítulo 50 - Voy a volverte a ver

-No, no y no- exclamó Danny, cruzándose de brazos.

-No te estoy pidiendo permiso Danny- respondió Celeste- Si no quieres participar no voy a enojarme. Pero yo voy a hacerlo de todas formas.

-Lo que Danny quiere decir es que es muy peligroso Cele, no sabemos lo que ese hombre podría hacerte si descubre que quieres robarle algo su caja fuerte- exclamó Krystal, estando esta vez de acuerdo con el hombre.

-Lo sé, sé que es peligroso, sé que corro un gran riesgo. Pero Thomas está en la cárcel por un crimen que no cometió, no quiero que viva encerrado igual que mi padre- exclamó con los ojos llenos de lágrimas.

Krystal y Danny se miraron entre ellos- No podemos dejarla sola- murmuró la mujer.

-No va a estar sola, yo voy a ir con ella- exclamó Bruno, posando su mano en el hombro de la joven- No voy a dejar que nada le pase-

-Lo siento muchacho, se que realmente dices la verdad, pero aún así tu solo no creo que sea suficiente- exclamó Danny- Está bien- suspiró derrotado- Vamos a seguir tu plan, pero si pasa algo nos bajamos ¿Está bien?- dijo seriamente.

-Si, está bien. Gracias Danny- exclamó la mujer, abrazando fuertemente a su amigo- Gracias…

-No tienes nada que agradecer.

-No, tengo que decirlo- murmuró contra su pecho- Gracias por todo, gracias por ser un hermano mayor, gracias por darme un techo cuando no tenía nada. Sin ti y sin tu padre, yo no sé…- dijo con la voz congestionada.

-Ya ya…- respondió palmeando su espalda- Lo haría una y mil veces, así que limpia esas lágrimas y hagamos esto ¿Si? Saquemos a tu principe azul de la cárcel- exclamó poniendo los ojos en blanco.

-Antes… tengo algo que hacer- dijo mirando a Krystal- Krys… ¿Tienes aún lo que te dí? Voy a necesitarlo.

La mujer sonrió y asintió con la cabeza- Claro… dale saludos de mi parte ¿Si? Dile que lo sentimos, en nombre de Danny también.-

-Oye- exclamó el hombre cruzándose de brazos- Yo no me arrepiento de haberle dado unos buenos golpes, le hacía falta.

La mujer puso los ojos en blanco- Eres increíble.

Todos rieron y Celeste guardó en lo profundo de su corazón este recuerdo para siempre. No sabía que estaba por ocurrir, todo podía irse por la borda y aunque estaba aterrorizada de enfrentar a ese monstruo, si estaba con sus amigos, sentía que podría mover hasta una montaña.

Thomas se encontraba ejercitándose en su celda de 2 por 2, era lo único que podía hacer en esas cuatro paredes, además de leer y pensar en Celeste todo el maldito tiempo, escurriéndose hasta en sus sueños. Matías no había dado señales de vida las últimas semanas y había empezado a pensar en que se había arrepentido de cumplir su promesa. Necesitaba saber algo de su amada, saber si había aceptado sus míseras migajas de compensación, para que por lo menos pudiera tener una vida más acogedora aunque eso no remediaba sus errores.

El guardia se acercó a la reja y la golpeó con molestia. El ex CEO se levantó del suelo con el cuerpo sudoroso, el torso desnudo y lo observó con indiferencia. No era conocido en la cárcel por ser muy hablador, más bien era un lobo solitario al que era mejor no acercarse si no querías salir mordido.

-De Anchorena, sí que tienes suerte ¿Eh?- exclamó el hombre con molestia.

Thomas lo observó con una ceja enarcada, sin ánimos de seguirle el juego.

-Una hermosa mujer te espera en la sala de visitas- exclamó abriendo la celda.

¿Pilar? Fue lo primero que pensó. ¿Qué quería esa mujer? Ella le había dejado bien en claro que si se volvían a cruzar lo asesinaría con sus propias manos.

-No estoy de humor para visitas, dile que se vaya- gruñó.

-¿Seguro?- se burló el hombre- Es realmente un ángel esa mujer, nos trajo a todos comida casera, Repito ¡Realmente eres afortunado!- dijo con envidia.

-Espera ¿Qué dijiste?- exclamó.

-No me hables en ese tono De Anchorena- amenazó el hombre.- O te vas al calabozo.

Thomas tragó saliva pesadamente, antes no le hubiese importado insultar al guardia y que lo encerraran por meses en un cuarto sin ventanas. Al fin de cuentas deseaba volverse loco y olvidarse hasta de su nombre. Pero ahora se mantuvo callado y estiró sus brazos con las muñecas juntas para que le colocara las esposas- Está bien, iré.

-Haces bien… sino me la hubiese quedado para mí.- exclamó con una risa grotesca.

Thomas tuvo que tragarse sus ganas de ahorcar al guardia con las esposas, si quería ver a su ángel, tenía que ser un buen reo.

¿Realmente era ella? Se preguntó una y otra vez mientras avanzaba por el pasillo. Nadie más sería tan buena como ella, nadie más parecía un ángel caído del cielo.

Thomas entró al cuarto sintiendo sus piernas flaquear y su corazón querer salir de su pecho. Lentamente levantó sus ojos negros y temblorosos hacia la mesa que estaba junto a la ventana enrejada. Allí, iluminada por la poca luz del sol que entraba entre las rendijas, estaba su ángel. Con su hermoso perfil respingado, su cabello brillante como el oro y su mirada melancólina llena de emociones.

Lentamente se acercó, sin quitarle la mirada de encima ni por un segundo, temiendo que, si parpadeaba, la imagen de su amada se esfumaría frente a sus ojos como si fuera una cruel ilusión.

-C-celeste…- murmuró cuando llegó a la mesa.

En lo que pareció cámara lenta, el rostro angelical de su amada se movió hacia él. Vio cómo sus ojos se expandían por un segundo, pero rápidamente esa imagen se borró, mostrando un rostro tranquilo, ocultando sus emociones detrás de esa máscara. El corazón de Thomas se estrujó y contigo sus ganas de rodearda con sus brazos.

-Hola…- murmuró en un hilo de voz apenas audible.

-Hola…- repitió Thomas, sentándose frente a ella con las manos escondidas en su regazo, no quería que viera que estaba temblando de la emoción- Eh… ¿Ha sido un buen viaje?- dijo sintiéndose un idiota por preguntar eso.




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