Catedral de Lisboa, Lisboa, Portugal.
11:11 a.m.
Santa María Maior de Lisboa o Sé de Lisboa es la catedral e iglesia más antigua de la ciudad, construida en mil ciento cuarenta y siete, el edificio ha sido modificado en varias ocasiones y sobrevivido a varios terremotos por lo que ahora es el resultado de una mezcla de diferentes estilos arquitectónicos.
El punto turístico hoy se encuentra en su mayor apogeo, muchas personas han acudido a visitar el emblemático sitio, varias familias se mantienen ocupados en tours junto a guías especializados que cuentan a detalle la magnífica historia y su llamativa arquitectura por lo que hasta los niños se ven curiosos en el lugar.
El sol brilla en lo más alto, la brisa fresca termina de hacer perfecto el clima, la temporada ha iniciado de manera esplendida y todos los comerciantes dedicados al rubro turístico saben que deben dar lo mejor de ellos para tener una ganancia considerable al terminar la temporada.
Algunos autobuses se detienen trayendo consigo más visitantes, los autos van y vienen sin cesar, los transeúntes se divierten, ingresa a las tiendas más conocidas, otros son seducidos por las ofertas y sorpresas que varios ingeniosos duelos de tiendas ofrecen, el ambiente es simplemente perfecto.
Un hombre camina por la acera tranquilamente, su hija observa entretenida todo, llevan dos días de vacaciones en Lisboa y han podido disfrutar ya de varias atracciones, mientras el padre termina de pedir algunas indicaciones, la niña de no más de ocho años de edad deja de lado el dulce que saborea, observa el cielo borrando su sonrisa del rostro para cambiarla por una mueca de asombro, allí frente a ella, el sol comienza a brillar cada vez menos, lentamente la intensidad de su luz va menguando y es cuando todos los que disfrutan la jornada alzan la cabeza por primera vez en el día para saber qué es lo que sucede. Cualquiera persona podría decir que lo que están presenciando es nada más y nada menos que un fenómeno natural, como un eclipse de sol, la gente mayor señala en dirección al cielo maravillados, otros, quizás los más jóvenes, toman fotografías y videos con sus teléfonos móviles o cámaras digitales; cuando parece que toda la atracción será la inmensa oscuridad que ha caído repentinamente, la brisa se detiene de inmediato para retomar su presencia convirtiéndose en potentes ráfagas de viento. Los árboles más cercanos comienzan a moverse con fuerza hasta que su ritmo se transforma en uno violento y destructivo, el caos se desata cuando las personas son arrastradas por el viendo, son arrojados al suelo, los autos vuelan por los aires, los vidrios de las tiendas se destrozan en mil pedazos logrando herir a más de uno. El cielo se ha tornado rojizo, el astro luminoso ha desaparecido a la vista de todos y las nubes negras han comenzado a aparecer como por arte de magia. Los gritos no cesan, la desesperación impregna el ambiente, las autoridades policiales no comprenden que ocurre, los bomberos no dan abasto intentando ayudar a los civiles y es que en tanto no cese el misterioso fenómeno no pueden estar a salvo; el ensordecedor sonido similar a un trueno ruge de entre las nubes, un rayo cae estruendosamente sobre la cima de la catedral, a continuación el techo de la misma se incendia y los gritos y pedidos de auxilio desde el interior llenan el lugar de manera escandalosa y perturbadora.
Un par de rayos más caen estrellándose en la base del edificio y avivando el problema considerablemente, los bomberos llegan casi de inmediato pero les es imposible acercarse lo suficiente como para que la bomba del camión pueda siquiera hacer llegar el agua a través de la manguera.
─ ¡Tenemos que acercarnos! ─grita el capitán al mando.
─Imposible, las ráfagas nos lo impiden ─responde quien conduce el vehículo.
─ ¡Debemos sacar a las personas! ¡Morirán en el incendio! ─grita otro.
Uno de los bomberos más jóvenes nota algo peculiar y curioso en verdad, entre tanto desastre en plena calle, muchos de los niños que acompañaban a sus padres se mantienen de pie, observando la catástrofe pero intactos a su vez; ni un golpe, ni un rasguño e incluso el huracán que ahora azota la zona ni siquiera les mueve un cabello, nada. El joven frunce el ceño, ¿Cómo es esto posible? ¿Qué está sucediendo realmente allí? ¿De qué se trata todo eso? Puede ver con claridad, detrás de cada niño parece haber una luz tenue que parpadea lentamente, el bombero talla sus ojos con fuerza y para cuando sus orbes enfocan nuevamente el panorama estas llamativas lucen ha desaparecido y sus compañeros de escuadrón han sido obligados a retroceder una vez más, el camión bomba no puede acercarse y aunque deseen llevar agua en contenedores individuales les es peligroso ya que los ratos comienzan a caer en tanto ellos deciden avanzar un paso siquiera.
Es inevitable, no hay nada que hacer, no hay manera, no hay atajos, la catedral se incendia hasta su último peldaño y comienza a desmoronarse hasta que ya no hay rastro de la que alguna vez fue la ostentosa Catedral de Lisboa.
Lejos de Portugal, atravesando el océano y llegando a San Francisco, en la modesta casa de barrio, un niño observa por la ventana sentado en su cama, entre sus manos sostiene uno de sus juguetes preferidos y suspira; las luces del cuarto ya están apagadas, su madre duerme en su propio cuarto sin imaginar que el pequeño Tomassin se lamenta en silencio, algunas lágrimas corren por sus mejillas, observa nuevamente el cielo estrellado y asiente lentamente, como si tuviera una especie de conversación con alguien.
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profecia apocaliptica, findelmundo, ultima oportunidad de la humanidad
Editado: 02.03.2025