Un Angel Llora

Capitulo Siete

—Ángeles. Somos ángeles. —repito, y en ese momento aparece una mujer de unos treinta, con una libreta y un cigarro en su boca.

—¿Puedo tomar su orden?

Leo en un pequeño borde con letras redondeada e ilegible el nombre de Clara.

Grace se adelanta y pide dos cafés, yo lo miro, si he tomado café pero mucho puede llegar alterarme.

Si alguna vez tuve miedo y desconcierto, pues esta sería otra de esas veces. Clara se retira anotando rápidamente nuestra orden, Grace esta perplejo y el color de sus mejillas ha desaparecido.

—¿Estas bien?

—Sí.

—¿No me crees?

—No.

—¿Estas asustado?

—Algo.

Vale las respuestas cortas me molestan, siento como humor cambia, y otra vez esa maldita picazón en los ojos, asumo que están cambiando de color nuevamente, Grace tiene sus manos cubriendo su cara, se ha quitado la gorra y sus rizos amarillos y algunos cafés le caen entre sus dedos.

Acerco mi mano hacia su cabello, siento que debo hacerlo, bueno eso es lo que hace Stefan cuando me ve en esa misma situación, mis manos tapando mi rostros y mi cabello tapándolo, como una cortina.

Pero esta vez no soy yo, es el.

—No soy mala, si es lo que crees. —Digo tan suave que suena como un canturreo.

El levanta el rostro, pero no quita sus manos de él, se ve confuso, y distraído.

—Esto no puede estar pasando. —murmura.

Acaricio su cabello, es sedoso ante mi tacto, me gusta cómo se siente entre mis dedos. Bajo mi cabeza y apoyo mi quijada en la otra mano, mientras sigo jugando con su cabello.

¿Qué estará pensando? ¿Estoy haciendo algo malo?

—No haces nada malo, me gusta. —responde a mi pregunta mental.

Nos quedamos así por unos minutos, esperando a que Clara aparezca con nuestros respectivos cafés, a los minutos sale la chica de cabello color naranja ¿es posible tener el color natural de cabello así?

Mi subconsciente me riña con su mirada ¡Por supuesto, tontita!

Le ruedo los ojos.

Clara aparece al cabo de unos segundos con dos tazas de cafés, el humo sale de los vasos, estoy acostumbrada a tomar café en una taza de cristal, pero no importa, café es café.

Quisiera saber qué hora es, pero no pregunto, tomo mi café en silencio y Grace hace lo mismo.

— ¿Algo más que quieras saber?— pregunto tomando el ultimo sorbo del líquido marrón caliente que me deleita.

—¿Realmente tienes dieciocho? —Busco mirar otra parte, encuentro a unas tres mesas un reloj eléctrico, marca las 5:30 ¡Madre mía, es muy tarde!

—Técnicamente. —realmente no le estoy mintiendo, solo no quiero que se espante. Habrá bastante tiempo para ello.

—¿Alguna vez me lo dirás?

—Dependiendo.

—Esa no es una respuesta. —Murmura en medio gruñido, medio bufido.

—Para mí lo es, y punto.

Él sonríe, como si estuviera pensando algo. Lo miro curiosa, y el niega.

—No me dirás.—me aventuro a decir.

Asiente.

—Debo irme, se me hace tarde. —noto un deje de desilusión en mi voz

—¿Volverás?

Realmente ni siquiera puedo responder ello. Sin más me levanto y camino por donde hace unas horas que para mí parecen minutos, entre.

Pero ahora tomo un rumbo diferente, debo regresar.

Ahora.

 

 

Nunca pensé que estar en los brazos de Damián se sintiera tan diferente, nunca lo había notado. Quizás mi mente está volviéndose loca, si quizás sea eso.

—Hoy cruce al mundo de los humanos. —Murmuro en tono casual.

Siento como se pone rígido, siento que no debí de haberlo dicho.

— ¿Quién más lo sabe?—pregunta.

—Tu, solamente tú.

—Nunca, ¿me escuchaste? ¡Nunca vuelvas hacerlo!—Ahora grita y me suelta brutamente de sus brazos, siento como la ira va creciendo, tengo miedo.

—¡Tu no me puedes obligar a nada!—Chillo.

—Los humanos están destinados a errar, entiéndelo.

Fruncó el ceño, no quiero creerle ¿En dónde está el dulce Damián que conozco?

—No los conoces.—murmuro camina lejos de él.

El frio concreto se concentra en mis pies descalzos, siempre así, ahora que recuerdo ¿Cuándo me coloque las sandalias que tenía cuando conocí a Grace? No importa, quizás mi mente los coloco allí, si debe ser eso.

—¿Acaso tu si?—Su enojo es palpable.

Siento mis mejillas teñidas de rojo, siento como mis ojos pican, ahora es más irritante que hace unas horas, toda mi furia se concentra.

El en cambio está enojado, con sus alas puntiagudas extendidas u sus manos se han convertido en garras.

—¡Te odio!—Chillo y siento mis alas desplegarse.

Sus ojos se han vuelto negros, como los de los cuervos, ahora entendía por qué tenía cierta fascinación con ellos.

Si las miradas mataran, ahorita fuera una clara demostración de quien muere primero.

— ¿Por qué te enojas?

—Eres una chiquilla idiota.—Suelta escupiendo cada una de las palabras.

—¡Tu estas con esta chiquilla idiota!

Sus ojos se agrandan, ahora es el momento de salir corriendo, o volando en el mejor de los casos.

—Ya no más. —Dice, y lo último que se es que se lanza sobre mí, suelto un grito/aullido y caigo en la inconciencia.

 

 

 

Nunca en lo que llevo de vida  —y es mucha— había visto a tantos pares de ojos mirándome directamente, intento moverme y decir que estoy bien, pero ni siquiera logro moverme un poco,  mis ojos aún no se acostumbran a la multitud encima de mí, es incómodo que te miren.

Parpadeo, ruego mentalmente que no haya pasado nada malo, pero ¿Qué era lo que exactamente había pasado?

Intento mover la boca para  decir algo, pero esta seca y me arde, veo sus bocas moverse, pero no entiendo que dicen.

¿Qué sucede? Siento ganas de llorar.

Y eso hago, mis lágrimas caen silenciosas recorriendo mi rostro hasta llegar a mi cuello, otras tomas la vía fácil y caen por mis mejillas, lloro, lloro mucho, no conozco a los que me miran, no puedo entenderles y eso me frustra, porque quiero comunicarme, decirles que no es mi culpa, que él se ha vuelto loco y se ha abalanzado sobre mí, pero no puedo y me hace sentir impotente.



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En el texto hay: fantasia, angeles, romance

Editado: 19.08.2021

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