Ann se ha dormido, me temo que sus alas están bastante dañadas para volverlas a colocar en su sitio, la noche se está acabando, dándole paso a un nuevo y triste día.
No he dormido, y aunque me he bebido más tazas de café de las necesarias no he parado de bostezar y golpear cosas a mi alrededor.
Muchas preguntas se enfrascan en mi mente, ¿Por qué se le han arrebatado sus alas? ¿A mí también me pasará lo mismo? ¿Por qué Ann?
Gruño de frustración, las ventanas están cerradas, bueno todas excepto la mía, siempre he preferido el aire fresco y puro que me brinda la diosa de viento, he caminado en línea recta por más de diez minutos. Temo que si sigo así el piso se abra, o queden marcas de mis pies.
Llevo mis manos hasta mi cara, y las uso para taparme.
—¡Estúpidas emociones!—farfullo.
Ahora me pregunto que estará haciendo Grace¿ya le abra propuesto matrimonio a Katlyn?
Una oleada de una sensación extraña recorre mi cuerpo ¿tristeza? No, realmente no sé que es, pero me siento mal.
Decido que es el mejor momento para tomar unas pequeñas vacaciones y salir de este lugar. Ann estará bien, me preocupa que cometa una locura, pero sé que es lo bastante prudente para ir hacia Stefan y pedirle ayuda, mi otra preocupación es Damián.
¿Por qué se ha comportado de esa forma?
¿Realmente quiso herirme?
No puedo fiarme de los demonios, creo que siempre lo supe pero… El deseo hacia lo prohibido pudo más que mi razón, pienso.
Camino hacia mi habitación, cojo una mochila y meto dos pares de muda, tres pares de ropa interior, unas media algunas ligas para recoger mi cabello, unos lentes, y mi diario/agenda.
Debo anotar todo, no puedo fiarme de mi cabeza.
Creo que no puedo fiarme de nada, en realidad.
Guardo todo en la mochila y extiendo mis alas, ya no me importa si se abre el techo, o comience a llover. Quiero ver a Grace, un pensamiento egoísta, porque él ya tiene a su alma gemela, yo solo soy egoísta e infantil.
Esa extraña conexión que siento al verle las dos veces, me hace dudar de mi poca cordura.
La abertura de hace días sigue intacta, ahora me es más fácil pasar por ella, mi cabello esta recogido en una coleta improvisada y mi mochila descansa sobre mi espalda. El mundo de los humanos sigue igual como lo recordaba.
Arriba en el cielo el sol brilla encandelando a todos, brindando sin recibir nada a cambio sus rayos que tanto agradecemos.
Camino por las calles que aun recuerdo, no tan nítidamente como me gustaría, pero lo suficiente como para guiarme hasta la cafetería en donde Grace me llevo.
Las personas se amontonan por todos las mesas, parejas abrazadas, otras haciendo mimos, amigas charlando energéticamente. Todo es muy vivo en este lugar. Camino pidiendo permiso hacia la mesa de aquella vez, y al igual que ese día sigue sola.
Me siento y dejo la mochila a un lado.
Ahora espero a que alguna persona venga hacia mí, no sé cómo funciona esto.
En De Voice los ángeles solo cerraban los ojos y aparecían sus pedidos, creo que la cafetería solo era una excusa para sentarse en un lugar abierto. Pero da igual la razón, ahora estoy aquí, y debo actuar como una persona.
He leído mucho sobre los seres humanos, ya que hasta que me designen una, que sucederán en mucho tiempo, debo acostumbrarme a la idea de que quizás nunca vuelva a tener esta oportunidad, y la estoy aprovechando al máximo.
Y eso es lo que importa. ¿O no?
Una chica de cabello corto llega con una sonrisa sincera y una libreta entre sus manos.
—Hola, soy Marlin soy tu mesera ¿Qué deseas ordenar?—su voz es fina, y su apariencia es como el de una chica de más de diecinueve años.
Sonrió, esta chica me cae bien.
—¿Qué puedo llegar a pedir?—pregunto.
—Mmm… Veamos a café, agua, jugos naturales, unas tostadas, chocolate. No sé que te gustaría comer.
Suspiro.
—Café está bien.— murmuro.
He mirado hacia todos lados, teniendo la esperanza de que Grace apareciera por algún lugar, pero sé que esos deseos son erróneos. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Meses? ¿Años?
Marlin sonríe y se retira.
Una risita me hace voltear, su mirada color caramelo me distrae, pierdo la capacidad para hablar ¿Cómo una persona puede llegar a hacer eso?
—Hola—dice al ver mi desconcierto.
—Hola.—Respondo—¿Cuánto tiempo ha pasado?
Una arrugita sale en su frente y cuenta con los dedos.
—Creo que cinco o seis meses.
—A mí solo me han parecido días.
Pasa su lengua por sus labios resecos, lleva una gorra negra que tapa su encantador cabello, una camisa gris ¿acaso no usa otro color?, y no puedo saber de que color son sus zapatos y pantalones.
—Al parecer tu tiempo, y mi tiempo son distintos.—me distrae su voz.
Asiento.
Marlin aparece con mi taza de café, esta vez trae una cucharilla y al parecer un tarrito de azúcar.
—Gracias.—agradezco.
Ella sonríe, luego gira la mirada hacia Grace.
—¿Desea algo?—musita sacando su libreta.
—Agua esta bien.—Dice.
Marlin camina lejos de nosotros anotando lo que sea que deba anotar.
Mi corazón bombea rápidamente, se siente como si un ave estuviera batiendo sus alas dentro de mi, mis palmas sudan y puedo ver un leve temblor al intentar verter un poco de leche que hay en la mesa.
—¿Estás nerviosa?—el tono juguetón de su voz me hace sonreír.
—Claro, como si no tuviera motivos.
—¿Cuáles serian? Candace—pregunta, pero su diversión se hace más palpable.
—Can, dime Can.—aclaro.
—Vale, Can.
Bebo mi café intentando no mirarlo, no entiendo por qué rayos me pone nerviosa.
¡Diosita Santa! No había notado esa sonrisa y esos hoyuelos tan lindos que tiene Grace.
Candace concéntrate, ¡debes calmarte!, me recrimina mi mente.