Un Angel Llora

Capitulo Once

 

 

 

 

Nunca se puede estar seguro  de los cambios que vendrán, realmente no está escrito lo que pasara en nuestras vidas, incluso en los ángeles tenemos el pavor de no saber que nos depara el mañana

Y ahora estoy viviendo el terror de ello.

He vuelto a la ciudad de oro, y todo aquí es caos. Tengo el collar de la lágrima que curiosamente nunca note en De Voice, en la parte de los humanos, estoy asumiendo que aparece y desaparece cuando le da la gana.

O esa es mi conclusión más apegada.

Ahora lo que veo con mis ojos es el caos y el terror, nunca pensé sentirme así, tan culpable. La fría mirada de Stefan me traspasaba todo mi ser. Oscuridad e ira. Su mirada transmitía ello, siento un temblor  y luego dolor.

—Deja de hacer eso, Stefan —Digo, mirándolo directo a los ojos.

Stefan frunce el ceño y los trescientos años que lleva vivo se hacen notar.

—Candace, te dije que te alejaras, te advertí que los ángeles no  podían acercarse a los humanos, te lo dije mil y un veces. —Protesto enojado.

Lo miro ceñuda y con resignación.

Él tenía razón.

He notado mis alas apagarse, ya no son blancas, o blancas con motas doradas, ahora se están convirtiendo en grises. Me preocupa.

Los ángeles volaban de aquí para allá, estábamos en la plaza de cristal. Un hermoso lugar que, como su nombre lo indica todo es hecho de vidrio.

Amaba venir hacia acá, pero al ver la inquisitiva y aterradora mirada de Stefan decidí que era hora de preocuparme.

Vuelvo mi atención hacia mis alas.

— ¿Qué le suceden a mis alas? — Pregunto.

Por primera vez desde que estoy hablando con el me mira, y su ceño fruncido se suaviza. Es un mal presagio, su cuerpo se tensa y de repente lo tengo a mi lado frotando mis alas.

 — ¿Qué ocurre? —Vuelvo a decir.

Él no responde, y siento el miedo recorre mi cuerpo.

Varias personas que circulaban por aquí, se detienen. Y se acercan discretamente hacia nosotros.

Los fulmino con la mirada.

—Stefan. —Murmuro frunciendo el ceño— Respóndeme.

Evade mi mirada, y mira sus pies. Sus manos de piel canela revolotean con el botón de su esmoquin.

—Cariño, ¿Qué has hecho? —Pregunta, le miro ceñuda.

— ¿A qué te refieres?

Me mira como si estuviera hablando con alguien de tres ojos.

—Tus alas. —Explica— Están muriendo, y asumo que eso también cuenta que cierta parte de  la Ciudad de Oro se esté derrumbando, Candace. —Me reprende y bajo la mirada.

Siento la vergüenza reflejada en mis mejillas que se sonrojan, mi iris está cambiando de color. Lo sé porque mis ojos pican.

El agua que sale de la fuente me salpica un poco mi vestido color salmón. Juego nerviosamente con mi cabello que cae sobre mis hombros hasta mi cintura.

—Candace.

Levanto la mirada.

—Debes entender  que existe un equilibrio entre este mundo, el mundo de los ángeles como tú y como yo, y el mundo de los humanos en donde habita tu amado Grace Lick. —Murmura como si estuviese dando una clase de vuelo a los principiantes.

Asiento con la cabeza.

Lo miro horrorizada ¿Cómo sabe de Grace?

«Entiendo ello, lo que no entiendo es por qué siempre me sucede todo a mí. Soy un bicho raro»

Dirijo la mirada hacia la fuente nuevamente, Allí petrificado y en cristal se encuentra la imagen de Anita, la diosa del cristal.

Me la imagino aquí tocando su violín de vidrio, con los demás de la orquesta. Todo un espectáculo.

—¿Cómo sabes de Grace?

—Ann me lo ha dicho. No la culpes ella esa sufriendo mucho.

—Lose. —Digo al fin. Después de estar unos segundos pensando.

—Tienes que arreglar todo este embrollo que has hecho.

«Como si no supiera ya. Siempre. Siempre debo hacer lo correcto, aunque esta vez debo hacerlo, ya que mi vida, la ciudad de oro y mis alas dependen de ello. »

— ¿Cómo lo hago?

Pasa su mirada desde mis alas hasta mi cara.

—Desde el principio. —Murmura.

«Desde el principio» Me digo.

¿Qué principio?

—Suerte. —Murmura Stefan y se retira.

Me doy media vuelta y comienzo a pensar. «Desde el principio, desde que comenzó todo. Pero… ¿Cuándo comenzó?.» Sonrió débilmente, todo es mi culpa.

Camino en puntillas por el frío pavimento color azul, azul como las alas de Stefan y Mía. Ellos dos son la muestra de un amor verdadero, dulce y el término «Para Siempre» es tomado en serio. Aún me pregunto por qué el piso es azul, si todo es de cristal.

«Por la tradición, tonta» Mi mente, siempre tan amable me responde.

Sonrió sin poder evitarlo, extiendo mis alas y comienzo a volar. Desde arriba, la ciudad parece diminuta y chistosa. Aunque técnicamente todo aquí es chistoso. Desde donde estoy puedo ver claramente como la ciudad de oro se cae a pedazos. Los ángeles de la ciudad están revoloteando de allá para acá y haciendo todo lo posible para evitar la extinción del puente que conecta la ciudad.

Me impulso con la corriente de aire fresco que sigue y estoy allí en un abrir y cerrar de ojos.

Al menos puedo volar.



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En el texto hay: fantasia, angeles, romance

Editado: 19.08.2021

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