Un Angel Llora

Capitulo Dieciseis

 

La cafetería estaba repleta, la gente entraba y salía, chistes, murmullos y el olor a tabaco era el ambiente.

Una mujer que no tiene más de veinte y picos se acerca a mí con paso decidido y chueco. Suelto una risita, su vestimenta y su actitud daban gracia, los tiempos de ahora.

La mujer de piel canela me mira seductoramente, sus caderas se mueven al compás de sus pisadas, y su mirada es fuego.

Su ceja se levanta haciéndome sentir extrañamente calmado, relajado y en paz.

Su cuerpo se acomoda en la silla continua a la mía, coge el menú, comienza a silbar.

Meneó la cabeza y sigo leyendo el periódico.

Un hombre de estatura baja y cabello azabache se acerca a mí a pedir mi orden.

«Ya era hora»

—Buenos días, ¿Qué desea ordenar? —Su voz era grave, como la de los luchadores o las de un hombre fuerte.

—Buenos días. —Respondo y solo pido una Coca Cola.

El hombre asiente y se marcha.

La mujer de mi lado se voltea y sonríe tímidamente. Sus ojos me recuerdan a Katlyn, aunque no puede ser ella. La conozco, aunque no mucho por lo que veo.

Asiento con la cabeza a su sonrisa tímida, ella sonríe más ampliamente, alegrada quizás.

El hombre llega con mi pedido, una Coca- Cola bien fría, doy gracias y él se retira.

La voz fina y suave me hace girar la cabeza, allí la señora aunque el termino no le va, a la chica de al lado ha hablado.

—Hola. —Dice mientras saca un cigarrón y le da una calada.

La miro extrañado, la mujer de hace unos segundos se ha transformado. Ahora soy presa de un gran tigre, aunque yo debería estar coqueteando primero, de vez de ella a mí.

«Quizás mi madre me ha dejado caer de pequeño y por eso estoy atrofiado»

La cafetería se ha enchiquecido y más gente ha llegado, bueno enchiquecido ante mis ojos. El espacio es demasiado pequeño para que haya tanta gente, las paredes pintadas de un color marrón claro, o color arena que se han desgastado con el tiempo.

«Todo se lo lleva el tiempo, los años destruyen tu apariencia externa, tus emociones y quizás una que otra cosa más.»

Sonrió y contestó:

—Buenos días, bella dama.

La mujer de ojos jade me sonríe lascivamente, da otra calada al cigarro y expulsa el humo.

Una suave melodía se desprende de las cornetas ubicadas estratégicamente. No reconozco la melodía, pero sin poder evitarlo comienzo a mover mi pie al compás del suave violín que suena.

— ¿Qué hace un hombre como tú, en un lugar como este? — sus uñas pintadas de rojo hacer ver la mala obra que han hecho con ellas, quizás estén frescas aun. Se puede ver las sobras del exceso de pintura de uñas a una orilla del dedo,

En el dedo índice posa delicadamente un anillo con forma de gato.

— ¿Cómo un hombre como yo? —pregunto lleno de incertidumbre.

El gorro que llevo puesto tapa la mayoría de mi cabello.

—Un hombre que parece estar decepcionado de la vida, de los amores del pasado y del camino rocoso que le ha tocado vivir. Pero a pesar de eso, tiene una sonrisa extraña y melancólica, y en sus ojos se puede ver que aún tienes esperanza de salvarte de las desgracias.

Abrí los ojos en par, reacción que me extraño de mí. Poco a poco fui sorbiendo la Coca Cola, sin despegar la vista de la extraña mujer.

Alzo una ceja, en gesto de extrañeza. Aunque la poca entereza que queda en mi alma. La mujer que no me conoce, no sabe mi pasado, técnicamente no sabe nada de mí acaba de relatar lo que mi mente se atreve a surgir cada vez que puede.

— ¿Quién eres? —Pregunto, con cierta curiosidad por saber la respuesta.

—Puedo ser quien yo quiera, puedo ser cualquier cosa que me plazca, hasta irónicamente puedo ser tu peor pesadilla.

«Mi peor pesadilla»

—Al menos debes poseer un nombre. —cuestiono.

Ella rueda los ojos “ella” será su apodo, ya que tarda un rato en contestar.           Medita un rato, haciéndose la dura, muerde su labio inferior pintado de rojo pasión.

—Puedes llamarme Alexa.

—Alexa. Mucho gusto.

Sonríe, como una colegiala, a sumo que debe tener mi edad.

Y en este momento me siento como si tuviera 50 años debes de tener 25.

— ¿Tu nombre?—Dice. Hace una seña al mismo hombre que me ha atendido, sonríe mostrando sus dientes blancos y un poco torcidos. El chico encargado de entenderla sonríe coquetamente. Volteo hacia otra dirección, en este momento quiero estar lejos de cualquier sentimiento afectuoso—. Un café exprés bien cargado.

El chico asiente y se retira.

—Grace, Grace Lick—Respondo.

—Bienvenido Grace. Espero que seas capaz de seguirme el paso, porque desde que acabas de conocerme sabrás como se vive la buena vida.

Suelto una carcajada. Esta chica era peligrosa.

Nuestra pequeña charla se interrumpe, llega el chico con el café de Alexa. El chico de nombre desconocido deja al lado del café un pequeño papel, con el nombre y su celular para Alexa. Sonrió y ruedo los ojos.

—Se llama Jack y me acaba de dar su número. —Su voz suena aguda, más de lo que ya era con un matiz de alegría. Sus ojos jade están iluminados. Siento la necesidad de decirle que se cuide, pero me retengo. Soy un desconocido para ella, y aunque lo se ese deseo irremediable de proteger a las personas vuelve a aparecer.

—Me alegro. Solo cuídate.

Jack me mira desde el otro lado de la estancia, y por primera vez siento ganas de echar a correr.

— ¡Como si no me lo hubieran dicho antes! Estaré bien, puedo cuidarme bien sola, siempre lo he hecho, y siempre lo haré.

Y por primera vez desde que la conozco hace diez o quince minutos, concuerdo con ella.

Se cuidaría sola.

Y diría que lo haría muy bien.

Agita su cabeza, haciendo que su cabello se esponje más, sus rizos caen sobre su cara, y se retoca el labial.

— ¿vamos?



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En el texto hay: fantasia, angeles, romance

Editado: 19.08.2021

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