Un Ángel para el Cielo

2. La despedida

Nada me había hecho querer desaparecer de la faz de la tierra como este momento. Pensé en que nada era real que, todo lo que mis ojos observaban era solo producto de mi imaginación, una muy mala y cruel imaginación. Ignoré la algarabía de los presentes al momento que indicaron que la carroza fúnebre arribaba con el cuerpo de mi amigo. Me sumí en el dolor y sentí como lo poco que quedaba en mí se rompía por completo.

─Disculpen ─ante esa indicación observé de manera lasciva a cuatro hombres ingresando el féretro para ubicarlo en las bases que lo sostendrían. Sentí como mis mejillas se humedecían y una vez más pretendí que no era tan frágil como para pensar que ya no tendría el futuro que una vez soñamos. A mi mente llegan los momentos compartidos y es como, si el cielo se hubiese quedado sin estrellas. El ardor en la palma de mi mano no es nada comparado con el dolor que siento al escuchar los gritos quebrados de su madre y los sollozos de los presentes.

─Permiso ─dije abriéndome paso entre la multitud que ingresaba al interior de la casa para saciar su curiosidad del cuerpo sin vida que yace en el cajón. Salí de la casa ignorando comentarios de pesar y frases sin sentido sobre lo cruel de la vida o lo injusta que es la muerte al llevarse a un joven tan bueno como lo era él.

─Flaca ¿Le traigo agua? ─negué ante la pregunta de mi hermana dándole un intento de sonrisa para calmar su preocupación. Muchos compañeros del colegio se encontraban a esperas de poder verlo por última vez y uno que otro me saludo con un gesto de pesar que, claramente dejaba al descubierto lo terrible de mi imagen. Caminé y mi vista se centró en el árbol frente a su casa, uno al que le faltaban gajos de flores y sabía perfectamente el por qué. Tome una flor y esperé a que la mayoría saliera de la casa; al ingresar iban a cerra el féretro, pero su mamá lo impidió y, con un movimiento de mano me pidió que me acercara. Suspire fuerte y camine hacia él. Al estar frente a su cuerpo sin vida, sentí el peor de los sentimientos de soledad y un dolor al que no pude ponerle fin. Deje que mis lágrimas expresaran y llenaran ese gran vacío al no poder ver sus ojos deslumbrantes, ni escuchar su voz cargada de alegría.

─No te olvidaré nunca ─susurré tomando sus manos para dejar las flores que él le robaba a su madre para dármelas y hoy era yo quien copeaba sus actos ─. Nada ni nadie ocupará tu lugar… Sabes que las despedidas no son lo mío, pero no prometo, ni trataré de olvidarte, si lo hago el dolor para mí será el doble y quizá lloraré mucho más de lo que hoy estoy haciendo. Ten presente que no encontraré a nadie como tú, porque simplemente eres único y hoy solo te voy a decir adiós, porque sé que un día nos volveremos a encontrar. Nunca te dije lo mucho que te amaba y ese amor será como nuestra amistad, será y es hasta la eternidad.

─Se nos fue ─me gire y abrace fuertemente a la novia de mi amigo. No pronuncie palabras de consuelo, ni yo las tenía para mí, mucho menos para dárselas a alguien más. Tomadas de las manos, apreciamos un par de minutos más su cuerpo y antes de retirarme, deposite un beso en la yema de mis dedos colocándolos sobre su fría frente. ─Homero te quería mucho y siempre me dijo que jamás le pidiera que se alejara o cambiara su amistad, porque era algo que él no haría y antes de una novia, estaba su amiga ─Hipé ante su comentario y luego observe como las palmas de mis manos estaban heridas por lo fuerte que concentre en ellas mi dolor. Suspiré y conteste:

─Lo sé y gracias por nunca alejarlo de mi ─sequé mis mejillas y me dirigí a donde mi madre. Me aferré a sus brazos tratando de apaciguar mi quebrado corazón, pero no resulto. Por más consuelo que busqué, no fue posible encontrarlo.

─Debemos irnos ─no era una orden por parte de mi padre, lo sé por el tono que uso. Sentí que era una solicitud que a él también le afectaba, pero ya era tarde y debíamos volver a casa. Me despedí de todos y pedí al tiempo que trascurriera rápidamente para que mi sufrimiento fuera menos. Esa noche no escondí mi dolor; tomé el casete de los Bukis y subí a la terraza de nuevo. Observe el cielo pretendiendo no saber el motivo de mis frustrados sentimientos y del por qué no quería conciliar el sueño. Incliné mi cabeza entre mis piernas y me arrepentí, porque una vez que cerré mis ojos, ahí estaba él sonriendo pícaro y nuevamente me quebré.

─Se que el tiempo que pasemos alejados, es el tiempo que necesitamos para saber lo que significa nuestro amor de amigos, porque te amo como sé que no amaré a nadie y aunque tarde, solo deseo que lo sepas y que nunca lo olvides. ─ante mis propias palabras sonreí con amargura, pero con la tranquilidad de saber lo afortunada que fui al compartir un espacio de su tiempo. Bajé e ingresé con calma para no despertar a nadie, me acomodé en mi pequeño rincón y fijando mis ojos en el techo oscuro de mi cuarto, le pedí que me dejará descansar y que no se atreviera a perturbar mi sueño, solo quería descansar como si nada de esto hubiese ocurrido.

─Hija, hija ─el movimiento en mis hombros logra que abra de manera lenta y perezosa mis ojos. ─me alegra que hayas podido descansar.

─¿Qué hora son? ─pregunto al ver la habitación iluminada por los rayos del sol.

─Casi las 10. Por eso vine a llamarte y poder salir temprano a la casa del finado Homero. ─asentí y fue imposible que mis ojos no se cristalizaran ante la palabra finado. Deje que el agua de la regadera cubriera mi cuerpo y los recuerdos de sus palabras en mi sueño me llenaron de esperanza y tranquilidad.

─Hola ─dije al llegar a su casa. Eso de buenos días me sonaba ridículo, quien podría tener un buen día teniendo a su hijo sin vida en la sala de su casa. Recibí la aromática que me ofreció su hermana sin comentario alguno. Esperé un tiempo prudente y me acerqué al féretro con la intensión de agradecerle por recordarme que éramos y seremos amigos por siempre, así haya sido mediante un sueño. Pero, lo único que logré fue reclamarle el hecho de haberme dejado sola y sin nadie que hiciera de mis días una sorpresa o un susto constante.




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