Un anhelo de vida.
Se vuelve un milagro de noche buena.
—Evelyn, ya te lo dije, lo siento mucho amiga, pero sabes que me encuentro transitando por una situación de gravedad. No puedo ayudarte.
Rebecca Fraga o Becca como hace llamarse mi editora. Una joven mujer de 25 años de edad, menor que yo, más no se le puede negar la madurez y disciplina con la que lleva su trabajo. Tengo amigas de la edad de ella, quienes hace unos 3 o 2 años atrás, ya han dejado la universidad; y todavía tienen rasgos inmaduros de chicas universitarias, todo lo contrarío a mi jefa.
—Está bien, lo lamento por insistir, Becca, gracias de todas maneras y espero que tu situación se solvente —respondo intentando desteñir el tono de pesar que cargo encima, más he sido sincera en expresarle un aire de ánimos, con respecto a su situación, la cual desconozco y no quiero ser imprudente al preguntarle.
Esta me regala una sonrisa de medio lado y abrigada en un precioso, costoso abrigo, que imita la piel de zorro; coge su cartera, tan elegante como el abrigo. Se encamina hacia uno de los ascensores que hay en la oficina en la que trabajo. Observo a mi alrededor, solo quedamos, Anne, Will y yo. Estos mencionados, están, “y que metidos de cabeza en sus computadores”. Pues, no, la verdad, tan solo fingen no prestarnos atención a Becca y a mí. Una vez que mi jefa se pierde de vista.
—¡Lo lamento tanto! Eve —corre abrazarme Anne.
—Sí, Becca ha sido mala sangre —dice a lo lejos Will.
—No seas así de malo…—comienzo a decir. Anne me suelta e interrumpe.
—¡Eve! No la defiendas. Has suplicado, casi te has arrodillado y ella te ha cortado la cabeza. ¡Por Dios! En pocos días es noche buena y luego navidad. No le costaba nada darte una mano. Lo más probable, es que la malvada esa, viaje a París o Londres —dice con evidente envidia.
Suspiro y me llevo una mano al puente de la nariz.
—Por favor, suficiente. No pueden juzgarla así. Lo has dicho más que bien, muy exacta. Pronto es navidad, no pueden, —digo mirando a Will—, hablar así de una persona, sin saber por lo que está pasando. Podrá tener mucho dinero, sí, pero, sigue siendo tan humana como nosotros. —finalizo con mirada seria.
Anne sube las manos en modo de derrota. Will se acomoda los anteojos y camina hacia un dispensador de agua.
—¿Qué vas hacer? —pregunta Rachel, haciendo acto de presencia.
Rachel mi mejor amiga y compañera de trabajo. Siempre ha tenido un aire de chica mala, más no lo es, es solo una apariencia. Will se muere de amor por ella. Observo de reojo a Will, quien casi suelta el conito de papel, en donde se ha servido agua.
—No lo sé. Contaba con ese dinero. Supongo que tendré que buscar algún trabajito de centro comercial.
—¡¿Qué?! No, no, no. ¡Estás loca! —explota para mi sorpresa, Anne.
Rachel alza una ceja y camina hacia ella como una felina.
—Anne, no seas tan dramática. Necesita el dinero. Sin embargo, Evelyn, —dice mirándome—, ¿estás segura de que a Rebecca, le ha gustado los últimos capítulos?
Frunzo el ceño.
—Sí… sí, por supuesto. El libro ya casi está finalizado. No creo que después de pagarme casi todos los capítulos, pues, no pague por los últimos.
«No puedo permitirme dudar. Le ha gustado, el dinero no se reembolsa, pero… ¡No! No comiences a pensar en tonterías, le gustó y punto. No va a descartarte y hacer caridad contigo, ¡Relájate!», con ese balde de agua fría que me doy mentalmente, pongo mi mente en frío.
—Yo sigo pensando, —interviene Will—, que es muy lamentable que pierdas los derechos de autor.
Mi boca se contrae en una mueca de dolor. «Yo no quiero perder mi derecho de autor, pero no me queda de otra. Becca me está pagando muy bien. Además que no tengo lectores, no soy conocida. Soy virgen en el mundo de las editoriales. No puedo ponerme a esperar para hacerme conocer, necesito el dinero».
—¿En qué piensas? —me pregunta Rachel.
—En que tengo que irme. Se hace tarde. Gracias, chicos, de verdad. Gracias por preocuparse por mí. Me encantaría quedarme o ir a bebernos un café, pero ya se me hace tarde. Nos vemos el 26. Adiós —respondo y cojo mi bolso, y una pila de carpetas. Trabajo que tengo pendiente.
Todos se despiden de mí, sin decir más. Hoy es un día frío. Trabajo en una editorial que manejan unos norteamericanos. En Caracas, Venezuela. Mi inglés ha mejorado muchísimo, gracias a este trabajo. El tema del libro que le estoy escribiendo a mi jefa… no es algo de una sola vez. Ya tengo un año escribiendo para ella y nadie de mis compañeros, ni siguiera Rachel, saben que llevo esa trayectoria con Becca. El dinero es para un auto regalo. Mi propio apartamento. Tengo muchísimos años, casi toda una vida reuniendo en dólares. Podría escribir un libro contando todos los trabajos, lugares, en los que he estado trabajando, para tener, tanto dinero en físico, como en una cuenta bancaria en los estados unidos. Sacrificios, tras sacrificios. Mi sueño es ser una escritora famosa, pero por ahora, aunque ya tenga un año escribiendo, tengo que quedarme en la sombra, como escritor fantasma.