PRIMERAS IMPRESIONES
«Ojalá que lo que estés buscando, valga más de lo que estás perdiendo».
—Noe —la voz de Sindy resuena en la amplia sala—. ¿Dónde estás?
Escucha el correr del agua en la regadera y se dirige hasta la habitación. Se asoma un poco en el baño y la ve a través del cristal esmerilado.
—¿Estás bien? —le pregunta un poco preocupada.
El sonido de la voz de Sindy la saca del letargo en el que estaba sumergida desde hace casi una hora. Abre los ojos lentamente, cierra el grifo del agua y voltea a mirarla.
—Sí —contesta en un susurro—. Dame un momento.
Sindy la mira inquieta. Asiente y cierra la puerta. Noelia sale unos minutos después envuelta en su bata de baño. La mirada se le ve apagada y la expresión en su rostro, mortificada.
—¿Qué ha pasado? —indaga Sindy sentándose junto a ella en el borde de la enorme cama—. Te he estado llamando desde que saliste del consultorio. ¿Dónde estabas?
—Fui al hospital a ver a Lucas.
Los ojos de Sindy se abren en toda su magnitud y en su pequeña boca se forma una O.
—No lo hiciste —contradice alarmada.
Noelia asiente con un movimiento de cabeza.
—Quería verlo, te lo dije.
—Y te dije que no te metieras en líos —su voz suena más dura de lo que pretende—. ¿Y qué pasó? ¿Por qué estás así?
—Lo vi —frunce sus labios en un gesto pensativo—. Es absurdamente parecido a Xandro. Es más, son idénticos —mueve la cabeza un poco—. Aunque Lucas tiene algo… —su mirada se pierde un poco en sus pensamientos—. No sabría qué… pero… —cierra los ojos con fuerza y respira profundo—. Estoy muy confundida.
—¿Alguien te vio?
Noelia lanza una pequeña sonrisa amarga.
—No solo me vieron todos los Kontos —aprieta su rostro con sus manos—. Me fui con ellos a la mansión.
—¡¿Qué?!
Noelia se tira hacia atrás y cae de espaldas en la cama. Se abraza un poco y mira a Sindy con aflicción.
—Les mentí, Sindy. De mi boca salían una cantidad de mentiras que… —su voz se apaga—. Me desconozco —una lágrima sale de sus ojos—. No sé en qué me estoy convirtiendo.
Sindy se acuesta a su lado y la abraza con cariño.
—A ver… cuéntame qué fue lo que pasó.
Poco a poco le cuenta todo lo que dijo y la forma en cómo aquellas mentiras se fueron convirtiendo en verdades que ahora la encadenan y la condenan.
—Ahora tengo que irme a vivir con ellos y me estoy muriendo de miedo.
—¿Y Xandro? ¿Dónde está? —pregunta Sindy llena de impotencia.
Detesta todo aquello, odia ver la forma en que su mejor amiga actúa movida por un amor insano que lo único que hace es meterla cada vez más y más en problemas.
—No lo sé —contesta más tranquila. Después de haber sacado todo lo que le tenía el pecho comprimido, se siente un poco más liviana, puede respirar mejor—. Me dijo que por unos días se mantendría alejado para no levantar sospechas.
—Es un cretino. Es lo que es —expulsa furiosa—. Te lanza a la jaula de los leones y se queda afuera viendo el espectáculo, sin involucrarse.
—No es así. Él…
—¡Maldita sea, Noelia! ¡No te atrevas a defenderlo! —Noelia baja la mirada y Sindy respira intentando calmarse—. Noe, todo esto se está complicando demasiado. ¿Te has puesto a pensar un momento en qué pasará si ese hombre despierta?, dime, ¿qué harás? —pregunta en un tono más suave y evidentemente angustiado—. Puedes ir a prisión, ¿entiendes eso?
—Lo sé y ya no puedo hacer nada. Ya mentí, ya firmé documentos falsos. Ya… —su voz se apaga—. Ya solo me queda seguir con la farsa y esperar que todo salga como Xandro desea.
—Que se muera el hermano para él quedarse con lo que tú heredes.
Aquellas duras palabras atraviesan el pecho de Noelia como una daga ardiente. Se negaba a ver las cosas desde esa óptica, pero visto desde ese punto, suena asqueroso, sórdido, vil, repulsivo.
Se levanta con algo de dificultad y se sienta nuevamente en el borde de la cama. Sindy hace lo mismo. Sus miradas se encuentran y su mejor amiga no puede hacer otra cosa que intentar comprenderla.
—Lo siento —dice Sindy con pesar—. Lamento ser tan dura, pero es que… —aprieta los dientes—. Te adoro, lo sabes —Noelia asiente con nuevas lágrimas en los ojos—. No quiero esto para ti. Pero eres tú quien debe darse cuenta. Eres tú quien debe decidir.
—No quiero perderlo —dice aquellas palabras con dificultad, casi ahogada por una dolorosa emoción.
—Si todo esto se descubre, no solo lo perderás a él, perderás todo, Noe, todo por lo que has luchado tantos años, y…
El sonido de la puerta principal del pent-house las sobresalta cuando escuchan que se abre. Se miran una a la otra en señal de confusión.
Editado: 19.08.2024