EXTRAÑAS SENSACIONES
«Qué bonito trabajo el de la luna: iluminar vidas cuando andan a oscuras».
—Esta es la habitación de Lucas y ahora es la tuya —informa Delilah con una enorme sonrisa.
—Puedo quedarme en otra habitación —insiste Noelia—. No creo adecuado que invada su espacio y…
—Tonterías, querida —contradice Delilah con la misma actitud risueña—. Ahora tienen que compartirlo todo. No es correcto que duermas en otra habitación. Esta es la que te corresponde.
Noelia traga un poco con dificultad y sonríe con cortesía.
—Los médicos nos han dado grandes noticias —dice con efusividad—. Muy pronto lo tendremos aquí en la casa y seguro él querrá tenerte a su lado, cuidándolo y acompañándolo.
—Sí, seguramente —exclama con disimulada ironía.
—Te dejo para que te cambies y te vistas con propiedad. Recuerda que te esperamos para la cena. Aquí somos muy estrictos con los horarios, así que debes estar puntual para las comidas, ya poco a poco te iré enseñando las demás normas y rutinas de la mansión.
Algo en el tono de voz de Delilah le produce escalofríos a Noelia. Sin embargo, sonríe una vez más y asiente de acuerdo.
—Estaremos todos para la cena, esperemos que Xandro pueda venir —anuncia y la piel de los brazos de Noelia se eriza de emoción ante la posibilidad de verlo después de todos esos días—. A él no lo conoces, o, ¿sí?
—Lucas me habló algo de él —contesta rápidamente.
—Bueno, querida —le da un sonoro beso en cada mejilla—. Acomódate a tu gusto —dice extendiendo sus manos y mostrando la enorme y lujosa habitación.
Delilah sale y Noelia contempla el lugar. Es una alcoba amplia, amoblada exquisitamente que refleja la masculinidad de Lucas en cada rincón: líneas rectas y muebles robustos, tonos oscuros que contrastan con la luz natural que se filtra por las cortinas entreabiertas. La cama, imponente y bien hecha, parece esperar la presencia de su dueño ausente.
Por un momento, el aroma que emana en el aire la distrae. Es una mezcla sutil de madera, con lo que deduce, es el olor de la colonia de Lucas que se conserva en el ambiente, envolviendo cada rincón. Le resulta agradable.
Al respirar ese perfume tan particular, una cálida oleada de emociones envuelve a Noelia. El aroma evoca recuerdos no vividos, sensaciones que parecen pertenecer a un pasado que nunca fue suyo. La fragancia, en lugar de parecerle ajena, se vuelve familiar, casi reconfortante.
Siente una extraña cercanía con Lucas a través de ese aroma. Sus sentidos se agudizan, y mientras recorre la habitación, cada detalle parece cobrar vida. El suave tacto de las sábanas, la luz tenue que se cuela por las cortinas entreabiertas, todo contribuye a esa sensación de familiaridad en un lugar tan ajeno para ella.
Noelia entra a una pequeña habitación que hace de vestier sintiéndose como una intrusa en ese mundo íntimo y privado. Se encuentra con un despliegue de trajes elegantes, ordenados con precisión quirúrgica y hechos a medida. Cada prenda grita la imponencia, poderío y el buen gusto que caracterizan al dueño. Las impecables camisas, alineadas y dispuestas por colores; los zapatos relucientes, colocados con precisión y en su orden correspondiente; cinturones, corbatas, medias en su lugar; los pijamas perfectamente doblados.
Evidentemente, aquel espacio pertenece a un hombre que sabe lo que quiere y cómo obtenerlo.
Es tan diferente a Xandro…
No quiere, pero no puede evitar compararlos. Sí, se reprende. Le resultan odiosas las comparaciones, pero su mente se niega a aceptar esa premisa y sigue poniendo a los dos hombres en esquinas opuestas a pesar de su absurdo parecido físico.
Exhala con cansancio y cierra los ojos con fuerza. No puede seguir haciendo eso. Lo peor es que en esos pequeños detalles que se revelan a su alrededor, Xandro siempre lleva las de perder. Se repite que las apariencias engañan y que una habitación ordenada, pulcra y elegante no define absolutamente nada, ni a nadie, o, ¿sí?
La cena transcurrió en aparente calma. Todo estuvo tranquilo y la conversación fue amena y fluida, sin preguntas incómodas ni sospechas evidentes. Se podría decir que la disfrutó a excepción de la rigurosa etiqueta que Delilah impone en la mesa. Ella está acostumbrada a algo mucho más sencillo y descomplicado, pero supo sortear la situación y salir con la cabeza en alto.
Se disculpó alegando que se sentía muy cansada y que al día siguiente debe ir a trabajar. Pese a que el trato es amable y casi que afectuoso, ella no puede evitar sentirse fuera de lugar. Sobre todo, por la culpa que pesa sobre ella como si llevara un yunque de mil toneladas en sus hombros.
Se pone su pijama y con un poco de recelo, termina metiéndose en la enorme y espaciosa cama. Siente que invade el espacio personal de Lucas, que violenta su intimidad, pero, una vez más, cierra los ojos con fuerza, respira profundo y trata de sobrellevar la situación lo mejor que puede.
Editado: 19.08.2024