REVELACIONES
“Al final, te das cuenta de que no pierde el que lo da todo, sino el que no lo sabe valorar”.
Noelia estaciona su auto frente al garaje de la imponente mansión Kontos. Al salir, el viento nocturno de diciembre refresca su rostro. El clima se está tornando algo frío aunque el cielo cada vez está menos estrellado. Mientras guarda las llaves del auto en su cartera, una melodía lejana captura de inmediato su atención.
—Un violín… definitivamente es un violín —susurra Noelia, emocionada.
Hábilmente tocado, el maravilloso instrumento llena el aire con las notas de una partitura que Noelia reconoce. Es melómana y, el violín en particular, es uno de sus instrumentos favoritos. Intrigada, sigue el sonido hasta llegar a un pequeño y acogedor chalet acondicionado en la parte trasera de la mansión.
Allí, ve a Giavanna inmersa en la interpretación de aquella melancólica melodía. Las cuerdas del violín vibran en la oscuridad de la noche, creando una atmósfera única. La luz tenue de la luna menguante se filtra por las ventanas del chalet, creando sombras danzantes que acompañan la serenata nocturna. Noelia se queda de pie, hipnotizada, deleitándose con la destreza de Giavanna y la emotividad que transmite con una de aquellas notas cautivadoras.
Giavanna finaliza la última nota del violín. Sus ojos permanecen cerrados mientras permite que la melodía se disipe en el aire. Al abrir sus ojos, se encuentra de frente con la figura de Noelia, quien la observa con fascinante admiración.
Sorprendida por la presencia de su cuñada, Giavanna baja el violín y le dedica una sonrisa cálida. Noelia, sintiéndose un poco indiscreta e inoportuna, se disculpa avergonzada.
—Lo siento, no quería interrumpir —levanta un hombro en señal de disculpa—. Pero no pude evitar acercarme. Tu música es increíble —murmura, tratando de no perturbar el encanto que la sinfonía ha dejado en el ambiente.
—No interrumpiste en absoluto. Al contrario, me alegra que te haya gustado —dice la hermosa jovencita, lejos de estar molesta—. ¿Te gustaría sentarte un rato? —señala un cómodo lugar junto a ella.
—Bueno —concede con una sonrisa—. Está bien.
—¿Estabas fuera de la casa? —pregunta Giavanna, con amable interés.
—Sí. Salí con mi mejor amiga. Nos tomamos una copa.
—Yo nunca salgo. Suena divertido —sonríe con una expresión un poco triste.
—Lo es —Noelia lo nota—. Cuando quieras nos puedes acompañar. Si lo deseas.
La mirada de Giavanna se ilumina casi imperceptiblemente.
—Me encantaría —responde encantada.
—Eres increíble, Giavanna —comenta Noelia con sinceridad y admiración—. Tienes muchísimo talento.
—Gracias. La música es mi refugio. Mi violín me ayuda a expresar lo que con las palabras a veces no puedo —responde con timidez.
—Podrías ser una gran concertista si te lo propones.
Giavanna ríe elogiada, con sus mejillas ruborizadas.
—Pero no es eso lo que a mí realmente me gustaría —dice con la mirada centelleante, con una chispa traviesa en los ojos.
—¿Qué te gustaría? Si puedo saberlo —pregunta con discreción.
—Me encantaría echarme mi mochila en un hombro y mi violín en el otro y tomar rumbo hacia lo desconocido, caminar sin destino fijo. Tocar en cualquier plaza donde la gente pasea, por unas cuantas monedas, ¿me entiendes?, tocar solo por el placer de compartir un poco de mi música —sonríe.
—Una vida bohemia —corresponde Noelia a su sonrisa.
—Sí —contesta con un entusiasmado movimiento de cabeza—. Quisiera explorar cada rincón del mundo. Vivir lejos de las restricciones y las expectativas de mi familia, simplemente siguiendo el ritmo de mi corazón y las notas de mi violín.
—Suena genial —dice con sinceridad.
—¿Cierto que sí? —pregunta con el brillo de los ojos disminuido.
—Por supuesto. ¿Por qué no lo haces?
Giavanna baja la cabeza y guarda silencio un momento. Noelia la observa, igualmente en silencio.
—¿Sabes? Estaba pensando en Luc —dice cambiando el tema—. Por eso me vine aquí —recorre el sitio con la mirada—. Él dispuso este lugar para mí, para que tocara con libertad, sin que nadie me molestara —su voz se quiebra—. Lo extraño mucho. Esa canción que tocaba es una de sus favoritas. Se sentaba conmigo, ahí, donde tú estás ahora y me escuchaba tocar —una lágrima resbala por sus mejillas sonrosadas.
—Eso se oye muy agradable —una extraña calidez recorre el pecho de Noelia al imaginar aquella escena.
—Ni tanto —bufa en desacuerdo y se limpia las mejillas—. Era mi más cruel crítico —sonríe divertida—. Si desafinaba o me equivocaba en una nota, me recriminaba sin compasión. Tú más que nadie sabe lo severo que puede llegar a ser —la mira expectante.
Noelia sonríe conmovida por la emoción en las palabras de Giavanna al referirse a su hermano.
Editado: 19.08.2024