Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 18

UN PARPADEO

“Las palabras son efímeras, los gestos pueden ser teatrales, pero los ojos…, los ojos no mienten.

Una mirada puede ser demoledora y dejarte ver en apenas un instante lo que alguien esconde en lo más profundo de su corazón”.

—Por fin —exclama Noelia, expulsando el aire por la boca al llegar a la mansión.

El frío de diciembre ya comienza a intensificarse, así que se cubre con su abrigo de cachemira y baja del auto cargando varias bolsas y unas pequeñas cajas.

El tráfico fue desesperante. Ella deseaba llegar pronto a la casa, ya que, en esa época del año, los días son relativamente más cortos, con menos horas de luz solar, y no quería que la noche la atrapara en medio de una fila de autos.

Desde que se despidió de Andreas en la naviera, estuvo comprando todo lo necesario para empezar con las terapias que pueden ayudar a Lucas en su recuperación motora. Ha adquirido aceites, cremas y esencias para iniciar la primera fase del tratamiento.

Ya ha contado la verdad, se siente liberada y su conciencia mucho más tranquila. Solo espera las decisiones que Andreas tome y, sea cual sea, ella las acatará sin problemas. Por eso, ha decidido que aprovechará hasta el último segundo que le permitan permanecer al lado de Lucas y lo ayudará a su manera, utilizando las herramientas que tiene a mano.

Si mañana Andreas decide entregarla a la justicia, al menos ella disfrutará las horas que le quedan al lado de su señor.

Un ruido llama su atención. Mira hacia el enorme jardín del lado este de la mansión, de donde proviene aquel sonido, como de herramientas, y sonríe como una niña al ver que algunos empleados comienzan a armar el karavaki.

Un poco de nostalgia la invade al recordar cómo su padre disfrutaba de armar cada año su pequeño barco y decorarlo con luces navideñas. Se emociona sinceramente al ver que los Kontos mantienen activa esa vieja tradición griega.

Saluda con la mano y una amable sonrisa a los empleados cuando pasa a su lado. Mira la hora en su reloj y maldice entre dientes. Ya casi es la hora de la cena. Delilah no la dejará entrar en el comedor si no se arregla adecuadamente. En otra ocasión, no le importaría no cenar, pero tiene mucha hambre; desde el desayuno, no ha probado bocado.

Corre entonces, escalera arriba y entra en la habitación. Se detiene en seco cuando ve a la enfermera sentada en un sillón cerca de la cama donde Lucas reposa.

—Buenas tardes —saluda Noelia con cortesía.

—Buenas tardes —contesta la señora vestida con su uniforme blanco—. Usted debe ser la señora Kontos.

—Sí, mucho gusto —Noelia extiende la mano, y ella se la entrega con una sonrisa amable y respetuosa—. ¿Cómo ha pasado Lucas el día?

—Tranquilo, sin ninguna novedad —Noelia asiente entre aliviada y desilusionada—. He sido enviada de la clínica para…

—Sí, lo sé, tranquila, pero ya estoy aquí, así que puede retirarse.

—Pero yo debo estar…

—A partir de este momento me encargaré de mi esposo. Yo me responsabilizo por todo —enfatiza con voz firme—. La espero mañana por la mañana —señala la puerta de salida—. Que tenga buena tarde.

La mujer la mira contrariada, confundida, pero no alega. Asiente con un gesto de su cabeza, toma sus cosas y sale de la habitación.

Noelia deja los paquetes a un lado y se acerca a Lucas.

—Hola —susurra con la voz llena de emoción—. Me da gusto que te hayas portado bien —toma su mano y le da un suave beso en el dorso—. Voy a cambiarme; tengo que bajar un momento a cenar y luego regreso. Trataré de no demorarme mucho, te lo prometo.

Una vez más, siente cómo, muy sutilmente, los dedos de la mano de Lucas se tensan. Los detalla con detenimiento y recuerda las palabras del médico. Se supone que son movimientos involuntarios.

Regresa la enorme mano a su lugar y en minutos ya está lista para la ceremonia real. Suelta una pequeña risita ante ese pensamiento y de inmediato, se regaña. Ella no tiene por qué criticar las costumbres de esa casa, solo respetarlas.

Efectivamente, tal como se acostumbra, la cena empieza a la hora en punto, con estricto protocolo y etiqueta. La charla, al principio, es poca y algo monótona, y de no ser por Giavanna y Philipo que le siguieron el hilo de la conversación, Noelia está segura de que se hubiese dormido sobre su plato.

Terminada la cena, conversa unos minutos más con Philipo y Giavanna sobre Lucas y algunas trivialidades más. Rechaza la invitación de seguir la plática en la sala de estar y tomar una copa de vino. Se despide y enseguida, sube a la alcoba. Está ansiosa y solo quiere estar con Lucas.

Al entrar en la habitación, se pone un pijama cómodo y busca entre las bolsas el aceite que compró. Se lava las manos en el lavabo y se aplica unas gotas de gel antibacterial en cada una.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

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