Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 19

VOLVEREMOS A ESTAR BIEN

«Huir de los problemas, solo te aleja de las soluciones».

El tintineo de los hielos en el vaso de whisky se mezcla con la música que envuelve el exclusivo club nocturno Ονειρα μεταξωτά. Serkan Makris, dueño del establecimiento, se encuentra cómodamente sentado en una de las zonas reservadas y VIP.

Con el vaso en la mano, observa la brillante y gigante pantalla donde una bailarina enmascarada hipnotiza a la audiencia con su baile sensual.

Un antifaz oculta su rostro, y los velos que la envuelven son muy sutiles; sin embargo, apenas dejan ver algo de su tersa y lozana piel. Su cuerpo danza con una elegancia particular que despierta y estimula los sentidos del público masculino presente.

Cada movimiento de la bailarina parece acentuar la frustración que Serkan lleva consigo. Sus ojos, fijos en la pantalla, reflejan una mezcla de incredulidad y decepción. Toma un trago de su whisky, y este desciende ardiente por su garganta; sin embargo, el líquido ámbar no logra apaciguar la tormenta interna que se desata en él.

El espectáculo es cautivador, sublime y fascinante; es imposible negarlo. No obstante, la mente de Serkan no termina de aceptar que esa libertina y licenciosa mujer sea la prometida de su hermano.

Envuelto en espinosos pensamientos, escucha cuando la puerta se abre y Xandro Kontos, su mejor amigo, entra al lugar. Serkan lo ha citado para discutir las deudas de juego que Xandro acumula en algunos de sus casinos. La amistad que comparten desde el colegio no puede eximir a Xandro de sus responsabilidades financieras, y Serkan, que siempre ha sido su red de seguridad, decide que es hora de establecer límites.

—¿Quién es? —pregunta Xandro señalando a la chica que se ve en la pantalla y se sienta a su lado.

—Kaia Lazaridis —aprieta la mandíbula y le ofrece un trago—. La prometida de mi hermano.

Xandro toma la copa y observa la pantalla con el ceño fruncido.

—¿Eso es cierto? —pregunta, incrédulo—. No imaginé que Corban tuviera ese tipo de gustos… particulares.

—Ni yo —gruñe entre dientes—. Ya me estoy encargando, no te preocupes.

—¿Sí? —sonríe de medio lado—. ¿Y cómo es eso?

—No quiero hablar más de ese asunto, por el momento —cierra el tema con seriedad.

—Está bien —acepta Xandro sin inconvenientes. No le interesa para nada ese asunto. Preguntaba solo por curiosidad.

—Te cité aquí porque tenemos que hablar —anuncia Serkan, su tono firme resuena sobre la música que flota en el aire.

Xandro, visiblemente incómodo, se remueve en el acolchado sillón de cuero. Las luces tenues del lugar resaltan las líneas de tensión en su rostro. De antemano, presiente que esta conversación no será fácil y para nada agradable.

—Ya no puedo seguir cubriéndote, Xandro —advierte sin rodeos—. Somos muy buenos amigos, y…

—Eres mi mejor amigo —aclara.

—Sí, y tú eres el mío —reconoce Serkan—. Pero tus deudas en los casinos han llegado a un punto crítico, y si no te pones al día, tendré que suspender tus créditos.

—Siempre me has cubierto la espalda, ¿qué te pasa ahora? —pregunta con reproche.

—Tengo que rendir cuentas a mi familia, más que nada, a los socios, y lo sabes. Además, el saldo lo tienes en rojo y cada vez más excedes los límites, Xandro. Muchas veces no cuento con todo ese dinero, sabes que el capital se invierte, que…

—¿A dónde quieres llegar? —lo mira preocupado.

Serkan toma un trago de su licor y cruza las piernas.

—Tu crédito está cerrado desde este momento.

—Serkan, no puedes hacerme esto. Siempre te pago.

—A mí me pagas, y te acabo de decir que ya no puedo seguir sacando esas sumas tan grandes de las cuentas bancarias.

—Puedes cubrirlas perfectamente con tu dinero.

Serkan expulsa una risa incrédula.

—¿Alcanzas siquiera a entender lo que me estás pidiendo?

—Ese dinero no es nada para ti.

—Xandro —respira profundamente—. En verdad, amigo mío, me preocupas. Antes eran solo algunos miles de euros, pero con el tiempo cada vez más y más se incrementan tus pérdidas; estás apostando demasiado y lo peor, estás perdiéndolo todo.

—¿Acaso ese no es tu negocio? ¿Lo que importa no es que pierda?

—Con otros clientes, puede ser, pero tú eres mi mejor amigo. No puedo seguir permitiendo que continúes así, no puedo seguir siendo cómplice de tu enfermedad.

Xandro se levanta abruptamente.

—¡No soy ningún maldito enfermo! —grita, furioso.

—Lo eres —contesta sin inmutarse—. Y debes regresar a tu tratamiento. Lucas ha invertido mucho dinero en tu recuperación y nunca pones de tu parte. Xandro, tienes que vencer esa adicción o te llevará a tu ruina personal.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

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