Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 27

GRETA VASSILIS

«Abre tus piernas quiero dejar un infierno en tu cuerpo que no podrás apagar ni con la humedad de tus ganas».

Dimitrios estaciona el auto frente a la majestuosa mansión Vassilis. Giavanna, quien está a su lado, observa la imponente fachada que evidencia el desgaste de los años.

Las enredaderas trepan por las paredes, otorgándole un aire melancólico. Los jardines, que en su tiempo debieron ser magníficos y llenos de vida, ahora parecen susurrar secretos que nadie quiere develar.

Giavanna baja del auto y el ambiente sombrío, la abraza apenas cruza el umbral. Una extraña sensación le recorre la espalda y se le despierta la misma incomodidad de siempre.

Odia ir a esa casa y toda la atmósfera lóbrega que cubre cada rincón. Los muebles antiguos y las enormes cortinas pesadas, siempre cerradas, no ayudan a mejorar la situación. Nunca ha podido evitar sentir que algo oscuro se cierne sobre esa mansión.

La mamá de Dimitrios, la señora Greta Vassilis, aguarda en la entrada vestida de negro de la cabeza a los pies; con una expresión adusta y una mirada que parece atravesar el alma. Nunca sonríe, no es amable y esos ojos vacíos, que la miran con desaprobación, siempre le generan escalofríos a Giavanna.

—Bienvenidos —dice la señora con una voz que hiela la sangre.

 —Gracias, señora Vassilis —asiente, Giavanna, con educación, no sin antes estremecerse ante aquella filosa fluctuación de voz.

Ella hubiese preferido mil veces no asistir a esa reunión. Pero no pudo evitarlo. Dimitrios es su prometido y él pasó la Nochebuena en la mansión Kontos, así que a Giavanna, por regla, le corresponde pasar la Navidad con la familia Vassilis.

Es una familia numerosa, como son, por lo general, las familias en Grecia, con muchos primos, tíos, sobrinos, y otros miembros más. Sin embargo, esas personas, en particular, no parecen tener codificado en sus genes la cortesía y la alegría. Excepto, Dimitrios, que bien podría ser adoptado. Él mismo bromea al respecto.

Él es muy diferente. Su sentido del humor es exquisito, sabe cuándo y cómo utilizarlo para amenizar el ambiente, ganándose la simpatía de los que están a su alrededor. Es un caballero refinado que cuida meticulosamente su apariencia, viste cualquier atuendo con elegancia y mantiene una presencia impecable que refleja su posición privilegiada en la sociedad.

Todo aquello lo hizo merecedor, ante la familia Kontos, de llegar a ser el prometido de su hija menor. Para casi todos, Dimitrios Vassilis, es perfecto, excepto para la novia y su hermano mayor, Lucas.

Cuando Giavanna lo conoció, le pareció el hombre más guapo y encantador que había sobre la faz de la tierra. Ella solo tenía veintiún años y él tenía veintiocho. La llenó de detalles, no solo físicos y costosos, sino de esos caballerosos y sutiles que impresionan a cualquier jovencita soñadora y romántica. Pero, sobre todo aquello, le ofreció lo que ella más añoraba y sigue añorando: Libertad.

Le ofrecía la posibilidad de abrir sus alas y escapar de la jaula de oro en la que la tenía atrapada su familia. Le hizo creer que, junto a él, ella podría ser realmente quien era. Un espíritu libre, un alma sin ataduras.

La hacía sentir en las nubes.

Sin embargo, con el tiempo, la etapa de enamoramiento pasó y Giavanna se encontró con un hombre inescrutable, hermético, cerrado, el cual no le da acceso a su parte interior.

Controlador, celoso, posesivo.

Los elogios que en un principio eran excesivos, ahora se han convertido en reiterativas desaprobaciones y descalificaciones. Antes glorificaba su talento con el violín, ahora lo menosprecia, reduciéndolo a una actividad sin futuro. Y le ha dejado más que claro que, una vez casados, él será quien disponga y lleve las riendas del hogar.

«Mil banderas rojas». Se repite, Giavanna, constantemente.

Ella no sabe, en realidad, quién es Dimitrios, aparte de lo que él quiere que ella sepa.

Sus charlas no son profundas, sus momentos íntimos siempre son opresivos y asfixiantes, ya que, desde hace mucho tiempo, le ha manifestado claramente que no quiere esperar a estar casados para hacerla su mujer.

Ella, se siente confundida. A veces siente que lo desea, su cuerpo reacciona a sus caricias, a sus besos que no le resultan incómodos, a sus palabras románticas y seductoras. Dimitrios es muy guapo, agradable a la vista, siempre huele de maravilla, pero llega un momento en que, su mismo cuerpo se frena, lo repele, lo rechaza y ella no sabe por qué.

Es una sensación extraña, inexplicable, como una intuición innata que le advierte algo que ella no logra interpretar. Sobre todo, hay algo en la mirada de aquel hombre que ella no descifra y que, algunas veces, le produce escalofríos.

Es una mirada que él casi nunca refleja, que se cuida mucho de mantener oculta y que es muy parecida a la de la señora madura, que, aunque se evidencia que fue muy guapa en su juventud, su expresión agria la hace ver desagradable. Que la observa, en esos momentos, como si fuese una alimaña, un pequeño insecto asqueroso; un trasto defectuoso, alguien insignificante que no merece a su hijo.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

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