Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 30

PERDIENDO EL CONTROL

«No hacen falta palabras cuando tu piel y la mía se encuentran, fusionándose en una única caricia, en un solo deseo».

—¿Qué haces aquí? —pregunta Lucas, entrando en la cocina. La detalla de pies a cabeza.

Noelia está descalza, vestida con una falda negra, suelta, corta y un suéter blanco de tirantes que se ajusta de maravilla a sus delicadas curvas.

—No podía dormir, estaba preocupada, así que bajé a prepararme un té.

A pesar de que ella se encuentra de espaldas a la puerta, puede sentir cómo esa voz la captura con su fuerza, acercándola a él, atrayéndola sin que pueda resistirse.

—¿Qué te tiene preocupada?

—Tú —contesta girándose para mirarlo—. Acabas de despertar, no te has hecho ver de los médicos. Puedes tener alguna secuela.

—Estoy muy bien —replica con hostilidad.

—Eso no lo sabes.

—Lo sé y con eso basta.

—Es cierto —reprocha ladeando un poco la cabeza con una sonrisa irónica—. El señor es todopoderoso e inmortal —expulsa irritada.

Ha pasado todo el día ocupada, tratando de despejar su mente, así que en esos momentos el impacto de la presencia de Lucas le resulta más manejable. Aunque no tanto como ella desearía. Él lleva la camisa desabotonada hasta el pecho, sin corbata. El cabello lo tiene un poco desordenado, algunas hebras caprichosas se han salido de su sitio, lo que lo hace ver más seductor.

No está segura, pero pareciera como si en los labios de Lucas se formara una pequeña sonrisa. Él pone el maletín sobre el mesón de mármol y mete las manos en los bolsillos de su pantalón.

—¿Hiciste las tareas que te ordené?

Aunque la pregunta es demandante, autoritaria, el tono de voz que emplea es sugestivo, cálido, como una delicada caricia en su espalda.

—Sí —contesta con rudeza—. No tenía que hacerlas, quiero aclararte —lo mira desafiante—. Pero, tenía que distraerme en algo. Si me lo hubieses pedido con cortesía, lo hubiese hecho de buena gana.

—Si lo hubieses disfrutado, no hubiese sido entonces un castigo.

—¿Castigo? ¿De qué hablas?

Se acerca a ella. Noelia abre los ojos de par en par y retrocede paulatinamente, hasta que su espalda baja choca con el borde de mármol.

—Me dijiste que querías que te enseñara mi mundo —su varonil mirada se enciende, fulgura con un fuego vigoroso—. Eso hago.

—Pensé que no habías escuchado esa parte de mi relato o no te había importado.

—Pues, estabas equivocada. Escuché muy bien y por eso te puse una prueba —la acorrala con las manos, una a cada lado del cuerpo femenino, apoyándolas sobre el lustroso mesón.

—¿Una prueba? —pregunta con la garganta cerrada, el pecho desbocado, sintiendo cómo se le corta de pronto la respiración. Tenerlo así tan cerca la atonta más de lo usual.

—Quería cerciorarme de que podías seguir órdenes.

—Pudiste decírmelo y ahorrarme el disgusto —recrimina sin dejar de mirar aquellos ojos que parece que la tuvieran doblegada bajo un extraño y oscuro maleficio.

Trata de contenerse. No quiere que él advierta cuán afectada se siente al estar así, con sus cuerpos, rozándose de aquel modo tan cercano; en especial, no quiere que Lucas note cómo el tono profundo de su voz varonil le recorre la piel, como si fuera una fuerte y arrolladora descarga eléctrica.

Su aroma natural, mezclado con aquella deliciosa colonia masculina, le perturba los sentidos, pero no es nada en comparación con la firmeza de sus músculos y la energía viril que emana de su cuerpo como algo primitivo que lucha por salir y apenas puede contenerse.

—Me gusta hacer las cosas a mi manera —se acerca un poco más y roza sutilmente su nariz con la de ella—. No tenías que disfrutarlo. Aun así, hiciste lo que te ordené. Pasaste la primera prueba. Ahora, podremos llegar a algunos acuerdos.

—¿Qué tipo de acuerdos?

—Estoy hambriento —susurra cerca de sus labios. Noelia abre un poco los suyos. Lucas inhala el aliento que brota de aquella boca que desea más que cualquier otra cosa. Respira profundo, se separa de golpe y cruza los brazos estirándose en toda su altura—. ¿Qué me preparaste para cenar?

—Tienes… —Se aclara la garganta con esfuerzo, intentando recuperarse—. Tienes una dieta especial, así que te hice una cena de acuerdo con lo que necesitas.

Lucas la observa en silencio, con intensidad, mientras ella camina y organiza la mesa con todo lo de la cena. Solo verla le agrada y mucho.

—¿Dos platos? —pregunta, serio, con el ceño fruncido.

—Pensé que tal vez no querías cenar solo y… —Levanta la barbilla—. Pese a que sigo molesta por lo odioso que fuiste conmigo, quise acompañarte, no veo problema en eso.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

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