Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 32

MIENTRAS DURE

Sindy Vanegas

«Vivimos esperando el momento perfecto, sin darnos cuenta de hacer perfecto, cualquier momento».

Sindy reposa sobre la cama. La suave luz nocturna que se filtra por la ventana acaricia su piel desnuda, creando un halo seductor a su alrededor. Apoya sus codos en el colchón, elevando ligeramente el torso, regalándole una vista prodigiosa de sus senos. En su cuello reposa una de las corbatas de Andreas, que es lo único que lleva puesto.

Su cabello cae en cascada sobre los hombros, enmarcando su rostro con sus sedosos mechones rizados. Sus piernas se doblan hacia atrás desde las rodillas, formando una curva grácil y sugestiva. El contorno de su trasero se resalta con su desnudez, mientras sus piernas se entrelazan con naturalidad, añadiéndole a la escena un toque erótico irresistible.

—Sé que eres un hombre ocupado —dice levantando los hombros restándole importancia—. Solo tienes que hacer que la espera valga la pena.

Andreas ladea en su rostro una sonrisa satisfecha y, sin perder tiempo, se empieza a quitar los zapatos, la corbata, la camisa, el pantalón, solo se deja puesto el bóxer mientras avanza lentamente hacia ella.

Saca un preservativo de la mesita de noche, agarra una de las esquinas entre sus dientes. Permanece de pie al borde de la cama, con su mirada voraz recorriendo su cuerpo desnudo y se termina de desnudar ante unos ojos encendidos que lo observan llenos de lujuria y deseo. Ella toma con una mano el látex y con la otra atrae a Andreas hacia a ella. Luego, lo acuesta en la cama; él se apoya en sus codos contemplándola mientras se lo pone con una sensualidad que a Andreas le resulta desquiciante. Él jala de la corbata y la acerca haciendo que se siente a horcajadas sobre sus caderas. Sindy se deleita con la rapidez con que Andreas reacciona al contacto de sus partes íntimas.

Él la rodea con sus brazos por la cintura, la acomoda mejor, logrando que su centro se acople a la perfección con su miembro que ya está duro, grueso y preparado. Ella se inclina hacia él y apoya los brazos a cada lado de sus hombros. 

Sus rostros quedan muy juntos, pueden sentir sus alientos cálidos, sus respiraciones pesadas.

—Me da mucho gusto que te hayas quedado. —Su lengua roza suavemente los labios de ella.

—No hay ningún otro lugar en el que quiera estar —susurra acariciando con su lengua la de él.

Sus bocas se unen en un beso profundo y suave.

A Sindy, la boca de Andreas le resulta deliciosa, un exquisito manjar del que no cree poder saciarse en mucho tiempo. Aturdida por el deseo, se aferra con fuerza a los hombros masculinos, extasiada con la dureza de sus músculos, así como del calor que emana de su cuerpo.

La mano de Andreas que sostiene la cintura de Sindy empieza a subir despacio, de manera posesiva, hasta llegar a su seno derecho, llenando su mano con él; masajea con antojo la exquisita suavidad. Luego lleva la otra mano hacia el otro seno, repitiendo el plácido ritmo de sus caricias.

—¡Qué ricos se sienten! —murmura Andreas sin dejar de acariciar los pezones erectos y los pechos generosos que reciben gustosos todas sus atenciones.

Las manos de Andreas se mueven en círculos y sus pulgares se acercan y alejan de sus pezones, haciéndola desear cada vez más. Sindy, ansiosa por más, se levanta un poco y rodea las manos de Andreas, incitándolo a tocarla con más ímpetu, mientras sus caderas femeninas toman voluntad propia y se empiezan a balancear con lentitud.

Andreas la enloquece cuando roza una y otra vez con los pulgares sus enhiestos pezones. Ella abre un poco los ojos y encuentra en los de él una marea turbulenta que se mezcla con el tornado desbocado que se desata en su mirada.

A Andreas le fascina todo lo que ve. Solo desea poseerla con fiereza y con una pasión tan fuerte que lo deja sin aliento. Pone sus manos en su espalda y la acerca una vez más a él para apoderarse del lóbulo de su oreja izquierda; empieza a darle mordiscos suaves. Muerde y luego pasa su lengua por el contorno. Cada vez que lo hace, va introduciéndose más y más en aquella húmeda cavidad que le otorga un placer abrumador y adictivo.

—Sindy. —Su voz suena impregnada de un anhelo de complacer y ser complacido como nunca antes le había ocurrido.

—Andreas... —jadea ella con la respiración entrecortada, sintiendo cómo la llena a plenitud.

Sus labios se unen de nuevo y Andreas se dedica con esmero a asaltar su interior y deleitarse con su boca. Se separa un poco de ella y sosteniéndole la mirada, baja hacia uno de sus senos; lo chupa y lame sin dejar de embestirla. Al mismo tiempo, atiende el otro pecho con los dedos, apretando y acariciando el pezón hasta que ambos se sienten dolorosamente consentidos.

Ella gime con abandono, subiendo y bajando por su dura erección sin pudor alguno. Las sensaciones que Sindy está sintiendo son maravillosas y la hacen sentir deseada, amada...



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

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