Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 37

FUEGO EN LA MADRIGUERA

«Usted me confunde. A veces siento que me quiere y a veces siento que no.

Y no sé cómo lo hace…

Porque yo estoy queriéndole siempre».

Mario Benedetti.

—A partir de hoy tienes prohibida la entrada a esta casa —la mirada de Lucas es implacable—. Ya he dado la orden para que no te dejen ingresar y lo mismo será en la naviera. —El rostro de Dimitrios se contrae en una expresión dura y siniestra—. No te quiero más por allá, estás despedido y removido de todas tus labores. —Se inclina un poco hacia adelante, dándole énfasis a sus palabras—.  Pero, lo más importante y que quiero que te quede muy en claro, Dimitrios, es que no volverás a acercarte a mi hermana, porque, te juro, que lo lamentarás.

—¿Dónde está Giavanna? —pregunta con voz grave, los labios tan apretados que forman un hilillo casi invisible—. Que ella me lo diga.

Lucas ladea un poco la cabeza y lo mira con una frialdad que hiela la sangre.

—Lárgate —ordena sin levantar la voz y sin mostrar ningún tipo de alteración—. Desaparece de esta familia o tendré el enorme placer de hacerte desaparecer yo mismo.

—Pero, Lucas —interviene Delilah. Sus manos tiemblan, su voz está quebrada. Visiblemente afectada—. Hijo mío, ¿qué pasa? No podemos cancelar esa boda, Dimitri y Giavannita…

—No contradigas mis órdenes, mamá —advierte con severidad. Su mirada es dura—. Tú y yo hablaremos a continuación, apenas este malnacido salga de la casa. Es la segunda razón de esta reunión.

—No, yo lo prometí —niega rápidamente—. Yo le juré a Konstantinos antes de morir que cuidaría de su hijo, que velaría por su bienestar. No podemos echarlo, no podemos.

—Es tu promesa, no la mía, ni mucho menos de Giavanna. Tendrás que lidiar de otra manera con esos demonios que te atormentan.

—¡No! —lanza un grito ahogado—. Philipo dile… —suplica, angustiada—. Dile, yo hice esa promesa. Cuidaría siempre de sus hijos. Velaría por su bienestar.

—¿Sus hijos? —pregunta Lucas sin comprender.

—A ver —interviene Philipo—. Vamos a tranquilizarnos. Dimitrios —se dirige directamente a él—. Si Lucas dio esas disposiciones, debes acatarlas.

—Quiero que Giavanna me lo diga en mi cara —dice tranquilamente—. Que venga ella hasta aquí y me diga que está de acuerdo con lo que tú nos quieres imponer.

Lucas y Andreas se comunican por medio de la mirada y Andreas teclea algo en su móvil.

—Lucas —insiste Delilah desesperada—. Yo tuve a Konstantinos en mis brazos antes de morir —la voz refleja su profundo dolor y angustia—. Yo le prometí que siempre cuidaría de Dimitrios, que él sería parte de esta familia. No puedes sacarlo de la familia. ¡No puedes!

—Son tus promesas, mamá, tus tormentos, no los míos y Giavanna no será sacrificada para aliviar tu conciencia.

—Lucas, cuida cómo le hablas a tu madre —lo reprende Philipo.

—No le estoy faltando al respeto, papá, y lo sabes —sigue con el mismo tono de voz neutro y plano—. Solo le digo las cosas como son, sin retoques ni guantes de seda. Ya va siendo hora de que todos en esta casa dejemos de estarla tratando como una niña o, peor aún, como una enferma y si aún no ha podido superar aquel pasado, yo mismo le buscaré ayuda, pero lo que es este desgraciado, hoy mismo sale de esta familia.

—Ya dije que no me iré de aquí hasta que Giavanna me dé la cara. —Su calma es pasmosa, casi intimidante, pero Lucas no da un paso atrás—. Yo sé que ella no está de acuerdo, ella me ama y será mi esposa. No sé qué mosca te picó, tal vez fue el accidente que te dejó mal de la cabeza.

 Lucas sonríe.

—¿Eso crees? —pregunta con una sonrisa desafiante.

—Es la única explicación que le encuentro a esta decisión —dice como si le estuviera hablando a un niño malcriado—. No estás razonando bien.

—Lucas —interviene nuevamente Delilah—. Somos una familia unida. Nos amamos, vivimos en armonía, no sé por qué insistes en esta locura.

—¿Ves? —lo reta Dimitrios—. Hasta Delilah se da cuenta de que estás desquiciado.

—Ya, Dimitrios —interviene por primera vez Andreas—. No hagas las cosas difíciles y sal de la casa.

—¿Tú me vas a sacar? —La mirada de Dimitrios está llena de nubes tormentosas.

—No es necesario —Andreas sonríe con satisfacción.

—No sé qué pretenden —el rostro le cambia por unos segundos—. Pero no lograrán apartarme de Giavanna. Me casaré con ella así tenga que pasar por encima de tu cadáver, Lucas.

—Eso es —manifiesta, Lucas, victorioso—. Muéstranos tu verdadera cara. Que todos los aquí presentes vean quién realmente eres. Yo ya lo sé muy bien, y eso de sacarme del camino, primero tengo yo mismo que permitirlo. Sáquenlo de aquí —ordena a los guardias de seguridad que en ese momento entran a la sala—. Redúzcanlo si es necesario —dice cuando Dimitrios opone resistencia—. Y si insiste en no salir de la propiedad, ya saben qué hacer. Pero, afuera, acá dentro, no quiero problemas.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

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