Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 52

QUÉ BUENO VOLVER A VERTE

«Oh, cruel destino que me ata a tu recuerdo, imposible de olvidar, imposible de tenerte a mi lado. En este tormento me ahogo, sin esperanza de sosiego, con la certeza amarga de que mi amor es un ruego».

—Así que tú eres la nueva mascota de Lucas —expulsa aquellas palabras con todo el odio y resentimiento que emana de su roto corazón.

Noelia se voltea al escuchar la voz femenina.

—¿Disculpa? —pregunta con el ceño fruncido.

Daria tiene que reconocer que ella es hermosa. Posee un aire de elegancia y candor que resultaría irresistible para cualquier hombre y eso la enfurece mucho más.

—Crees que, porque luces ese collar y caminas de su brazo, eres importante en su vida —se ríe con descaro y toma un sorbo de su copa. Ver la joya que Noelia luce en su cuello se siente como un golpe en el estómago. Lucas ella le ofreció una cinta de cuero, fina y lujosa, sí, pero cuero, al fin y al cabo, y esa maldita mujer tiene un collar de diamantes—. Solo te está usando hasta que logre cerrar el contrato con esos malditos jeques —señala hasta la zona donde se encuentra el grupo de empresarios—. Luego se deshará de ti. Te desechará como la basura que eres.

—¿De qué hablas? —se levanta y se pone de pie frente a ella—. ¿Quién eres?

—Soy Daria Líbanos —dice con soberbia—, la prometida y única mujer de Lucas Kontos.

En el rostro de Noelia se dibuja una risa divertida.

—Creo que deberías suspender el champaña —señala con gesto mordaz la copa que Daria lleva en la mano—. Se te está empezando a subir a la cabeza.

—Sí, lo reconozco, estoy un poco ebria —toma un nuevo sorbo—. Por eso es que estoy aquí frente a ti, de otro modo no hubiese desobedecido a mi amo.

—Estaba algo aburrida —exclama Noelia con desinterés—. Muchas gracias por intentar entretenerme, pero tranquila, no es necesario.

Intenta sentarse nuevamente, pero Daria la detiene.

—¿No escuchaste quién soy? —la toma con fuerza del brazo.

—Sí, Daria Líbanos. Escuché muy bien.

—Y soy…

—La prometida y única mujer de Lucas Kontos, también lo escuché —se suelta de su agarre.

—¿No me estás tomando en serio? —pregunta apretando los dientes.

—No —contesta con una sonrisa condescendiente—. ¿Por qué tendría que prestarles atención a los delirios de una mujer borracha?

—¿Así que eso crees? —Noelia asiente sin borrar la sonrisa de su rostro—. Muy bien —pone la copa en la mesa—. Hagamos más interesante el espectáculo, ¿quieres?

—Adelante —Noelia extiende las manos.

—Bien —un gesto retorcido se dibuja en la boca de Daria—. Voy a empezar por acercarme a la mesa donde está Lucas con los jeques y les contaré la divertidísima historia de cómo llegaste a la mansión Kontos haciéndote pasar por la esposa de Lucas.

La sonrisa en el rostro de Noelia desaparece de inmediato.

—Seguro que se reirán encantados —sigue victoriosa al ver la expresión en el rostro de Noelia—, cuando les cuente que Lucas no te desenmascara, ni te manda a prisión porque no quiere escándalos que pongan en peligro el contrato.

—¿De qué hablas? —su boca se tensa en un rictus de disgusto.

—Así que ahora, si tengo tu atención —se ufana.

—No sé dónde sacas tantas estupideces —recrimina contrariada.

Las señoras que habían ido al baño y que comparten la mesa con Noelia, están de regreso.

—Ven, busquemos otro lugar. ¿O prefieres que hable delante de estas distinguidísimas damas? —Daria camina y le hace un gesto con la cabeza para que la siga.

Noelia mira hacia donde se encuentra Lucas. Está de espaldas y conversa animadamente, concentrado en los empresarios. Por unos segundos no sabe qué hacer. Sin embargo, la duda punza su pecho sin clemencia.

«¿Cómo esa mujer sabe todo aquello?».

«¿Será posible qué Lucas se lo haya contado?».

Observa a Daria que la espera, cruzada de brazos, con gesto impaciente. Cierra los ojos con fuerza y mueve la cabeza lentamente de un lado al otro, sea lo sea que sepa esa mujer, ella tiene que averiguarlo. Se disculpa con sus acompañantes y sale tras ella.

—Detente —exige cuando Daria intenta alejarse mucho más del lugar donde se lleva a cabo el evento.

—Aún no estamos…

—Dime de una vez lo que viniste a decir.

—Tú no pones las condiciones, así que…

—Bien —da la vuelta—. Entonces no me interesa.

—Espera, maldita zorra —la agarra por el brazo con fuerza. Noelia se suelta—. No te la vengas a dar de digna, que no eres más que una tramposa y una impostora —ríe con desprecio—. Con tu cara de mosca muerta crees que tienes a todos a tus pies, pero no sabes lo equivocada que estás.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

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