CAPÍTULO 56

NO EMPIECES SIN MÍ
«El sabor dulce de la victoria permanece en mi lengua, un recordatorio de que incluso los deseos más oscuros pueden dar deliciosos frutos».

A Stavros Líbanos la carretera se le hace más y más larga a medida que pasan los segundos. Desespera por llegar al lugar donde la hermosa diosa griega espera por él.

Tanto tiempo planeando y esperando que casi no puede creer que por fin las cosas están sucediendo como él las deseaba.

Primero: Está convencido de que la Naviera Kontos está a punto de ser intervenida legalmente; el último cargamento será, según Stavros, la perdición de Lucas, ya que no tendrá cómo justificar ese envío. Casi puede saborear su victoria. Siente en su paladar un dulce sabor de satisfacción.

Segundo: Con Lucas fuera de combate, los jeques no tendrán más opción que firmar el contrato con él y se podrá posicionar como la flota más poderosa del mediterráneo. No le preocupa mucho el peso de la enorme responsabilidad que todo aquello conlleva, cuenta con gente experta y capacitada que se hace cargo de todo. O, por lo menos, en eso confía para poder cumplir con la nueva demanda.

Bueno, eso no importa. Él es un hombre que le gusta vivir el presente. Lo de mañana, mañana se resolverá. Ahora lo importante es llegar a la cabaña y saciar el deseo que lo está enloqueciendo.

Nunca una mujer lo había obsesionado tanto.

Por lo general, obtiene con facilidad lo que quiere. No hay nada que un buen fajo de billetes no consiga y las mujeres tienden a dejarse seducir cuando él las colma de lujos, dinero y atenciones. Aun cuando saben que todo será momentáneo y superficial.

Nunca le ha interesado formar una pareja, no se ve atorado en un matrimonio y mucho menos con hijos, así que, solo se ha dejado llevar por sus pasiones, no importa que tan bajas y ruines pueden llegar a ser.

Sin embargo, la pequeña, dulce y hermosa Noelia lo ha cautivado. No sabe en realidad qué es lo que tanto le atrae de ella. Tal vez es solo la idea de corromper lo que para Lucas es tan importante. Quizás, la idea de mancillar a la mujer de su adversario es lo que en verdad le genera tanto placer.

«Qué más da», se dice, esbozando una sonrisa sombría. Lo que importa es que ya falta muy poco para saciar su lujuria. Y con ese pensamiento, presiona el acelerador.

El teléfono celular timbra. Contesta y pone el altavoz.

—¿Ya estás con esa zorra? —la voz alcoholizada de su hermana menor estalla del otro lado de la línea y retumba por todo el auto.

—No, hermanita —contesta un poco fastidiado—. Es la tercera vez que me llamas. Ya te dije que te aviso en cuanto llegue.

—Yo ya voy en camino. Recuerda que me prometiste un momento a solas con ella —recalca con insidia. 

—Sí, Daria, tendrás un momento con ella y podrás hacerle lo que te apetezca —concede complaciente, como siempre lo hace cuando habla con ella—. Si te das prisa te dejaré observar mientras yo me divierto primero con ella.

—Me encantará mirar como la sometes y luego la reduces al lugar donde debe estar la maldita zorra —exclama con odio y desprecio.

—Te invitaría a participar como tantas veces lo has hecho, pero —se ríe divertido—, teniendo en cuenta el odio que le cargas, no creo que lo vayas a disfrutar.

—¡Asco! ¡Claro que no! —gruñe con repulsión—. El placer que obtenga de ella será muy diferente —dice y en su mirada resplandece un brillo maligno—. Lo primero que haré será destrozarle esa cara de mosquita muerta que no soporto —aprieta los dientes con furia—. No quedará nada rescatable, ¡lo juro! —su voz se arrastra y suena rasposa.

—Has tomado mucho por lo visto —suelta una carcajada.

—No lo suficiente —dice con amargura.

—Ay, hermanita, hermanita —murmura con melosidad—. Tendrás que compensarme por dejarte malograr de esa manera mi comida.

Daria emite una risita perversa, llena de satisfacción.

—Ay, hermanito —la voz se le llena de miel—. Ya verás cómo disfrutas de tu compensación. —Ambos hermanos ríen con complicidad—. Estoy cerca. No empieces sin mí.