Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 58

AHORA, TÚ Y YO, NOS VAMOS A DIVERTIR.

«Te mereces todo lo que hiciste a otros. Tú sabrás si eso te da miedo o felicidad».

—Sujétala —ordena.

Un escalofrío recorre la espalda de Noelia al escuchar las palabras de Stavros. Siente el miedo correr por sus venas mientras el hombre alto, corpulento, con el rostro inexpresivo y la mirada gélida, se le acerca. Sus pasos resuenan en el suelo de piedra como un trueno que anuncia la tormenta que se avecina.

Noelia retrocede unos pasos. No está dispuesta a rendirse, no sin luchar. Mira a todos lados, busca desesperadamente una salida. No hay muchas posibilidades. Las ventanas son altas y están cerradas. La única opción real es la puerta principal.

El sujeto extiende la mano como una garra lista para atraparla. Noelia da un paso atrás y luego otro.

—¡No me toques! —exige con firmeza. Esquiva su agarre con un movimiento rápido y ágil.

El hombre no se inmuta. Su rostro permanece impasible, cubierto con una máscara de crueldad que hiela la sangre de Noelia.

Su instinto la impulsa a correr. Corre lo más rápido que sus pies le permiten; el corazón le late desbocado en el pecho.

Casi puede alcanzar la salida, casi puede sentir la brisa fresca del exterior en su rostro. Pero en un abrir y cerrar de ojos, Stavros se interpone en su camino, bloqueando su única vía de escape.

—¿A dónde crees que vas, muñequita? La fiesta apenas empieza —sentencia y le lanza una estruendosa bofetada que la hace caer al suelo. Un hilo de sangre brota de su labio, el cual se hincha de inmediato.

Stavros hace una señal con la cabeza al sujeto y él acude de inmediato. Con su mano de hierro la agarra del brazo y la arrastra hasta una silla. Sienta a Noelia con brusquedad y le sujeta los brazos en el espaldar para mantenerla controlada.

—Eres una estúpida ingenua —Stavros toma una silla y se sienta frente a ella—. ¿Crees que puedes escapar? —bufa con desdén—. Ahora, eres mía —recalca con una sonrisa retorcida—. Haré contigo lo que se me dé la gana. —Su voz suena cruda y despiadada.

—¡No lo soy, maldito, desgraciado! —replica, retorciéndose en el agarre con todas sus fuerzas. Sus ojos lo miran llenos de rabia y osadía.

No está dispuesta a ceder. Prefiere morir a golpes antes que darle la satisfacción de someterla.

Stavros acerca su rostro a centímetros del suyo. Sus ojos brillan con una intensidad enfermiza, llenos de un deseo y una lujuria que horroriza a Noelia. Siente su aliento caliente quemándole el rostro y el estómago se le revuelve asqueado.

—Eres lo que yo decida —le susurra él al oído—. Veremos qué tanto estás dispuesta a soportar hasta que termines de aceptar tu destino.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunta, sin entender nada aún y trata de ganar un poco de tiempo—. ¿Piensas que Lucas cederá solo por haberme secuestrado? —mueve la cabeza en desacuerdo—. No lo conoces.

—Lucas me importa una mierda, así como su naviera y el jodido contrato. —Levanta la falda del vestido de Noelia y le pone las manos en sus muslos. Ella da un respingo y él se los sujeta—. Te quiero a ti, muñequita.

Sube las manos lentamente apretando la suave piel. Noelia aprieta las piernas lo más que puede, pero no puede evitar que él siga ascendiendo. Se detiene unos pocos centímetros de su entrepierna. Lanza un gemido de excitación.

—Eres maravillosa —exclama perdido en el deseo. Pasa su lengua relamiéndose los labios—. Pórtate bien —pide en un susurro y acaricia la parte interna de sus muslos—. Sé complaciente y verás lo mucho que lo vamos a disfrutar.

—¡Suéltame, cerdo asqueroso! —Levanta la rodilla y golpea con fuerza en la barbilla de Stavros.

La hazaña le hace ganar una nueva bofetada que voltea su rostro y rompe un poco más su labio. Pese a que la sangre de su boca se desborda con más intensidad, ella sonríe satisfecha.

—Ya me las pagarás, maldita puta.

La sujeta por el cuello con violencia, cerrando tanto la mano que por un momento le corta la respiración. La suelta y Noelia jadea con fuerza, intentando recuperar el aire que se le escapaba de los pulmones.

—Le prometí a Daria que la esperaría. —Emite una risa siniestra—. Así que tienes algunos minutos para reconsiderar tu actitud.

Sube la mano hasta el escote del vestido y acaricia el canal de su pecho con la yema de sus dedos. Cierra la otra mano en el cuello de Noelia y busca una vez más su boca. Antes de lograr el contacto, Noelia le escupe en la cara con repulsión.

—¡Te dije que te alejarás de mí, maldito, desquiciado!

Lleno de ira, intenta lanzarse contra ella, pero en ese momento, el hombre que vigila en la entrada, llama con insistencia al celular de su compañero.

—¿Qué pasa, maldita sea? —grita Stavros encolerizado ante el insistente timbre telefónico.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

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