Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 60

SALDOS PENDIENTES

"No soy un cordero a merced del lobo.

Yo soy el lobo alfa, el líder de la manada; protejo a los míos con garras y dientes y forjo mi propio destino". 

Lucas Kontos

Una risa siniestra vibra en el aire, envolviendo la estancia.

—Lucas, Lucas —exclama Stavros con la mirada fija en él—. Debo admitirlo, tú y tu hermano son ingeniosos, más de lo que yo me imaginaba.

—¿Eso crees? —Lucas responde con sarcasmo. Su voz es grave y pausada, su rostro permanece impasible, imperturbable; emana una calma abrumadora que contrasta con la intensidad de su mirada ardiente y feroz.

Se acerca a Stavros con pasos lentos, casi indiferentes, como un depredador acechando a su presa. Stavros retrocede al mismo ritmo.

—Cuando entraste, por un momento lo dudé, ¿te lo puedes imaginar? —continúa Stavros moviendo la cabeza—. Eres idéntico a Xandro físicamente, pero... —levanta el dedo índice enfatizando—, hay algo que los diferencia.

—Tal vez es el hecho de que yo no me dejo engañar por pelagatos como tú. —Se encoge de hombros con un gesto de desprecio.

La sonrisa de Stavros se disminuye y sus ojos relampaguean con furia, como dos brasas ardiendo en la oscuridad.

—Mi estimado Lucas —baja la voz. Su expresión se muestra amenazante—. Siempre creyéndote tan listo —ladea la cabeza con desdén—. Pero, incluso el mejor cazador puede perder su presa.

Lucas, impávido, tuerce los labios en una sonrisa altiva.

—¿De verdad creías que te iba a resultar tan sencillo deshacerte de mí? —Da otro paso hacia adelante, Stavros retrocede.

—Tu problema, estimado Lucas, reside en tu desmedida arrogancia. Siempre te has creído superior a todos —su voz se carga de veneno—. El intocable Lucas Kontos —exclama con desprecio—. Te consideras el magnate naviero más importante del Mediterráneo. Poderoso e intocable.

—Lo soy. Y es algo que no vas a poder cambiar, ni siquiera con tus artimañas.

—Muy pronto, esa risita arrogante la borraré de tus labios. En poco tiempo, destrozaré a tu naviera. Todo lo que has construido se derrumbará ante tus propios ojos. Lo poco que quede será mío, incluida la perra rabiosa de tu mujer.

Los puños de Lucas se aprietan con ferocidad. La ira que bulle en su interior borbotea con mayor intensidad.

—¿Basas tu victoria en la mercancía que en estos momentos está siendo monitoreada por las autoridades portuarias? —pregunta con aire victorioso.

Toda expresión de burla y diversión se borra al instante del rostro de Stavros.

—¿De qué hablas? —susurra Stavros con voz ronca, cargada de cólera.

—Estás acabado, maldito malnacido —da otro paso hacia él y agarra con su mano derecha el atizador de la chimenea—. Quisiste tenderme una trampa, pero olvidas que siempre voy cinco pasos delante de ti —mueve el delgado hierro, girándolo sobre sí—. Hace unas horas, solo pensaba llevarte a prisión y ver cómo tu patético intento de naviera se desmoronaba a pedazos, pero quisiste que esto me lo tomara personal —sonríe con crudeza—. Grave error, Stavros, una pésima decisión.

Stavros gruñe con furia y se arroja contra Lucas. Este, con ágiles movimientos, logra esquivarlo sin mayor dificultad.

—Te voy a destrozar con mis propias manos. —Stavros ruge e intenta arremeter contra su rival.

Lucas lo esquiva de nuevo, aprovecha que Stavros ataca cegado por la ira. Maneja la situación como lo hace con todo en su vida, con absoluto control. Es casi como cuando sesiona, solo que esta vez él no producirá ningún placer, al contrario, causará dolor, mucho dolor. Si se deja llevar por las emociones y permite que su mente se nuble, se terminará perdiendo la diversión.

—¡Vamos, inténtalo de nuevo! —lo incita Lucas con voz burlona, mientras le dedica una sonrisa ladina.

El rostro de Stavros está contraído por la ira; en su cuello, las venas palpitan hinchadas. Tiene los puños cerrados con fuerza y los nudillos tirantes. Nunca se había sentido tan humillado, tan derrotado. Lucas no sólo se está burlando de él, sino que ha hecho añicos todos sus planes. Todo lo que había fraguado por tanto tiempo se está cayendo ante sus ojos como un castillo de naipes.

Lucas continúa provocándolo; ya había previsto la reacción de Stavros, así que solo espera el momento oportuno para hacerlo pagar cada una de las deudas que le tiene anotadas. Sabe que el maldito es un hombre peligroso, que no suele demostrar miedo ante nada; por eso disfruta llevándolo al límite, hiriendo su orgullo y destrozando su ego. La golpiza que tiene planeada será el final perfecto.

Tal y como Lucas anticipa, Stavros no demora más y se abalanza sobre él, con los ojos inyectados de furia. Intenta propinarle un puñetazo en la cara, pero Lucas es demasiado ágil para él. Se agacha esquivando el golpe, y el puño de Stavros solo roza su mejilla.



#3 en Thriller
#2 en Misterio
#20 en Novela romántica
#10 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 08.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.