Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 70

LA LARGA SOMBRA DEL PASADO

Parte 4. El dolor de Konstantinos

«La furia de un hombre pacífico es una tempestad desatada, una fuerza largamente reprimida, que cuando estalla, su poder es desenfrenado».

A la mañana siguiente, cuando despertó el pequeño Andreas, un silencio opresivo envolvía el lugar. Extrañado por despertar sin la ayuda de su madre, fue a buscarla a la habitación. La encontró en la cama. Al principio parecía que estaba dormida, pero su rostro no tenía el brillo que el pequeño vislumbraba siempre en ella.

La llamó por horas. Su madre nunca respondió.

Poco después del mediodía, la niñera que los cuidaba, llegó a la casa preocupada porque fue a buscarlos a la escuela y le informaron que los dos pequeños no habían asistido. Llamó a Fiorella y nunca le contestó.

Cuando llegó, encontró la puerta abierta, los niños estaban sucios, hambrientos y llorosos. Un grito espantoso se escapó de su garganta cuando en la habitación encontró el cuerpo sin vida de Fiorella.

Rato después, el sonido de las sirenas atravesó los sollozos y señaló la llegada de la policía, quienes atendieron a la llamada de emergencia de la niñera.

—Llamen a los servicios sociales —ordenó el oficial a cargo.

Casi que de inmediato, los trabajadores sociales llegaron para hacerse cargo de los niños. Emanuel, el menor, lloraba entre los brazos de Andreas, su hermano mayor, quien, confundido y asustado, abrazaba a su hermanito intentando consolarlo, mientras observaba cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor.

Luego, se los llevaron a un hogar de acogida. Al día siguiente, los Vassilis se llevaron a Emanuel. Frank y Greta compraron el silencio y la cooperación de las autoridades, para lograr sus oscuros propósitos.

Primero, pagaron el silencio y complicidad de las autoridades locales, quienes declararon la muerte de Fiorella como una calamidad doméstica, sin necesidad de investigaciones, ni indagaciones, absolutamente nada. Luego, todos los registros se alteraron, los informes se modificaron. Sin nadie que reclamara el cuerpo de Fiorella, sus restos fueron incinerados sin demora, y sus cenizas se perdieron en la tramitología enrevesada del sistema judicial.

Mientras tanto, Frank prolongaba la ausencia de Konstantinos en Volos, asegurándose de que no regresara antes de que sus planes estuviesen ejecutados.

Movieron todas sus influencias para obtener la adopción del pequeño Emanuel Markides, de quien borraron todo registro y luego llamaron: Dimitrios Vassilis.

Al pequeño Andreas lo iban a sacar del país, Greta tenía planeado entregarlo a una red de trata de personas, cuando, afortunadamente, Konstantinos regresó.

Habían pasado ya varios días desde su viaje a Volos y Konstantinos estaba inquieto y preocupado. Había intentado repetidamente ponerse en contacto con Fiorella, pero no lo consiguió. En la oficina de la naviera los trabajadores le decían que ella no había vuelto al trabajo, lo cual solo aumentaba su ansiedad, y más, cuando llamaba a la casa, pero el teléfono siempre sonaba desconectado. También se comunicó con la escuela solo para que le informaran que los niños llevaban días sin asistir.

La angustia lo consumía. Nada de aquello era normal.

Dejó el asunto del buque en Volos en manos del agente portuario, tal como en un principio se lo había sugerido Fiorella, y tomó el primer vuelo de regreso a Atenas. Durante el viaje, su mente era un torbellino de preocupaciones y pensamientos caóticos.

Al llegar a Atenas, no avisó a nadie de su regreso, tomó un taxi y se dirigió directamente a la casa de Fiorella. Al entrar en la calle, sintió un frío inexplicable que le recorrió la espina dorsal. Un mal presentimiento se apoderó de él mientras marcaba una vez más el número de Fiorella, solo para que nuevamente, la línea sonara desconectada.

Desesperado, pidió al taxista que acelerara. Al estar frente a la casa, por un momento, pensó que el conductor se había equivocado de dirección cuando la vio sellada con cinta policial, pero para su desgracia, era la dirección correcta.

El corazón le latía con fuerza al entrar en aquel lugar. Se tambaleó, como si el suelo se abriera bajo sus pies al verlo en aquel estado.

—¡Fiorella! —la llamó una y otra vez desesperado—. ¡Andreas!, ¡Emanuel! ¿Dónde están?

—Ha ocurrido una terrible tragedia —informó una anciana vecina que, conmovida por los gritos suplicantes de Konstantinos, se acercó a informarle lo que se supone que había acontecido—. La señora, tan bonita, tan jovencita, amaneció sin vida —se lamentaba la anciana—. No se pudo hacer nada por ella, cuando llegaron los paramédicos ya era demasiado tarde.

—No es cierto —murmuraba Konstantinos en negación—. No es cierto.

—Es doloroso, joven, pero es cierto –se persignó, devota—. Que mi Dios tenga a esa muchacha en su santa gloria.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 17.06.2024

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