Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 71

LA LARGA SOMBRA DEL PASADO

Parte 5. La revancha de Konstantinos

"El odio era su verdugo, y solo él podía decidir si se liberaría de sus cadenas o se dejaría consumir por su oscuridad".

Las semanas posteriores, Konstantinos las pasó encerrado en la oficina de la naviera como un lobo solitario acechando a su presa. La ira, el dolor y la sed de venganza lo consumían, impulsándolo a actuar con una determinación fría y calculadora.

Poco a poco, y sin que nadie lo notara, comenzó a tejer una red de destrucción silenciosa. Iba llevando a la poderosa y multimillonaria Naviera Vassilis, a la ruina irremediable. Cada acción, cada decisión, era un paso calculado hacia el abismo.

Primero, canceló abruptamente todos los contratos importantes con clientes poderosos. Incumplió envíos cruciales, acumulando una avalancha de multas económicas que se convertían en una bola de nieve sin control. Las cuentas de cobro llegaban sin parar, cada una más urgente que la anterior, pero Konstantinos las ignoraba, saboreando el caos que se desplegaba.

Dejó de pagar las deudas a los bancos, provocando que las instituciones financieras encendieran la alarma. Las cuentas de la naviera comenzaron a congelarse, los intereses se dispararon y las penalizaciones se volvieron insostenibles.

En silencio, extrajo todo el dinero de las cuentas bancarias tanto de la empresa como las personales y lo depositó en una cuenta en el extranjero a nombre de Andreas Kontos, su hijo mayor. Cada transferencia era un clavo más en el ataúd de la Naviera Vassilis.

Contrató los servicios de dos de los abogados más corruptos, pero eficientes de Grecia. Estos hombres, conocidos por su falta de moral y escrúpulos, lograron legalizar la transferencia de la propiedad de los buques y el mayor número posible de las acciones de la naviera, también a nombre de Andreas. Las aseguraron de tal forma que, cuando sobreviniera la crisis, solo las que poseía su hijo fueran inembargables. La estrategia de Konstantinos era impecable.

Cuando Frank Vassilis se enteró del desastre, ya era demasiado tarde. Nada había por salvar. La naviera se encontraba en un colapso total, sus arcas vacías y su reputación hecha añicos. Los bancos, como tiburones hambrientos, en su desesperación por recuperar algo de su dinero, se disputaron los pedazos que quedaron de lo que una vez fue un poderoso imperio.

Las propiedades y activos de la familia Vassilis fueron subastados en el mercado local, vendidos por una miseria. Solo se salvó la mansión familiar, y eso, porque en una rápida jugada, Frank la puso a nombre de Greta. En menos de tres meses tuvieron que declararse en bancarrota. La noticia corrió como pólvora, y la caída de los Vassilis se convirtió en el escándalo del año.

Era una realidad: estaban en la ruina.

Una tarde, días después, pasó lo que Konstantinos tanto había esperado desde que empezó con su silenciosa revancha. Sabía que Frank ardería en cólera, y eso era precisamente lo que él estaba deseando. Lo esperaba con ansias.

Frank, deshecho y furioso, fue a enfrentarlo a la mansión. La puerta del estudio se abrió de golpe, y Frank entró como un tifón.

—¡Maldito seas, Konstantinos! —rugió, golpeando el escritorio con su puño—. ¿Qué has hecho? ¡Has destruido mi familia, mi vida! Sabía que no eras más que un mediocre sin talento para los negocios. Jamás debí permitir que mi hija se casara con un inútil como tú.

Konstantinos, sentado en el sillón de cuero que había pertenecido al patriarca de los Vassilis, lo observó con frialdad, sin un ápice de compasión. La luz tenue de la lámpara de escritorio proyectaba sombras siniestras en su rostro.

—Solo he cobrado lo que me debías, Frank —respondió con voz firme. Sus ojos brillaban con odio. Se levantó lentamente, su postura era rígida y desafiante—. Me estoy asegurando de que pagues por lo que tú y Greta le hicieron a Fiorella. ¿En verdad creías que dejaría que su muerte quedara impune?

Frank dio un paso adelante con su rostro enrojecido por la furia. Sus ojos fulminantes se clavaron en Konstantinos, quien lo observaba con una calma tensa.

—¿Cómo te atreves a comparar la vida de una puta insignificante con una fortuna incalculable? ¡Una fortuna labrada por los Vassilis durante generaciones! ¡Nos has destruido! ¡Has destruido todo lo que construimos! —vociferó—. Has arrasado nuestro status, nuestra reputación comercial.

Konstantinos sintió un nudo en el estómago al recordar la sonrisa radiante de Fiorella, un nudo que se disolvió en una furia helada.

—Es lo menos que se merecen —sentenció con la voz como un témpano de hielo—. Y todavía no he terminado con ustedes.

Frank se abalanzó sobre él, agarrándolo por la solapa de su chaqueta. Konstantinos se soltó con un movimiento brusco y se alejó un paso, mirando a Frank con desprecio.

—Voy a destruirte, cabrón de mierda —amenazó Frank.

—¿Cómo? —soltó una carcajada amarga. Su mirada burlona recorrió la figura de Frank, ahora desgastada y derrotada—. Ya no tienes dinero, poder, influencias. Te lo quité todo. ¡Todo!



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 17.06.2024

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