Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 73

DIMITRIOS ES EMANUEL

"¿Cómo surcar las olas del presente cuando el ancla del pasado se aferra a las tormentas vividas, desgarrando el alma con su dolor persistente?".

Lucas permanece inmóvil, como una estatua de mármol, mientras las palabras de su madre llenan el silencio de la habitación. Su rostro, impasible y rígido, no revela la tormenta interna que lo consume. Sus ojos, fijos en el rostro de Delilah, no reflejan emoción visible.

A su lado, Noelia y Philipo también escuchan con atención, sus rostros permanecen tensos y llenos de incredulidad.

Delilah, por el contrario, es un torbellino de emociones a punto de desbordarse.

—Hay cosas que... —dice, con la voz temblorosa—. Cosas que he llevado en mi corazón como una carga insostenible. Hace muchos años, conocí a Konstantinos, el padre de Andreas. Era un hombre bueno, atrapado en un matrimonio infeliz. En su desesperación, planeaba huir con Fiorella, su verdadero amor. En ese momento no lo entendí así, y… —se desborda en sollozos angustiosos.

Lucas no se mueve, todos sus músculos están tensos como cuerdas de violín a punto de romperse. Noelia aprieta su mano al notarlo, pero él ni siquiera se inmuta.

Philipo, con el ceño fruncido y los labios apretados, mantiene una expresión severa mientras observa a su esposa y se entera de todo aquello que Delilah ha mantenido oculto por tantos años.

—Cometí el peor error de mi vida —confiesa Delilah, con sus ojos inundados de lágrimas y su rostro desfigurado por el dolor—. Le conté a Greta sobre los planes de Konstantinos. Pensé que estaba haciendo lo correcto, que ella tenía derecho a saber. Que, de alguna manera, ese matrimonio podía salvarse. Pero no medí las consecuencias. Greta, consumida por la furia y el desconsuelo, destruyó todo a su paso. Buscó ayuda de su padre, un hombre muy poderoso en ese entonces. Juntos arruinaron la vida de Konstantinos y Fiorella, y yo… yo lo provoqué. Yo fui la responsable de desencadenar esa tragedia.

El rostro de Lucas permanece impasible, como una máscara impenetrable. Sin embargo, en su interior, una ira ardiente se enciende como un fuego incontrolable. No puede creer lo que está escuchando. Su propia madre había sido la autora de tanta tragedia y sufrimiento.

—Greta se aseguró de que Konstantinos no pudiera huir —continúa Delilah, su voz es apenas un susurro entre los sollozos—. Fiorella murió, y sus hijos, Andreas y Emanuel, se quedaron huérfanos. Konstantinos, incapaz de soportar el dolor por la pérdida de Fiorella se quitó la vida. Antes de hacerlo, me pidió que cuidara de Emanuel. Pero Greta... Greta se quedó con él. Legalmente tenía todos los derechos sobre él. Emanuel solo tenía dos años.

—¿Qué pasó con Emanuel? —la voz de Lucas es tan dura como el acero, con solo escucharla lastima—. ¿Dónde está? —dirige su mirada hacia su padre—. ¿Tú sabías todo esto?

Philipo niega con un simple movimiento de cabeza. Su rostro, tan duro como el de Lucas, refleja una frialdad cortante.

—Konstantinos habló conmigo la mañana de su suicidio —confiesa Philipo con voz grave—. Me entregó unos documentos que le pertenecían a Andreas y me pidió que mantuviera a su hijo alejado de todo. Yo ignoraba que tenía pensado quitarse la vida —agrega con aflicción—. Cuando sucedió, comprendí que su deseo era que Andreas jamás se enterara de aquella tragedia; él quería que su hijo fuera feliz.

—¿Y crees que eso te daba derecho a ocultarle la verdad? —pregunta Lucas con crudeza.

—Sí —responde Philipo con firmeza—. Lo acogí en esta familia como si fuera mi hijo, sin ninguna distinción. Desde que llegó a esta casa, para mí fue un Kontos, y tú lo sabes muy bien. —Lucas no se inmuta—. Hice todo lo que estuvo en mis manos para convertirlo en un hombre de bien y sé que lo logré —respira profundamente, asimilando toda aquella situación—. En cuanto a Emanuel, Delilah no me dijo nada. Ella estuvo presente la noche que Konstantinos se suicidó. Durante semanas estuvo muy afectada, evadida de la realidad, pero poco a poco, logró reponerse. Jamás me mencionó nada al respecto.

Las manos de Delilah tiemblan mientras trata de limpiarse las lágrimas que surcan su rostro. Su expresión refleja un profundo dolor, angustia y un marcado arrepentimiento.

—Habla, mamá —insiste Lucas, indiferente al sufrimiento de Delilah—. ¿Dónde está Emanuel?

—Greta le cambió el nombre… él… él es Dimitrios.

Noelia abre los ojos de par en par, atónita ante la revelación. Todo aquello le parece una completa locura.

—Ella lo crio como si fuese hijo suyo, prometió cuidarlo… No quiso entregármelo, y yo... yo no pude hacer nada porque estaba impedida medicamente. No pasa un solo día sin que me arrepienta de lo que hice. Sin que el remordimiento me carcoma por mi error. No supe guardar el secreto, no fui capaz de medir las consecuencias. Y eso... eso destruyó a una familia. Yo le prometí a Konstantinos que cuidaría de sus hijos, por eso… tengo un deber… con Dimitrios, yo…

Lucas se aproxima a ella y la sujeta del brazo con fuerza.



#3 en Thriller
#2 en Misterio
#17 en Novela romántica
#8 en Chick lit

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 17.06.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.