Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 74

NO HAY OTRA MANERA

"El peso de la culpa es un grillete invisible que nos ata al pasado. Solo asumiendo las riendas de nuestros actos podremos liberarnos de sus cadenas".

Greta avanza con paso firme por uno de los pasillos oscuros de la mansión. Sus tacones resuenan contra el suelo de madera antigua. A su lado, Fabrizio, su mayordomo, la sigue en silencio, como una sombra imponente e intimidante que, se muestra completamente sumisa ante su patrona.

El ambiente es denso, pesado, la tensión se puede cortar con un cuchillo. La luz tenue de las lámparas de pared proyecta sombras alargadas que bailan con cada paso. El crujido del suelo bajo sus pies hace eco con sus turbios pensamientos.

Greta aprieta los puños conteniendo la furia que hierve en su interior. Cada paso la acerca más a la habitación de Dimitrios, y con cada paso, su enojo crece. No puede creer que haya fallado en una tarea tan simple. Últimamente, solo comete errores y ya está harta de él. Ya no está dispuesta a tolerarlo más.

Al llegar a la puerta de la habitación, Greta se detiene un momento, respira profundamente antes de empujar la puerta con fuerza, y sus ojos, de un azul gélido, se convierten en dos pozos de hielo. Su rostro se transforma en una máscara fría y cruel, esa que muestra siempre ante Dimitrios.

Fabrizio entra detrás de ella, con su rostro inmutable. Encuentran a Dimitrios tirado en el suelo, inconsciente y malherido. El aire está cargado con el olor metálico de la sangre, un aroma que hace que Greta se revuelva el estómago. La comida que él llevaba para Giavanna está derramada sobre el piso. Su rostro ensangrentado por el golpe propinado con el bate.

Greta siente que la ira la consume. Sus ojos se entrecierran mientras mira el cuerpo de Dimitrios.

—¡Inútil! —masculla entre dientes, llena de desprecio—. ¡Eres un fracaso! —Las palabras salen de su boca como dardos envenenados.

Se acerca a él y le da una dura patada en el costado, como si quisiera asegurarse de que no está fingiendo.

—¡No sirves para nada! ¡Ni siquiera pudiste dominar a una mujer! —Sus palabras de reproche cortan el aire como un látigo

Fabrizio permanece en silencio, con sus ojos fijos en su señora, esperando sus órdenes. Greta respira hondo y trata de calmarse. Se gira hacia Fabrizio.

—Arrástralo al sótano —ordena con voz firme y sin emoción—. Que se pudra allí con esa tipeja. Haré que juntos aprendan la lección.

Fabrizio asiente sin decir una palabra. Se inclina para levantar el cuerpo por los hombros y lo arrastra fuera de la habitación. Mientras avanzan por los pasillos, el ambiente se vuelve más opresivo. El sonido de los pasos y el cuerpo arrastrándose por el suelo crea una sinfonía macabra que resuena en las paredes de la mansión.

Greta los sigue con su mente repleta de pensamientos oscuros.

Al llegar al sótano, Fabrizio abre la puerta con una mano, sosteniendo el cuerpo de Dimitrios con la otra. La oscuridad del lugar parece devorarlos mientras descienden, la luz de la bombilla en la parte inferior apenas mitiga la penumbra. El ambiente es frío y húmedo, un olor a humedad y encierro emerge del interior, acompañado de un leve hedor a moho.

Giavanna se encuentra allí abajo, sus ojos se concentran en esas personas cuando escucha el ruido. Fabrizio lanza a Dimitrios al suelo sin ceremonias, su cuerpo cae con un sonido sordo. El terror se apodera de Giavanna, pero no deja que la paralice, al contrario, la impulsa a actuar y, en un último intento desesperado por escapar, corre hacia la salida.

Fabrizio anticipa sus movimientos y la detiene con firmeza. La sujeta por los brazos y, sin esfuerzo, la inmoviliza. Greta observa la escena con una satisfacción perversa y se acerca lentamente a Giavanna.

—¿A dónde crees que vas? —pregunta con una voz dulce pero letal.

Greta no espera la respuesta, levanta la mano y con toda la fuerza de su odio y resentimiento, le descarga una bofetada fuerte y contundente. El golpe resuena en la habitación y hace que la cabeza de Giavanna gire violentamente hacia un lado. Un grito ahogado de dolor escapa de sus labios, sus ojos se llenan de confusión y desconcierto.

Sin darle tiempo a recuperarse, Greta le propina otra bofetada en la mejilla opuesta, esta vez con el dorso de su mano, volteando el rostro de Giavanna en la dirección contraria. La fuerza del impacto que la sangre brote de sus labios, y se deslice lentamente por su barbilla. Giavanna jadea, el dolor le nubla la visión.

Greta la agarra por el cabello con una fiereza despiadada, inclinándola hacia atrás.

—¿Sigues creyendo que podrás escapar de mí? —se burla, con su voz impregnada de crueldad—. Ahora entiendo por qué le gustas tanto a Dimitrios —dice con un gesto de desprecio—. Eres tan patética como él.

—Vieja, roñosa y cobarde —gruñe Giavanna apretando los dientes—. Aquí la única patética eres tú — escupe con repulsión la sangre que brota de sus labios y mancha a propósito la mejilla de Greta—. Deja que tu cancerbero me suelte y verás cómo te hago tragar esa estúpida sonrisa.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 25.06.2024

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