Un anhelo del corazón

CAPÍTULO 75

NUNCA OLVIDES QUE TE AMO

"Como las olas que se retiran de la playa, dejando al descubierto la arena mojada, nuestro amor se aleja, dejando atrás la huella imborrable de lo que alguna vez fue".

La noche cae sobre la mansión Vassilis como un manto negro y sofocante. La luna, una tímida observadora, apenas se asoma entre las densas nubes, dejando la propiedad en una penumbra que solo es interrumpida por la tenue luz de las farolas antiguas.

Dentro de la mansión, Fabrizio, el cruel e implacable mayordomo, observa con ojos calculadores la pantalla de uno de los monitores de seguridad. En ella se transmite en tiempo real la imagen de tres grupos de hombres armados que se dirigen hacia tres puntos diferentes del bosque que rodea la propiedad.

Fabrizio muestra una sonrisa siniestra. Él ha ordenado este ataque, ejecutando las órdenes de Greta.

La lluvia, aunque ha amainado un poco, continúa cayendo como un rocío persistente. Las gotas de agua se precipitan intermitentemente desde las hojas de los árboles, creando un susurro constante y lúgubre. La tierra se ha vuelto resbaladiza y fangosa, lo que dificulta el avance de cualquiera que intente moverse con rapidez. La oscuridad es casi absoluta, solo rota por los destellos ocasionales de relámpagos que estallan en el cielo encapotado.

Hermes Mylonas, el jefe de seguridad de rostro curtido y severo, dirige la operación. Doce hombres, divididos en tres grupos, tienen la misión de neutralizar cada uno de los puntos donde se supone Lucas aguarda por las indicaciones de Delilah.

—Tengan muy presente que nos enfrentamos a Lucas Kontos y sus hombres —advierte Hermes con voz firme—. Se trata de una operación complicada, no hay margen para errores. No pueden confiarse. Él no es un hombre que cometa equivocaciones ni que actúe sin un plan. Es posible incluso que anticipe nuestra emboscada. Así que ya saben, no les den tiempo de reaccionar y elimínenlos a todos sin piedad.

—Entendido, señor —se escuchan al unísono las voces ásperas de los hombres.

—No lo olviden: Lucas Kontos es nuestro objetivo principal.

Los motores de los autos rugen como bestias enfurecidas mientras se desplazan por el camino fangoso y resbaladizo. Lanzan chorros de barro a su paso, y rompen con sus ruedas la espesa neblina. Cada uno de los hombres a bordo sabe que un solo error podría ser fatal.

El primer grupo llega al punto designado, un claro entre los árboles a medio kilómetro de la mansión. Bajan de los vehículos con sigilo felino, sus armas listas y sus sentidos en alerta máxima. Se acercan con cautela a la camioneta estacionada, escudriñando la oscuridad en busca de cualquier movimiento. Las siluetas dentro de la cabina se distinguen borrosas bajo la intermitente luz de la luna. Sin darles tiempo a reaccionar, disparan contra ellos.

Las balas surcan la noche como estrellas fugaces, iluminan brevemente el follaje denso del bosque y dejan un rastro de muerte a su paso.

—¡Alto al fuego! —grita uno de los hombres a cargo, su voz resuena en la quietud de la noche.

Esperan un momento con los dedos apretando el gatillo de sus armas. No hay respuesta, ni un solo grito, ni un solo disparo. Entonces, con sus botas hundiéndose en la tierra húmeda, avanzan con cautela, convencidos de que han neutralizado la amenaza.

—Tú y tú —ordena el líder de ese escuadrón y señala a dos de los hombres que lo acompañan—. Acérquense y revisen que los cuerpos dentro el auto estén todos sin vida.

El segundo grupo repite la misma acción en simultáneo. Llegan al punto señalado por Delilah, despliegan sus fuerzas y comienzan a disparar. Al igual que el primer grupo, nadie les ofrece resistencia, y avanzan, seguros de su éxito.

La noche es una aliada traicionera, Hermes lo sabe muy bien. Desde su posición en el tercer grupo, observa con satisfacción cómo sus hombres cumplen con su misión.

Sin embargo, una sensación incómoda comienza a crecer en su interior. Algo no está bien. Todo ha resultado demasiado fácil y ha sido muy rápido. Además, el primer y segundo grupo todavía no reporta novedades, así que intenta comunicarse con ellos por radio. El silencio que rodea a sus hombres es demasiado inquietante. Hace varios intentos y no obtiene ninguna confirmación. La estática es la única respuesta.

Desconfiado e intranquilo, Hermes ordena a su grupo, el último que queda, que avance con extrema precaución. No hay vuelta atrás. Sus sentidos se agudizan, alerta ante cualquier indicio de peligro.

—¡Fuego! —da la orden, y los hombres comienzan a disparar.

El sonido de las balas corta la noche como cuchillas filosas. Al igual que en los dos ataques anteriores, no hay resistencia de ningún tipo. Hermes, con la radio en la mano, sale del auto, intentando contactar a sus hombres.

Entonces, los ve. Sombras furtivas moviéndose entre la espesura, como depredadores que acechan a su presa y ahora se acercan con sigilo. Antes de que Hermes pueda reaccionar, los hombres de Lucas emergen de la oscuridad, disparando con precisión letal.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 25.06.2024

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