Un Año de Amores

Capítulo XL: 24 de julio

Blake se encontraba sentado en el pequeño sofá de la habitación, su vista fija en el exterior, el día estaba nublado y con muchas probabilidades de lluvia, no lo dejaban salir. Él, con las manos entrelazadas, aún llevaba la ropa holgada que usaba en rehabilitación; se sentía más cómodo escondido ahí adentro. Aaron apareció desde la puerta, sin aviso. Llevaba todavía la camisa de trabajo, arrugada en las mangas, y el saco negro colgando de su brazo. Había pasado todo el día trabajando, como siempre.

— Viniste temprano hoy... —murmuró Blake sin levantar la vista, sabía perfectamente quién había entrado. Aaron dejó sus cosas sobre la mesa con un sonido seco.

— Tu terapeuta llamó. —Respondió con voz baja, sin rodeos.

Blake sintió un pequeño tirón en el estómago. Claro. Por eso estaba ahí. Por eso quería hablar.

— Ah. —Fue lo único que logró responder. Blake cerró los ojos por un momento, como si intentara calmarse antes de enfrentar lo que Aaron tenía que decirle— ¿Qué dijo? —preguntó finalmente, con la voz más tensa de lo habitual.

Aaron se sentó frente a él y cruzó los brazos sobre el pecho. Su expresión era impenetrable como siempre, pero había algo en su mirada que delataba preocupación oculta bajo esa fachada dura. El ambiente estaba tenso, casi incómodo, como si hablar con su hijo fuera territorio desconocido. Durante un momento ninguno de los dos dijo nada; solo se escuchaba el tictac del reloj y la respiración ligeramente acelerada de Blake.

— Dijo que estás... avanzando. —Agregó Aaron, con un tono ambiguo, como si no supiera si eso era una buena noticia o una obligación más. Blake apretó los dedos hasta que le dolieron.

— Voy cuatro meses, papá —dijo en voz baja—. Cuatro meses aquí adentro, no puedo hacer más que lo estoy haciendo. —Aaron asintió, pero no dijo nada. Nunca sabía qué decir. Blake tragó saliva. Empezaba a sentir el temblor en el pecho, ese que intentaba esconder cada vez que hablaban—. Y las pastillas... —continuó, más tenso— las estoy tomando como dijeron. No me las salto, no hago estupideces. Estoy... —respiró hondo— estoy intentando.

— Lo sé —dijo finalmente—. Sé que estás haciendo un esfuerzo.

Blake se echó hacia atrás, dejando caer la cabeza sobre el respaldo. Tenía los ojos brillantes, pero aún se mantenía firme. Solía hacerlo: aguantar, aguantar, aguantar.

— ¿De verdad lo sabés? —preguntó sin mirarlo—. Porque yo... yo no te veo, papá. Nunca te veo.

Aaron tensó la mandíbula. No le gustaban esas conversaciones. No sabía manejarlas, como si cada palabra fuera una pieza de un rompecabezas que jamás aprendió a armar.

— Trabajo mucho, lo hago para...

— ¡Ya sé! —lo interrumpió Blake, levantando la voz por primera vez. Su respiración se volvió más rápida— Ese discurso me lo sé desde que tengo memoria, trabajas para mantenerme a mí y darme la mejor vida, ya malditamente lo sé. —Silencio. Pero ya no era ese silencio incierto de antes, sino uno áspero, lleno de cosas no dichas. Blake agarró los bordes del sofá, apretando tanto que sus nudillos se pusieron blancos—. Tú siempre estás trabajando —siguió, la voz quebrándose apenas—. Siempre. Y yo... yo estoy solo aquí.

Aaron desvió la mirada hacia la mesa, como si ahí fuera más fácil enfrentarlo.

— No pensé que te afectara de esa manera. —Admitió en voz baja. Blake soltó una risa rota, corta, dolorosa.

— ¿Cómo no me va a afectar? —susurró—. Mamá nos dejó cuando yo era un bebé. No tengo recuerdos de ella, cero, y tú siempre estás pero no estás.

La primera lágrima cayó sin permiso, resbalando rápido por su mejilla. Y al sentirla, algo dentro de él se quebró. Aaron levantó la vista al fin, sorprendido. Blake no lloraba frente a él. Nunca, ese era un territorio que ambos evitaban.

— Blake... —empezó a decir.

Pero su hijo ya no podía frenarse. El pecho se le movía en sacudidas suaves, como si hubiera estado conteniendo todo durante demasiado tiempo.

— Yo intenté, papá... —la voz se le ahogó—. Te juro que intenté ser fuerte, pero me cansé de estar roto y que nadie lo note. Me cansé de estar mal... solo.

Aaron todavía no sabía qué decir, pero Blake tampoco parecía esperar una respuesta. Se quedó mirando el piso, los cordones de sus zapatillas desgastadas, la sombra temblorosa que sus manos proyectaban en el suelo por la luz blanca del tubo fluorescente.

Y entonces ocurrió.

Fue como si algo dentro de él cediera sin aviso, un hilo que venía sosteniéndolo desde hacía meses. Primero fue un suspiro, uno largo, demasiado largo, que no sonaba a alivio sino a derrota.

Después, los músculos de su rostro empezaron a contraerse. Apretó la mandíbula, como si estuviera intentando tragarse algo imposible de tragar. Las manos buscaban entrelazarse, pero temblaban tanto que apenas podían mantenerse juntas.

— Yo... —empezó, pero la voz se quebró en seco, completamente.

Apretó los ojos con fuerza, los dientes chocando entre sí en un intento inútil de contener lo inevitable. Su pecho subía y bajaba con respiraciones cortas, rápidas, irregulares. Era como ver a alguien que está perdiendo la batalla contra algo invisible.

— No puedo... —susurró.

Y ahí se abrió la grieta. Se llevó ambas manos a la cara y se dobló hacia adelante tan bruscamente que Aaron dio un pequeño sobresalto.

No era un llanto suave, no era un llanto silencioso, era ese tipo de llanto que nace desde un lugar demasiado profundo, demasiado viejo. Un gemido escapó de Blake, ahogado, sucio, desesperado. Los hombros le temblaron, la espalda se le arqueó. Las lágrimas cayeron sin resistencia, empapándole las palmas y la camisa. Goteaban como si hubieran estado acumulándose meses enteros detrás de una represa que finalmente se rompía.

Cada respiración era un intento fallido de recomponerse, cada intento lo hacía temblar más. El sonido de su propio llanto parecía romperle la garganta.

— Estoy tan cansado... —logró decir entre jadeos cortados—. Tan cansado, papá...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.