La tarde recién terminaba de caer, dejando un cielo violeta apagado que todavía permitía ver cada detalle de la calle. Las luces de los postes se encendían una por una mientras un pequeño grupo se reunía, donde siempre hacían competencias improvisadas. El motor de Hades rugió como una bestia al despertar, el sonido cortando el aire quieto del atardecer.
Chloe estaba ahí, apoyada contra su coche con los brazos cruzados y una mirada dura que no prometía nada bueno. Sabía. Y por primera vez en mucho tiempo, no tenía miedo de enfrentarlo.
— No sé por qué aceptaste hacer esto. —Murmuró Chloe, cruzándose de brazos mientras miraba a Hades, que estaba atándose las zapatillas con una tranquilidad casi insultante.
— Porque me desafiaron —respondió él con su tono neutral de siempre—. Y porque estoy aburrido.
— No estás aburrido, estás molesto —agregó Morgan desde el fondo, sin querer meterse pero haciéndolo igual—. Es distinto.
Hades no respondió. Terminó de ajustar los cordones y se incorporó, alto, delgado, imperturbable como siempre... aunque Chloe lo conocía suficiente para ver ese brillo distinto en sus ojos. Ese que decía que estaba cargado. Irritable. Pensando demasiado.
La noche había caído sobre la ciudad como una manta oscura y viva. El asfalto todavía conservaba el calor del día, pero el aire olía a gasolina, adrenalina y problemas. La calle lateral del viejo parque industrial estaba cortada por un improvisado arco de coches estacionados. Luces altas encendidas, ronroneos de motores, música distorsionada desde parlantes baratos. Era el tipo de ambiente que Hades conocía demasiado bien... y donde se sentía peligrosamente cómodo.
Chloe se acercó un paso, con las manos en los bolsillos de su sudadera. El viento jugaba con su cabello mientras lo miraba directamente a los ojos.
— Sabes que no es solo una carrera para ti. —Dijo, con la voz firme pero baja.
Hades desvió la mirada hacia el coche, evitando ese contacto incómodo entre ellos dos, y quizá también porque sabía que tenía razón. No era sólo correr: era adrenalina barata para llenar huecos más profundos de mierda emocional acumulada durante demasiado tiempo sin resolverla como debía ser.
— No me gusta esto.... —murmuró, viendo a Hades prepararse para subir a su coche.
Hades estaba de pie, con las manos en los bolsillos, observando la escena. Su gesto era impasible, pero su mirada recorría de arriba abajo la calle, los pocos espectadores que esperaban en la oscuridad, los coches alineados, un grupo de chiquillas que buscaba llamar la atención, los demás coches de los preparadores intentando impresionar a las chicas con sus motores mejorados.
— Preciosa, estás aquí porque obligaste a Blake a hablar, no por invitación. Déjate de quejas o vete. —Él la cortó en un micro segundo, ella abrió la boca y la cerró repetidas veces, queriendo defenderse, pero sin tener fundamentos—. ¿Ves?
Chloe apretó los puños, enfurecida por la manera en que le hablaba, aunque también por saber que él tenía razón. No era como si él hubiera querido que ella estuviese ahí, Hades siempre había evitado a toda costa que sus amigos cercanos se involucraran. Todo su impulso era intentar que él no lo hiciera. Suspiró, agotada, y no supo cómo responderle.
Morgan apoyó los brazos sobre el techo del coche, mirando la escena sin pestañear, pero con una chispa divertida en sus ojos.
Chloe lo miró con ojos entrecerrados, pero Morgan se mantuvo impasible. Por otro lado, Hades estaba preparando su coche, como si fuera parte de un ritual. Revisó cada tornillo dos veces, probó los frenos y finalmente se montó dentro, listo para iniciar la carrera. Su respiración era regular, los reflejos alertas, su mirada como la de un depredador a punto de cazar a su presa.
— ¿Van a quedarse ahí mirando como si me estuviera por morir? —preguntó en tono seco. Morgan chasqueó la lengua.
— No sería la primera vez que casi lo haces.
Chloe no sonrió.
Hades la miró un segundo más. Ese segundo fue suficiente para que ella viera el cansancio, la presión y el ruido que llevaba por dentro.
Sin más palabra, él puso el coche en marcha y aceleró, dirigiéndose a la línea de salida. El coche salió disparado como una bala, con el motor aullando y los neumáticos quemando asfalto. Todos lo miraban, pero Hades solo veía la distancia que debía recorrer y nada más. Morgan silbaba impresionado, con la mirada fija en el coche que se alejaba.
— Este tipo nació para correr. —Comentó Morgan, mirando como Hades se alejaba. Chloe lo maldijo solamente con la mirada.
El pañuelo bajó.
El sonido fue ensordecedor.
Los tres autos salieron disparados, derrapando apenas antes de enderezarse. El coche de Hades tomó la delantera en cuestión de segundos, la aceleración brutal, limpia, precisa. La calle se volvió un túnel de luces borrosas. Chloe sintió el estómago encogerse.
Hades conducía como si la vida dependiera de ello, como si cada cambio de marcha fuera un grito ahogado convertido en velocidad. No competía contra los otros, los dejaba atrás sin siquiera mirarlos. Competía contra todo lo que no podía controlar.
La mirada de Hades era la de una piedra. Su mundo se reducía a él, al coche, a ese camino de luces borrosas y el rugido del motor. Conducía como si nada más importara. La velocidad era como un alivio, una droga que hacía desaparecer el ruido de su mente. Él ya había olvidado el mundo que quedaba fuera del coche, y solo pensaba en la línea de llegada, y en ganar.
— Maldita sea... —susurró Morgan, sorprendido aunque no lo admitiría—. Está conduciendo mejor que nunca.
En la curva cerrada del galpón, Hades lo anticipó antes de que ocurriera. Apenas giró el volante, un movimiento milimétrico, suficiente para mantener la trayectoria perfecta.
La multitud gritó.
Hades no escuchaba nada.
Él cruzó la línea final con un derrape perfecto, levantando una nube de polvo que hizo gritar a todos. Hades frenó unos metros más abajo, respirando como si recién ahí volviera a habitar su cuerpo.
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Editado: 05.12.2025