Capítulo XLVI: 30 de Septiembre

El aire de finales de septiembre tenía ese aroma tibio y dorado que anunciaba el comienzo del otoño en Italia. Las hojas de los plátanos empezaban a tornarse amarillas, y las calles tenían ese murmullo suave típico del cambio de estación. Todo parecía volver a su ritmo natural.

En la casa de los Rossi, donde los chicos se reunían como si fuera un segundo hogar, el ambiente se sentía más liviano. Las tensiones, los sustos, las discusiones, todo parecía haber quedado atrás, como si las últimas semanas hubieran sido un mal sueño del que por fin estaban despertando.

El salón estaba iluminado por la luz cálida que entraba por el gran ventanal. Sobre la mesa había tazas, restos de galletas y un cuenco de mandarinas. Alex estaba tirada en el sillón, con los pies sobre Noah; Noah revisaba un folleto universitario; Chloe dibujaba en su cuaderno; Hades enviaba mensajes con una sola mano, la sana, mientras la otra seguía enyesada, decorada ahora con firmas y dibujos ridículos hechos por todos.

— Entonces... —dijo Noah, golpeando el folleto contra su propia rodilla—, oficialmente estamos a un día de empezar la bendita universidad.

— "Bendita" —repitió Alex con burla—. Lo dices como si no fueras tú el que estuvo llorando cuando vio que el campus tenía cinco edificios distintos.

— No lloré, —se defendió él, ofendido— fue una reacción fisiológica ante la sorpresa.

— Claro. —Chloe sonrió sin levantar la vista de su cuaderno—. "Reacción fisiológica" con mocos incluidos. —Hades soltó una risa suave—. ¿Y tú, pelirrojo? —preguntó ella, apoyando el mentón en la mano—. ¿Estás listo para tu primer día? —Hades se encogió de hombros.

— No sé si estoy listo, pero algo es algo. Mi madre ya me preparó desayuno para mañana, ropa, mochila... creo que piensa que tengo cinco años o que empezaré preescolar y no la universidad. —Alex levantó la cabeza del sillón.

— Lo hace porque te quiere, y porque aún no se le pasa el susto de esa noche. —Hades asintió, bajando la mirada un segundo, pero sin el peso de antes.

— Lo sé. No pienso volver a hacer nada así. —Luego carraspeó—. Además, Blake me amenazó con esconderme las zapatillas si me volvía a escapar.

— Buena estrategia. —Murmuró Noah—. Funciona contigo desde siempre.

Alex se inclinó hacia Chloe.

— ¿Y tú? ¿Nerviosa?

Chloe giró el lápiz entre los dedos.

— Un poco. O sea, es universidad. Suena a gente adulta y responsable, y yo solo sé hacer café, dibujar cosas feas y aprobar por milagro.

— No digas tonterías, dibujas genial y no eres tan irresponsable. —Noah le tocó el hombro con suavidad.

— ¿"Tan"? —Repitió ella, riéndose.

— Entonces... —dijo Noah, moviendo la cucharita dentro de su taza— ¿Qué carrera universitaria eligieron?

— Creo que no lo tengo claro todavía. Podría ser diseño... o algo que se parezca, pero tampoco sé si quiero eso toda mi vida. —Hizo un pequeño gesto con la mano—. Siento que apenas sé quién soy.

— Eso es normal... —respondió Noah, recostándose nuevamente sobre el respaldo del sofá—. Yo porque más o menos ya lo tenía planeado, pero igual me tiemblan las piernas de pensar en elegir mal. —Se encogió de hombros— Marketing, comercialización... algo de eso. —Alex soltó una risa suave.

— Qué romántico lo tuyo, mellizo bueno.

— Realista, diría yo, melliza maléfica.

Alex movió su taza entre las manos.

— Yo sí quiero algo artístico. —Habló con una seguridad tranquila—. No sé si pintura, escultura, ilustración... pero arte. Lo único que estoy segura es que no quiero terminar en una oficina haciendo cosas que me hagan apagarme.

— Te imagino de pie en un museo explicando tu obra como si no nos conocieras... —bromeó Chloe.

— Te lo juro —dijo Alex—, si algún día tengo una exposición, ustedes entran por la puerta trasera. No pienso admitir públicamente que conozco a esta banda de salvajes. —Hades, que hasta el momento había estado callado mirando las hojas caer, levantó la vista.

— Yo lo tengo fácil. —Encogió los hombros—. Algo relacionado a los coches. Mecánica, ingeniería automotriz, o algo así. —Una media sonrisa se le escapó—. Aunque a mi madre casi le da un infarto cuando se lo dije. —Noah resopló, negando con la cabeza.

— Hombre, considerando tu historial... Era obvio que iba a querer infartarse.

— No pienso volver a competir, —respondió Hades, más calmado que semanas atrás— pero los coches... eso no lo voy a soltar. Quiero estudiarlo, no correrlo. —Chloe sonrió, sincera.

— Eso te quedaría bien. Es algo tuyo, pero de forma sana. —Luego frunció el ceño como si una idea absurda acabara de cruzar por su cabeza—. Imagínate: "Hades Sanderson Harris, ingeniero automotriz".

— Suena intimidante —añadió Alex con una sonrisa—. Perfecto para ti.

Hades se encogió un poco en su asiento, como si no supiera qué hacer con el repentino apoyo.

— No es para tanto...

— Sí es para tanto —interrumpió Noah, dándole un leve codazo—. Lo bueno de la universidad es que nadie espera que ya tengamos todo resuelto. —Chloe se llevó las piernas al pecho sobre el sofá.

— ¿Les da miedo? —preguntó de pronto—. Todo esto... elegir, mudarse, crecer.

Hubo silencio unos segundos. El viento movió las ramas, arrastrando un par de hojas amarillas por el patio. Alex fue la primera en responder.

— Sí, mucho. —Sonrió—. Pero también tengo ganas de ver lo que nos deparará el destino.

— A mí me asusta un poco —dijo Hades, sin rodeos—. No por la carrera, sino por... no sé, cambiar. —Noah asintió lentamente.

— A todos nos da miedo, pero también es parte del viaje. Y no vamos solos, nos tenemos los unos a los otros aquí. —Chloe apoyó la barbilla en las rodillas.

— Empieza la primera semana de octubre. Falta... ¿Qué? ¿Un día?

— Horas... —calculó Alex—, ya viene.

— Sí —dijo Hades, respirando hondo—. Ya viene. —Noah levantó su taza.

— Entonces, brindemos. Por no tener idea de lo que estamos haciendo, pero hacerlo igual. —Chloe juntó su taza con la suya.