Un Año de Amores

Capítulo XLVIII: 8 de Octubre

El hospital olía a desinfectante y a café viejo, una mezcla que, con los meses, Chloe había empezado a reconocer demasiado bien. Esa mañana el sol entraba por las ventanas del pasillo con un brillo suave, dorado, que hacía que todo pareciera menos duro, menos frío. Quizá porque finalmente era una mañana distinta.

Una buena mañana.

Blake iba a recibir el alta.

Chloe se detuvo frente a la puerta de su habitación y tocó dos veces, suave.

— Pasa, la puerta está abierta.

Chloe empujó la puerta con cuidado.

Blake estaba sentado en la cama, ya vestido con ropa normal y no el pijama del hospital. Tenía el cabello algo revuelto, como si hubiera dormido mal, pero había color en su cara otra vez. Sus manos jugaban con una pulsera elástica que alguien le había dejado días atrás. Cuando la vio, se incorporó un poco.

— Hola, chiquita. —dijo él, una sonrisa apareció en su rostro— pensé que era una de las enfermeras. —Él se incorporó, acercándose a ella. Chloe entró y sonrió.

— Hola, paciente estrella. Te ves mejor. —Blake levantó una ceja, fingiendo arrogancia.

— Por supuesto, aunque admitamos que siempre me veo bien. Sabías que soy irresistible incluso en crisis nerviosas. —Su buen humor, el cual había estado apagado durante mucho tiempo, estaba volviendo a renacer.

— Bueno —se rió Chloe—, irresistible no sé... pero definitivamente menos zombie que la última vez.

Él también rió. Y ese pequeño sonido alivió algo que Chloe no sabía que tenía tenso por dentro. Por un momento se quedaron en silencio. Un silencio bueno, cómodo, como si ambos estuvieran acomodándose al hecho de que las cosas, por fin, estaban saliendo bien.

— ¿Ya te dijeron la hora del alta? —preguntó ella, acercándose a él.

— En un rato vendrá el doctor, creo que será antes del mediodía —respondió Blake, mirando la pulsera entre sus dedos—. Y la verdad, da un poco de miedo.

— ¿Qué? ¿Salir?

— Así es, aquí está todo... —se encogió de hombros—, controlado. Afuera tengo que volver a ser yo, tengo que volver a acostumbrarme a días de soledad.

— Igual todavía seguirás contando con la ayuda de tu terapista, estará todo bien. Allí afuera nos tienes a todos, lo sabes. —Dijo Chloe, levantando su mano para acariciar su mejilla—. Puedes buscar esa nueva versión tuya, una que no se guarda todo, por ejemplo, una versión que le gusta vivir todos sus días al máximo. —Blake la miró con una mueca.

— ¿Hades te mandó a decirme eso?

— No, —rió ella— pero estaría orgulloso de que lo dijera. —Él soltó una risa suave, bajando la mirada.

— ¿Cómo está? —preguntó Blake— ¿Cómo está su mano?

— Mejor, bastante mejor. Está... más tranquilo. Además, la universidad le está gustando mucho. —Respondió—. No te voy a mentir, te extraña mucho más de lo que él quiere admitir.

— Yo también lo extraño. —Chloe lo observó un segundo.

— ¿Vendrá? —preguntó después, casi en un susurro.

— Si tú quieres, no voy a llamarlo si prefieres esperar. Hades quiere darte tu tiempo, no debe ser difícil salir de aquí. —Blake se pasó una mano por la nuca.

— ¿Tú vas a estar? Cuando salga, digo. —Chloe sonrió, él apoyó la mano sobre la de ella que aún seguía en su mejilla, con cuidado.

— Siempre voy a estar, aunque me tenga que colar por una ventana otra vez. —Blake se rió, un poco más fuerte esta vez—. Es más, aquí estoy, Blake. Siempre estoy aquí.

— La enfermera te odia, ¿Lo sabías?

— ¡Oye! Yo pensaba que le caía bien, aunque sea un poquito. —Respondió Chloe con orgullo.

— Bueno... —murmuró Blake, negó un poco con la cabeza.

— ¿Y tú me odias?

— Nunca podría odiarte. —Él dejó un suave beso sobre sus labios que los hizo sonreír a ambos.

Un golpecito en la puerta los hizo girar.

Era el médico, sonriendo.

— Bueno, Blake... ¿Listo para irte? —El chico respiró hondo, muy hondo.
Miró un segundo su mochila, el cuarto, la ventana, la pulsera entre sus dedos.

Y luego miró a Chloe.

Ella asintió despacio, firme.

Blake se levantó.

— Listo. —Respondió, aunque sus piernas temblaban un poco.

Y Chloe se puso a su lado, preparada para caminar con él hacia afuera.

Hacia el comienzo de algo nuevo.

Ella caminó a su lado mientras salían del hospital, con el alta médica todavía caliente en sus manos. Él llevaba una mochila pequeña, nada más. Se notaba más delgado, más pálido, pero sus ojos tenían un brillo distinto, un brillo que Chloe no había visto desde hacía mucho.

Aaron esperaba apoyado contra el coche, con los brazos cruzados y ese gesto de padre orgulloso, aunque no sabía si también era una mezcla protector o simplemente estaba muerto de cansancio.

— ¿Listo? —preguntó cuando los vio acercarse.

Blake asintió, ajustándose el abrigo.

— Supongo que sí.

Chloe sonrió para aliviar la tensión, aunque tenía la garganta apretada.

— No te estamos liberando de una cárcel, Blake. Es el alta médica, no una fuga.

Blake soltó una carcajada mínima, breve, pero real. Blake le abrió el asiento trasero a Chloe mientras que él se situaba en el asiento de copiloto y su padre conducía. Apenas arrancaron, el hospital quedó atrás como un edificio borroso entre el vidrio empañado.

El interior del coche estaba silencioso al inicio, Aaron conducía con la vista fija en la ruta, como si temiera apartarla un segundo. Chloe observaba por la ventana cómo las calles se teñían de colores otoñales: hojas anaranjadas, la luz tibia de la tarde, el aroma a chimeneas encendidas escapando por las ventanillas.

Blake jugaba con el borde de la manga, inquieto.

— Pensé que iba a sentirme... diferente —admitió por fin, mirando sus manos—. No sé, más listo para todo, pero estoy igual, solo que... cansado. —Aaron aflojó los hombros un poco.

— Es normal, no tienes que estar listo para todo el primer minuto.

Chloe giró hacia él.

— Y no estás solo, eso ya cambia todo.




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