Un año para despedirse

Capítulo 15 : El último abrazo

No sé cómo explicar lo que se siente despedirse así. En medio del ruido de la ambulancia, de los papeles, del apuro.

Ese día fue tan rápido, tan brutalmente rápido, que ni el corazón alcanzó a procesarlo. Me llamaron y tuve que pedir permiso en el trabajo para salir volando. Literalmente. Corrí. No pensaba. No hablaba. Solo corría.

Llegue justo cuando iba a subirse a la ambulancia. Él debía irse al aeropuerto. De ahí, directo al Hospital del Tórax, en otra ciudad.

No sabíamos cuánto tiempo estaría allá. No sabíamos si volvería. Nos miramos. Y en ese segundo entendimos todo. No hicieron falta palabras. Solo nos abrazamos.

Un abrazo eterno que duró unos segundos. Pero que sigue temblando en el cuerpo hasta hoy.

Fue el último abrazo.

El ultimo beso.

El ultimo rose de piel.

Y esta vez... no hubo chistes. No hubo bromas. No hubo esa risa suya que siempre rompía la tensión. Solo hubo lágrimas. Y una esperanza frágil, tambaleando en medio del ruido.

Le dije que lo amaba.

Me dijo que también.

Y se fue.

Y yo me quedé parada ahí, con el alma temblando, tratando de retener mis manos un momento. Quise gritar. Pero ni eso salió. Porque hay despedidas intensas que ni siquiera te permiten romperte en el instante.

Sólo más tarde, cuando estás sola, cuando el silencio por fin te encuentra... ahí sí.

Ahí duele todo.




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