Capítulo 20: Vuelta a casa sin él

Después de que murió, me hicieron salir de la habitación. Me pidieron que llamara a su mamá, porque no estaba. Llame a su amigo. Necesitaba que alguien más estuviera ahí. Pero en realidad... yo ya no estaba ahí.

Mi cuerpo seguía, pero mi mente... mi alma ya no sabía dónde estaba parada. Había visto morir a mi mejor amigo, mi apoyo incondicional en mis manos.

Y ahora tenía que seguir.

Verlo como lo vestían. Para poder despedirse, y colocarlo en el ataúd. Ver como lo trasladaban en avión hasta nuestra ciudad.

Su amigo se movió con todo. hizo lo imposible para que todo saliera bien. Para que él volviera a casa.

Viajamos en el mismo avión.

Su madre y yo en el asiento.

Él... en el maletero. Dentro de un cajón.

Lo más frio y surreal que he vivido. Regresar juntos, pero no de la manera que soñamos.

Y cuando llegamos a nuestra ciudad, el golpe fue aún más duro:

En el aeropuerto trabajaban sus primos. Y fueron ellos quienes tuvieron que recibir su ataúd.

Recibir a su primo... muerto.

Vi sus rostros. Vi su dolor. Ese momento... fue tormentoso. Y yo... seguía sin reaccionar. Estaba viva. pero no sentía. Como si todo lo que estaba pasando fuera una película. Una que no podía ser mía.

Porque, ¿cómo era posible? ¿Como era posible que él, el que siempre reía, el que me cocinaba, el que me abrazaba tan fuerte cada día, ya no estuviera?

No lo entendía.

Después de unos dos meses, me aleje de todo.

No quería ver a nadie. No podía hablar con nadie. Pasé casi un año sola. Me encerré en una rutina donde solo existían dos cosas: mi hijo... y el trabajo.

Conseguí un empleo donde entraba a las 10 de la mañana y salía a las 9:30 de la noche. Todo el día ahí. Sin tiempo de sentir. Sin espacio para recordar. Porque si me detenía un segundo... todo volvía.

Y yo no sabía si iba a poder soportarlo.