Un año para despedirse

Capítulo 21: La que fui, la que ya no soy

Después de que él se fue, algo más también se fue de mí.

Mi identidad. Mi risa. Mi luz.

Todo cambió.

Las noches se convirtieron en un campo de batalla. Intentando dormir, pero los peluches que él me había regalado se caían solos, uno tras otro. Primero pensé que era casualidad. Luego, cada noche se repetía.

También se abría mi puerta. Sin razón. Sin viento. Sin nadie.

Como si algo... o alguien... aún estuviera ahí.

Desde entonces, no pude dormir con la luz apagada. El silencio era demasiado grande. Y así pase un año. Despierta. En alerta. Aferrada a su recuerdo como si eso me diera sentido.

Pero lo más difícil no fue lo paranormal. No fueron los peluches. No fue la puerta.

Fue mirarme al espejo y no saber quién era.

Porque la persona que él amaba... la que él conoció por tanto años, la que se reía fuerte, la que contaba chistes malos, la que bailaba sin pudor, ya no estaba.

Y no importa cuantos años han pasado. Desde su muerte hasta hoy --2025--, yo no he vuelto a ser esa versión de mí.

Intenté rehacer mi vida. Intente conocer gente. Tuve amistad, romances. Pero nada era igual. Yo no era igual.

Todo tenía ese "algo" que faltaba. Esa risa que no sonaba como la suya. Esa canción que no emocionaba como antes. Esa compañía que no se sentía como hogar.

Y aunque a veces sonreía, aunque a veces me sentía feliz... siempre había un vacío.

Un silencio dentro del pecho. Un hueco donde él vivía.

Ese vacío no se va.

Porque cuando pierdes a tu alma gemela... una parte tuya queda suspendida en el tiempo. En el amor. En la risa que fue.

En lo que ya no volverá.




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