— Primera idea, irnos lejos de aquí todos juntos, no importa si sea un departamento, una casa o una simple choza, lo importante es mantenernos unidos para llegar al fondo de todo esto. —Dice Aaron—. Mis padres tienen unos conocidos que pueden ser de mucha ayuda, tienen casas y departamentos alejados de lo que es la ciudad, además, tienen mucha seguridad.
— ¿Podremos pagar algo así? —pregunta Eva, angustiada—. Entiendo que sea una de las mejores opciones, pero no es lo más seguro.
— ¿Qué prefieren? —Cuestiona Jordan— Podemos ir a un lugar alejado y con alta seguridad o podríamos quedarnos en la ciudad, pero cerca de todo el mundo. No creo que sea tan psicópata como para matar a todos los que nos rodean, ¿O sí?
— Nadie lo sabe.
— Conozco un lugar, —habla Cleopatra captando la mirada de todos— mi hermana tiene sus contactos, conoce un departamento que no está nada mal, también tiene seguridad, pero está cerca de todas las armerías que hay en Vernazza.
— ¿Para qué necesitamos una armería cerca?
— Tiene para practicar tiro deportivo, podríamos prepararnos de otra forma que suene más amenazante.
— Concuerdo con Cleo, no digo que le va a generar miedo a ese psicópata, pero sí que va a saber que no somos presa fácil.
El primer día de su nueva vida juntos no transcurrió como lo habían imaginado. La necesidad de establecer reglas claras y acuerdos se volvió evidente, si es que deseaban evitar conflictos y mantener la armonía. Los horarios y rutinas debían ser ajustados, considerando las necesidades del grupo. El departamento, lejos de ser espacioso o ideal, se presentaba como un desafío: dos pequeñas habitaciones con camas matrimoniales y un único baño para cinco jóvenes.
Eva y Hanna, con una determinación única, ya habían reclamado una de las habitaciones, dejando la otra en el aire, como un premio codiciado. Lo que comenzó como un inocente juego de piedra, papel o tijera, escaló rápidamente a una contienda en el suelo de la sala. Cleopatra, Jordan y Aaron se enredaron en una lucha de voluntades y fuerza, pero a pesar del empeño de los chicos, Cleopatra emergía siempre victoriosa. Y así fue, contra todo pronóstico, ella se adjudicó la habitación restante, relegando a los chicos al sofá, que ahora se convertiría en su campo de batalla nocturno.
— ¿Por qué Aaron no duerme contigo? No entraremos ambos aquí. —Cuestiona Jordan observando el pequeño sofá, se acostó a lo largo y sus pies sobresalen del sofá, Aaron lo imitó apretándose contra él, definitivamente no entraban—. Cleo, lamento romper tus ilusiones, pero tendrás que dormir aquí.
— No es justo, gané el juego, ustedes perdieron. —Dice ella renegando.
— Pero tú misma estás observando que no entraremos nosotros aquí, somos demasiado altos y corpulentos para este sofá miniatura. —Costó, pero lograron convencerla.
En su segunda noche en aquel lugar, la normalidad era solo una fachada que ocultaba la tensión subyacente. Conscientes de la delicada situación, habían optado por retener información de la amiga de Cleopatra, no sólo porque estaba fuera del círculo de amenazas, sino también por su tendencia a minimizar la gravedad de los hechos.
Esa noche, el grupo eligió el cine como escape, aunque su elección de género, el terror, fue cuestionable. Las luces se extinguieron, sumiendo la sala en una oscuridad que presagiaba lo que estaba por venir. Cleopatra y Eva protestaron al principio, sus quejas resonando en la penumbra, pero pronto el silencio se apoderó de ellas, capturadas por la tensión en pantalla.
La escena se desarrollaba con una protagonista adentrándose en un cuarto plagado de muebles desvencijados, su atención capturada por un cuadro que parecía cobrar vida, manos espectrales emergiendo de sus bordes. Aaron, consciente del inminente sobresalto, se deslizó sigilosamente hacia el sofá donde Cleopatra estaba sentada, invisible a sus ojos. Cuando la imagen del cuadro se lanzó hacia la protagonista, un grito colectivo llenó la sala, incluido el de Cleopatra. En el momento en que la calma parecía retornar, Aaron capturó la mano de Cleopatra, tirando de ella con una súbita fuerza que provocó un alarido que resonó más allá de las paredes del departamento.
— ¡Eres un imbécil! —Le gritó con una mezcla de furia y pánico. Todos sus amigos se rieron poniéndole pausa a la película. Cleopatra, completamente enrojecida de la furia, miraba a el susodicho queriendo degollarlo con sus propias manos.
— ¡Tendrías que haber visto tu cara! —Le dice él, soltando una carcajada en frente de ella.
La risa se desvaneció abruptamente cuando un sobre se deslizó misteriosamente bajo su puerta. Un silencio tenso se apoderó de la habitación, y Jordan, impulsado por un presentimiento oscuro, corrió a abrir la puerta, sólo para encontrar el pasillo vacío. Cleopatra exhaló con frustración, consciente de que la tranquilidad era ahora un lujo inalcanzable. Se congregaron alrededor de la mesa, la incertidumbre flotando entre ellos mientras debatían quién debería enfrentarse al contenido del sobre.
Con un coraje que apenas sentía, Cleopatra tomó un cuchillo y abrió el sobre con manos temblorosas. Dentro, cinco fotografías y una nota en un papel arrugado les devolvieron la mirada. Cuatro de las fotos eran de ellos, capturados en momentos cotidianos, y la quinta, una imagen inquietante de Leonardo. Aaron, con un suspiro, fue el primero en examinarlas: una lo mostraba en su coche frente a una tienda, otra capturaba a Eva y Hanna saliendo de una residencia, Jordan aparecía sumido en su rutina de gimnasio, y Cleopatra... estaba en una habitación de hotel en Roma, con Emma lanzando una mirada furtiva.
Se intercambiaron miradas cargadas de significado, pero ninguna palabra podía encapsular la consternación que sentían.
"Sabe quién tomó la foto, sabe que nos tomaron una foto." —Pensó Cleopatra mirando atentamente su foto, no iba a decirlo, necesitaba más pruebas para saber si era verdad lo que estaba pensando.
Editado: 13.11.2025