— ¡Cuidado con las cajas! —Se escuchó una voz desde el fondo del pasillo. Cleopatra bajó corriendo las escaleras.
— ¿Qué está pasando? —Preguntó, con la respiración entrecortada. Aaron y Jordan se estaban peleando, como siempre.
— Aaron casi tira todas mis cosas. —Respondió Jordan, con el ceño fruncido mientras recogía una caja que había caído al suelo. Cleopatra miró alrededor, viendo las numerosas cajas apiladas en el vestíbulo. Suspiró y se acercó a Jordan.
— ¿Te ayudo? Son muchas cajas. ¿Acaso tuviste que traer tu casa entera? —Dijo con una sonrisa, tratando de aliviar la tensión. Jordan soltó una risa nerviosa y asintió.
— Ayúdame, por favor. ¿Puedes llevar las cajas que están ahí a lo que sería mi habitación? —Pidió, señalando un grupo de cajas cerca de la puerta.
— Está bien... —respondió Cleopatra, levantando una de las cajas con cuidado. Mientras subían las escaleras, Cleopatra no pudo evitar notar la expresión de preocupación en el rostro de Jordan.
— ¿Estás bien? —preguntó suavemente. Él asintió, pero sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y estrés.
— Solo ha sido un día largo. Gracias por tu ayuda, Cleo. No sé qué haría sin ti. —Dijo, dándole una sonrisa agradecida.
Todo pasó muy rápido, el grupo de amigos había vuelto a lo que es la casa de Cleopatra, gracias a su hermana, Thalía, instalaron todo un sistema de seguridad especializado, nadie podría entrar ni salir sin una clave. Además, se supone que cuando alguien intente forzar la puerta, sonaría una alarma que llegaría hasta la base de su hermana, enviándole un mensaje encriptado que ellos entenderían como señal de auxilio.
La madre de Cleopatra decidió quedarse con Thalía, así ellos tendrían más espacio y estarían más cómodos. No era una gran casa, pero tenía sus trucos y secretos. Cleopatra estaba saliendo de la casa cuando Aaron llamó su atención, él hacía ejercicio en el jardín delantero, se quedó unos segundos observando detenidamente cuando se dio cuenta que la estaba mirando.
— Iré con Emma, deseame suerte. —Le informa mientras deja un teléfono apoyado a su lado— Aquí tienes, la ubicación de todos se compartirá en tiempo real a todas horas, mejor saber dónde está cada uno por si pasa alguna emergencia.
Aaron asiente y sigue entrenando. Llegar al lugar que habían acordado no fue difícil, pero para Emma se le hizo extraño no verse en la casa de alguna de las dos. Al llegar, ella recibe a Cleopatra con un efusivo abrazo.
— Pensé que ya no tendrías tiempo para mí, ¿Cómo has estado? —Preguntó Emma, su voz suave pero cargada de preocupación.
— Bien, supongo... —Respondió Cleo, evitando el contacto visual.
— ¿Hay algún problema? —Insistió su amiga, inclinándose un poco hacia adelante, tratando de captar la mirada de su amiga.
— No, ninguno, sólo es que todo este tema me tiene agotada. —Le respondió ella, finalmente, levantando la vista. Emma notó las ojeras bajo sus ojos y la tensión en su mandíbula. Cleopatra la miraba muy atenta—. Por suerte ya sabemos quién está detrás de esto, eso es un punto a favor. —Añadió, tratando de sonreír, pero su expresión cambió completamente.
Cleopatra observó cómo un sudor frío bajaba por la espalda de Emma mientras su mano comenzaba a temblar, su amiga se rascó su nuca repetidas veces antes de responder.
— ¿Ah, sí? ¿Quién? —Preguntó con la voz temblorosa, su curiosidad mezclada con miedo.
— No puedo decirlo, eso sería romper el pacto que tengo con mis amigos. —Contestó, restándole importancia con un gesto de la mano. Cleopatra analizaba cada reacción y cada movimiento de su amiga, notando la inquietud en sus ojos—. ¿Y tú?
— ¿Yo qué? —Respondió Emma, un poco desconcertada por el cambio de tema.
— ¿Qué tal te ha ido la semana? —preguntó Cleopatra, mirando a su amiga con curiosidad, tratando de desviar la atención de sí misma.
— Pues la verdad es que ha sido una dura semana... —Habló, bajando la mirada—. Te he echado mucho de menos, eres mi mejor apoyo. —Terminó de decir, tocándose la nariz, nerviosa. Cleopatra notó que algo le ocultaba.
— Venga, no seas tímida. —Dijo Cleopatra, acercándose a ella y cogiéndole la mano—. Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? Cuéntame qué te pasa —le sonrió con dulzura, tratando de transmitirle empatía. Emma suspiró, pero antes de que pudiera responder, miró su reloj y se levantó de repente.
— Lo siento, Cleo, me olvidé que tengo cosas que hacer... —Dijo apresuradamente, dejando la conversación en ese punto y saliendo del lugar. Cleopatra se quedó allí plantada, con las palabras en la boca, observando cómo su amiga se alejaba. Levantó una ceja con incredulidad.
Algo tramaba y lo sabía muy bien. Aunque no pensaba que Emma era la culpable de todo esto, sino un títere más en un juego mucho más grande.
Antes de llegar a su casa, decidió pasar por la armería que había dicho, sabía que tendrían que protegerse de cualquier manera, no importaba si era legal o no. Sus amigos no estaban muy de acuerdo, pero ella asumiría toda la responsabilidad. Se compró una calibre 22, no era un arma muy grande ni muy pesada para su opinión; al mismo tiempo que la compraba decidió anotarse en las clases de tiro deportivo, si la tiene, mínimo tiene que aprender a usarla.
La guardó en una caja fuerte junto a viejas facturas y objetos de valor, cualquiera que quisiera usarla tendría que pedir permiso antes y ella iba a ser la única que manipulara esa caja.
Después de recorrer varias calles, llegó al lugar que había estado buscando. La tienda de armas de fuego estaba ubicada en una calle tranquila, con un letrero discreto que anunciaba su presencia. Al entrar, un señor mayor la saludó con amabilidad.
— Buenas tardes, ¿Qué se le ofrece? —Preguntó el hombre, de una manera muy amable. Cleopatra le sonrió de vuelta, asintiendo.
— Buenas tardes, estoy buscando a un tal Pedro, ¿Puede ser? —Respondió ella, frunciendo levemente el ceño e inspeccionando el lugar con la mirada.
Editado: 13.11.2025