Cleopatra había hablado con su madre por teléfono antes de irse a dormir. La conversación había sido breve pero llena de emociones. Su madre le había dicho que la quería y que se cuidara, y también aprovechó para preguntarle cómo estaban las cosas por allí y mencionarle que pronto iría Thalia a visitarla.
— Está bien, madre. Cuando sepas bien cuándo vendrá, dile que me avise, así la esperamos. Y todo está igual, yo sigo con las curaciones, creo que me queda una semana. Mis amigos están con mucho estrés e insomnio por culpa de esto, pero dentro de todo estamos mejor... —Le respondió Cleopatra con un tono de desconfianza, intentando tranquilizar a su madre.
— No te preocupes, cariño, Thalia vendrá lo antes posible. Sé que estás pasando por un momento difícil, pero recuerda que tu bienestar es lo más importante. Cuídate mucho, y no te olvides de mantener la vigilancia. Estoy muy orgullosa de ti y de lo fuerte que eres. Sé que tú y tus amigos superarán esto juntos.
— Tengo mucho miedo, mami. No sé qué va a pasar. —Comentó Cleopatra, haciéndose la fuerte y sin dejar que su voz se quebrara en la llamada.
— Lo sé, mi vida, sé que tienes miedo. Pero te juro que todo saldrá bien. Solo debes tener cuidado y estar alerta hasta que Thalia llegue. Mantente unida a tus amigos e intenten apoyarse entre ustedes. Siempre estaré a un mensaje de distancia si me necesitas, cariño.
Cleopatra podía escuchar la preocupación en la voz de su madre, pero también la fe inquebrantable que tenía en su hija. Cleopatra respiró hondo, sintiendo una mezcla de miedo y determinación.
— Lo haré, mamá. Prometo tener cuidado y mantenme alerta. Y no dudes que te avisaré si necesito algo. Te quiero mucho.
— Te quiero mucho también, mi cielo. Sé que serás fuerte y valiente. Confío en ti. Mantente a salvo y no dudes en contactarme si necesitas cualquier cosa, incluso si es solo para charlar.
— Nos veremos dentro de poco, quiero suponer...
Cleopatra colgó la llamada y se acostó en su cama, pero le costaba conciliar el sueño. Los pensamientos se arremolinaban en su mente, y la preocupación por lo que vendría no la dejaba descansar. Miró el techo de su habitación, tratando de encontrar consuelo en las palabras de su madre. Sabía que debía ser fuerte, no solo por ella, sino también por sus amigos. Cerró los ojos y respiró profundamente, intentando calmar su mente. Poco a poco, el cansancio la venció y se sumergió en un sueño inquieto, lleno de imágenes borrosas y sentimientos encontrados.
A mitad de la noche, Cleopatra tuvo una pesadilla. Soñó que el sujeto volvía a atacar, pero esta vez no tenía escapatoria. Se despertó sudando y con el corazón acelerado. Intentó calmarse, pero no pudo. Empezó a hiperventilar y a sentir que le faltaba el aire. Buscó su celular y llamó a Jordan, su mejor amigo, quién se suponía que estaba despierto, pero no le contestó, debía estar dormido. Llamó a sus amigas, Eva y Hanna, pero tampoco le contestaron. Estaba sola y asustada. Hizo un último intento y llamó a Aaron. Él sí le contestó y le dijo que iba enseguida a verla. Le dijo que se tranquilizara, que todo iba a estar bien.
Aaron llegó a la habitación de Cleopatra con un helado en la mano. Era de fresa con chocolate, el favorito de ella. Pensó que le haría bien comer algo dulce y distraerse. Pero cuando la vio, se le cayó el helado de la mano. Cleopatra estaba pálida y temblorosa, con los ojos llenos de lágrimas. Aaron se acercó a ella y la abrazó fuerte. Le habló con voz suave y le dijo que estaba ahí con ella, que no tenía que tener miedo. Le acarició el cabello y le besó la frente.
Después de varios minutos, Cleopatra logró tranquilizarse. Respiró hondo y se secó las lágrimas. Miró a Aaron y le sonrió. Él le devolvió la sonrisa y le señaló el helado que había dejado en la mesita de noche.
— ¿Eso es helado? —le preguntó Cleopatra.
— No, es popo de pájaro. —Le dijo Aaron, sarcástico, ella rodó los ojos e intentó agarrar el helado.
— Dame helado, por favor. Necesito algo dulce. —Le pidió Cleopatra. Aaron rodó los ojos y le pasó el helado. Ella le dio las gracias y empezó a comer. Aaron hizo lo mismo. Se quedaron un rato en silencio, comiendo helado y mirando el techo. Era un silencio incómodo, lleno de preguntas sin respuesta.
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— Cleopatra, baja el arma. —Le reprochó Eva, con un tono de voz que intentaba ser firme pero que dejaba entrever su nerviosismo. Cleopatra sostenía la pistola con una mano temblorosa, la misma que Matteo le había devuelto momentos antes.
— Tranquilízate, no se disparará sola. —Respondió Cleopatra, con una mezcla de rabia y determinación en su mirada. No tenía miedo, solo una furia ardiente contra el sujeto que la había herido y amenazado. Quería vengarse, hacerle pagar por todo el dolor que había causado.
— Silencio, chicas, tenemos que estar atentas. —Intervino Hanna, la más sensata del grupo. Siempre trataba de mantener la calma y pensar con claridad. Había sugerido llamar a la policía, pero aún no lo habían hecho. No estaba segura de si llegarán a tiempo o si serviría de algo.
Eran las once y media de la noche. Todos estaban reunidos en la sala, esperando a que algo sucediera. Cleopatra, Eva, Hanna, Jordan, Aaron y Matteo formaban un círculo tenso, sus rostros iluminados por la tenue luz de una lámpara de mesa. Nadie sabía quién era el sujeto, solo que era peligroso y que podía aparecer en cualquier momento.
Hanna había recibido un mensaje de advertencia del sujeto. Decía que aparecería a medianoche y que se prepararan para lo peor. El mensaje había dejado a todos en un estado de alerta constante, con los nervios a flor de piel.
Querida Hanna,
Sé que estás leyendo esto con miedo y nerviosismo. Sabes que no te estoy mintiendo. Sabes que soy capaz de hacer lo que digo. Y sabes que no tienes escapatoria. He estado observándote durante mucho tiempo. He visto cómo te relacionas con tus amigos, con tu familia, con tus enemigos. He visto cómo te ríes, cómo lloras, cómo sufres. He visto cómo intentas resolver el misterio que te atormenta. Pero no lo conseguirás. No tienes ni idea de quién soy, ni de qué quiero, ni de cómo te voy a hacer pagar. Esta noche, a medianoche, voy a aparecer en tu casa. No te molestes en llamar a la policía, ni en pedir ayuda, ni en esconderse. No servirá de nada. Estoy preparado para todo. Tengo un plan perfecto. Y no voy a fallar.
Editado: 13.11.2025