El silencio se había convertido en un enemigo invisible, cada minuto que pasaba sin un sonido era un recordatorio de que algo no estaba bien. Las miradas entre los amigos ya no eran de confianza, sino de sospecha, y las señales que intercambiaban eran tan crípticas que solo servían para aumentar la tensión. El sujeto, ese ser enigmático, había logrado su cometido: sembrar la discordia en lo que antes era un grupo unido. Cleopatra, con su mente siempre analítica, intentaba descifrar el siguiente movimiento, pero las pistas eran esquivas. Más de una semana había transcurrido y la búsqueda parecía estancada en un mar de incertidumbre. Había intentado acercarse a Matteo, buscando algún atisbo de reconciliación, pero él la rechazó con tal desdén que comparó su presencia con la de pisar excremento animal descalzo.
El miedo se había apoderado de todos, convirtiéndose en el único freno para que el caos no desembocara en violencia. Las cenas se habían transformado en campos de batalla verbales, donde las palabras eran lanzadas como dardos envenenados. Incluso los encuentros casuales en los pasillos de la casa eran suficientes para encender discusiones que terminaban en un torbellino de reproches y acusaciones.
Un golpeteo insistente en la puerta sacó a Cleopatra de su maraña de pensamientos. Tomó aire, intentando calmar el torbellino interior, y con una voz que pretendía ser firme, invitó al visitante a entrar. Thalía apareció en el umbral, su presencia era como una ráfaga de viento, cargada de novedades.
— Buenas tardes, hermanita. —Saludó Thalía, con una sonrisa que no alcanzaba a ocultar la gravedad de sus ojos. Cleopatra levantó una ceja, su expresión era un claro indicativo de que esperaba más que simples formalidades.
— ¿Qué has descubierto? —Inquirió, su voz era un hilo tenso de curiosidad. Thalía suspiró, su mirada se perdía en los papeles que extrajo de una carpeta negra, tan oscura como las verdades que contenía.
— Directo al grano, como siempre —murmuró, antes de entregarle a Cleopatra documentos que parecían gritar con silencio acusador—. Aquí tienes, la información que me pediste sobre Emma Grey. Todo, desde su identidad hasta su pasaporte italiano, es una farsa. Ella es la cómplice que buscábamos, la mano derecha de L.R.
Cleopatra asintió, su intuición rara vez fallaba. Ella tomó los documentos con manos firmes, pero su interior era un torbellino de emociones. Abrió la carpeta y comenzó a leer, cada palabra era como una daga que se clavaba más profundo en su mente. Las fotos de Emma Grey, sonriente y aparentemente inocente, le llevaban la contra brutalmente con la información que contenían los informes.
— ¿Y qué más sabes? —murmuró Cleopatra, más para sí misma que para Thalía. Sus ojos se movían rápidamente de un párrafo a otro, tratando de asimilar la magnitud de la traición.
— No sólo eso... —Continuó Thalía, su voz baja y seria—. Hemos descubierto que Emma ha estado infiltrada en una organización desde hace años. Ha estado pasando información a L.R. y saboteando las propias operaciones de la policía. Además que Emma Grey, o cómo sea que realmente se llame, lleva años en una relación con un tal Luke alias L.R., conocido como nuestro objetivo principal. Tengo su dirección, datos, todo lo que necesitas saber. Ella ha estado a su lado, en las sombras, durante todo este tiempo.
— Entonces, ¿a qué esperamos? Vamos tras ellos —Cleopatra se levantó, lista para actuar, pero Thalía la detuvo con un gesto.
— No es tan simple, hermana. Este hombre es solo la punta del iceberg de una red mucho más amplia y peligrosa. Emma no es su única cómplice, pero es la única sobre la que tenemos información completa.
— ¿De qué tipo de red hablas?
— De una que involucra a sicarios, mafiosos, detectives corruptos, policías encubiertos... Es un entramado complejo y peligroso. Lo que hemos descubierto, a duras penas, son algunas contraseñas y cuentas bancarias. Todo se reduce al dinero, y en este mundo, hay quienes harían cualquier cosa por él.
Thalía confesó que había buscado la ayuda de verdaderos profesionales, más allá de sus propias habilidades, y que se había adentrado en círculos mucho más peligrosos de lo habitual. La cautela era su nueva aliada; estaban siendo vigiladas, perseguidas por sombras codiciosas.
— Hay algo más... —Thalía hizo una pausa, su mirada se tornó grave. —Emma no es la única infiltrada, hay otro traidor entre nosotros, y aún no sé quién es. Así que escucha bien, no hables de más, guarda los secretos, cualquier error podría costarnos la vida.
Cleopatra asintió, la realidad de sus palabras calaban hondo.
— Estoy segura —afirmó Thalía, con una convicción que helaba la sangre.
Cleopatra tomó los documentos con manos temblorosas, cada línea leída era una pieza más del rompecabezas que se ensambla ante sus ojos. La red de la que hablaba Thalía era como una serpiente en la oscuridad, acechando desde todos los ángulos, lista para atacar en el momento menos esperado.
— Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Cleopatra, su voz apenas un susurro.
— Lo que siempre hacemos —respondió Thalía con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Planificar con cuidado y atacar con precisión. No podemos permitir que nos descubran.
La habitación se llenó de un silencio cargado mientras las dos hermanas contemplaban la magnitud de lo que se avecinaba. Cleopatra sabía que no podían confiar en nadie más del grupo; el traidor seguía ahí, escondido entre ellos, observando cada movimiento.
— Tengo una idea —dijo Cleopatra de repente—. Pero necesitaré tu ayuda para llevarla a cabo.
Thalía asintió, su expresión era de determinación.
— Dime, estoy contigo en esto.
— Necesitamos atraer al traidor, hacerle creer que tiene la ventaja. —Cleopatra comenzó a trazar un plan en su mente—. Organizaremos una reunión, todos juntos, y revelaremos una información falsa, algo que sea lo suficientemente tentador para que el traidor muerda el anzuelo.
Editado: 13.11.2025