Habían transcurrido varios días después de aquel saboteo, Matteo continuaba lidiando con el impacto de las recientes consecuencias y de su nueva lesión que le impedía trabajar con normalidad. Permanecía encerrado en su departamento con su mano enyesada, con una sensación de impotencia y frustración que se iba acrecentando con cada día que pasaba. A pesar de los intentos de sus acompañantes por tranquilizarlo y apoyarlo, él todavía estaba procesando todo lo que había sucedido. La pérdida y el daño de su mano parecían dejar una cicatriz más profunda de lo que imaginaba, no sólo física, sino también emocionalmente.
Cleopatra, luego de pensarlo bastante, tomó la decisión de ir a visitarlo, aún sabiendo que él podría echarla sin siquiera mirarla, pero necesitaba ver si podría sacarle algún tipo de información. Con un paso decidido, se encaminaba hacia el lugar, una mezcla de preocupación y culpabilidad reinaba en sus expresiones a medida que se acercaba a la puerta. Después de prepararse y acomodar su vestimenta, ella llamó a su puerta, esperando que él la dejara entrar.
— Tu padre me ha dicho dónde vivías, espero que no te moleste. —Habló Cleopatra cuando Matteo le abrió la puerta, ella había llevado varias cosas a modo de disculpa.
Él se sorprendió ligeramente al verla, pero su expresión rápidamente se suavizó y le echó un vistazo a las cosas en sus manos. Matteo se movió a un lado para dejarla entrar, suspirando un poco antes de comenzar a hablar mientras ella pasaba a través del umbral—. Sinceramente no esperaba tu visita... —Comentó, su voz sonando un poco cansada pero con un toque de amabilidad.
— Permiso. —Matteo le dio un pequeño gesto de asentimiento, permitiéndole entrar a su departamento con una cortesía un poco forzada.
Una mezcla de emociones se podía detectar en él: aún había cierta incomodidad y resentimiento debido a la posición en la que se encontraba, pero también una pequeña parte de él estaba aliviada de verla. Cerró la puerta detrás de Cleopatra, observándola mientras entraba con las cosas que había traído consigo.
— ¿Sería malo de mi parte preguntar cómo ha estado? —Matteo se encogió ligeramente de hombros. Su expresión era un poco estoica, aunque había un toque de vulnerabilidad en sus ojos.
— Ha sido difícil... muy difícil, —admitió él. Se dio la vuelta y se encaminó a la pequeña sala de estar que tenía, invitándole a sentarse con un gesto— pero hago el intento de acostumbrarme. Ahora solamente puedo atender la tienda, en lugar de enseñar a disparar.
Cleopatra siguió a Matteo a la pequeña sala de estar, tomando asiento en el sofá cerca de él. Observó cómo se instalaba en un sofá frente a ella, su expresión aún llena de compasión y preocupación por su situación. En silencio, ella mantuvo un breve contacto visual con él, esperando que él siguiera hablando.
Matteo desvió la mirada por un momento, enfocando su atención en su brazo enyesado. Podía sentir su propia frustración creciente dentro de él, pero luego volvió a mirar a Cleopatra y suspiró con un gesto de resignación.
— ¿Cuánto tiempo te ha dicho el doctor que tienes que estar con la mano enyesada?
Matteo suspiró, apretando los dientes mientras respondía—. Hasta que se complete la cicatrización y haya sanado completamente, —respondió él, con un tono algo mordaz en su voz, mostrando su impaciencia con la respuesta— unos dos o tres meses, pero luego me tocará la recuperación y mucha kinesiología para volver a tener movilidad. —Se inclinó hacia adelante en su asiento, colocando su brazo enyesado en su regazo.
— Perdóname, Matteo. Creo que es muy hipócrita de mi parte haber venido hasta aquí. —Matteo la miró por un momento en silencio, su expresión aún un poco tensa. Después de un momento, suavizó un poco su expresión y sacudió la cabeza, aunque hubo un toque de amargura en su tono.
— No es necesario que lo sientas, al principio me costó comprenderlo porque estaba demasiado cegado por el enojo, pero ahora entendí que no es culpa tuya, también yo soy el culpable porque sabía en dónde me metía. —Respondió él, suspirando nuevamente mientras se recostaba en el respaldo de su sofá—. Agradezco que hayas venido. Es terrible deprimirse solo con una mano así. Además, eres la única que ha tenido ese gesto... —Continuó él en un murmullo, con sus palabras cargadas.
Cleopatra se quedó en silencio, observando a Matteo mientras ella se acomodaba nuevamente en el sofá. Pudo ver la tensión en su rostro, la frustración y el dolor que aún estaban presentes en él a pesar de sus palabras. Pero también había algo de alivio, una parte de él que se alegraba de su presencia en esa habitación. Ella se inclina hacia delante ligeramente, extendiendo una mano con cuidado y vacilación hacia él—. ¿Puedo...? —Preguntó ella, señalando su brazo estirado con un gesto.
Matteo vaciló por un momento, pero luego cedió levemente y asintió con un gesto de su cabeza. Él mantuvo su brazo en su regazo pero permitió que ella se acercara un poco más, con un toque de vulnerabilidad en su expresión seria.
Cleopatra se incorporó con cuidado hacia él, moviéndose con delicadeza cerca de su brazo enyesado. Con cautela y suavidad, ella colocó una mano alrededor de la parte superior de su mano, cerca de donde estaba la herida envuelta en venda y yeso. Sus ojos buscaban cualquier señal de tensión o incomodidad en él, lista para retroceder si lo veía incómodo.
— ¿Los dedos puedes sentirlos o están entumecidos todavía? —Preguntó.
— Están medio dormidos, pero puedo sentirlos. Lo que sí, me cuesta mucho poder moverlos.
Cleopatra aprovechó ese momento, comenzando a acariciar sus dedos entumecidos. Matteo se estremeció ligeramente al sentir el toque suave de su mano, aunque no se apartó. Permaneció en silencio, observando su expresión mientras ella lo tocaba con cuidado. Podía sentir una mezcla de emociones en su interior, dolor, vulnerabilidad y algo más que no pudo identificar.
Editado: 13.11.2025