>Flashback<
21 de junio 2015
Cleopatra se detuvo ante la puerta de su habitación, una sensación inquietante le decía que él estaba tramando algo siniestro. La reciente pérdida de su mejor amigo había dejado una marca indeleble en su alma, una tristeza que parecía consumirla desde dentro. A través de la rendija de la puerta entreabierta, escuchó su voz, una voz que ahora le resultaba extrañamente ajena y fría.
— Ya me encargué de Leonardo, es hora de encargarme de Cleopatra, ¿Qué dices? —escuchó que decía al teléfono.
Las palabras la golpearon como un puñetazo en el estómago.— ¿Se encargó de Leo? ¿A qué se refería?
— Sí, ella está conmigo. No, no sospecha nada —continuó él, su tono despreocupado contrastando con la gravedad de sus palabras.
— ¿Sospechar de qué? —La mente de Cleopatra giraba en un torbellino de confusión y miedo.
— Deshacerme de mi hermano fue fácil, ¿Quién sospecharía de eso? Solo fue un pequeño choque, ni se rayó el coche. —Dijo con una risa siniestra.
La revelación la dejó helada—. ¿Él lo mató? —La idea era tan monstruosa que apenas podía procesarla.
— Como sea, te tengo que dejar. Nos vemos después, Em —concluyó la conversación y colgó.
— ¿Quién era esa tal Em? —Pero lo que realmente atormentaba a Cleopatra era la razón detrás del asesinato de su propio hermano. Antes de que pudiera ser descubierta, se retiró silenciosamente y regresó a la habitación de Leo. Había venido originalmente para recoger algunas pertenencias que él le había confiado, pero ahora temía por su vida.
Se encontraba sola en la casa con Luciano, el hermano de Leo. Habían compartido un breve romance basado en manipulación y toxicidad, él era demasiado mayor para ella, pero de igual manera lograba convencerla y comerle la cabeza.
— Cleo, ¿Te quedas a comer? —preguntó Luciano, irrumpiendo rápidamente en la habitación, la puerta chocó de una forma fuerte contra la pared, sobresaltando a Cleopatra.
— No, ya me iba. —Respondió ella, comenzando a guardar sus cosas con manos temblorosas.
— ¿Segura? ¿Estás bien? Te noto muy nerviosa. —dijo él, acercándose con una expresión de preocupación que no lograba ocultar un destello de algo más oscuro.
— ¡No te acerques! —exclamó Cleopatra, retrocediendo instintivamente.
— ¿Cleopatra? —Luciano la miró, confundido y sorprendido por su reacción.
Sin darle tiempo a nada más, Cleopatra salió corriendo de la casa. La certeza de que nunca volvería a quedarse sola con él se afianzó en su corazón con la fuerza de una promesa.
>Fin del flashback<
La noche caía como un manto oscuro sobre la ciudad, y con ella, una sensación de inquietud se apoderaba de las calles. Ella revisaba su teléfono con manos temblorosas, iluminada solo por la pálida luz de la pantalla. Un mensaje había llegado, un número, una dirección. Era la pieza final del rompecabezas que había estado armando durante dos largos años. Con el corazón latiendo como un tambor de guerra, ella se adentró en el vehículo, las llaves tintineando con un eco metálico que parecía anunciar su destino. Hoy sería el día en que iba a desenmascarar la maldita farsa que había ensombrecido su vida.
Desde la muerte de Leo, su mundo se había teñido de sospechas y sombras. Él, el hombre que debería haber estado ahogado en el dolor, nunca mostró señales de luto. Ni una lágrima en el hospital, ni una presencia en el velorio. Cuando ella lo enfrentó, sus ojos estaban vacíos, carentes de la tristeza que debería haber consumido su alma. Fue entonces cuando ella decidió seguirlo y acecharlo en las sombras, buscando alguna pista, alguna razón para su indiferencia.
Y así, en el silencio de la vigilancia, ella descubrió la verdad horripilante. Él había asesinado a Leo, su propio hermano, con una frialdad que helaba la sangre. Él se regodeaba en su crimen, satisfecho con la muerte que había sembrado. Pero el porqué seguía siendo un misterio envuelto en un enigma, un abismo oscuro donde la lógica se perdía.
La pregunta que quemaba en el aire era clara: ¿Por qué él quería que ella también estuviera muerta? La respuesta era tan simple como aterradora: ella había descubierto su secreto y estaba dispuesta a correr hacia la justicia con la verdad en sus labios.
Cuando él se enteró de sus intenciones, huyó, dejando atrás un rastro de confusión y preguntas sin respuesta. Los amigos de ella, desconcertados por su partida repentina, no podían entender su silencio. Pero cuando Aaron reveló que Jordan había estado en contacto, ella se dio cuenta de la red de mentiras que él había tejido. Él había estado observando cada uno de sus movimientos, no por el duelo de su hermano, sino por la obsesión de mantener su crimen oculto.
Ella guardó silencio, protegiendo a sus amigos de la tormenta que se avecinaba. Las amenazas, los juegos psicológicos, todo apuntaba a un hombre que había perdido todo atisbo de humanidad. Tal vez él pensó que ella había compartido sus sospechas, pero ella había mantenido su boca sellada, protegiendo a aquellos a quienes amaba de las garras de un monstruo.
El plan de ella era perfecto en su engaño, una actuación digna de los escenarios más oscuros. La policía no era una opción; ella sabía que él tenía sus garras enredadas en la ley, corrompiendo la justicia que debería haber sido su salvación.
Conduciendo a través de la noche, ella se dirigía hacia el final de su odisea, el clímax de un plan forjado en el fuego de la venganza y la determinación. Dos años de dolor, de miedo, de furia contenida, todo convergiendo en un solo momento que se acercaba con la inevitabilidad de la muerte misma.
Editado: 13.11.2025